La Vanguardia

Mbappé se sienta con los grandes

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Dos seleccione­s, Francia y Argentina, se cruzaron ayer como barcos en la noche, cada uno en direccione­s opuestas y con algún riesgo de naufragio. Se impuso la lógica, que casi siempre conviene atribuir a los jugadores. Generalmen­te los mejores ganan a los peores, simpleza que los franceses aplicaron a rajatabla. Todos sus futbolista­s serían titulares en la selección argentina, con la excepción de Messi y quizá de Di María. La distancia se multiplicó por la triunfal irrupción de Mbappé, que jugó uno de esos partidos que marcan la divisoria de las figuras. Desde ayer puede mirar de frente a Messi, Cristiano y Neymar.

Mbappé le robó el papel estelar a Messi, que sale de este Mundial como llegó, sin el título que ha perseguido durante toda su carrera. Cualquiera que sea la teoría sobre su sueño imposible, ninguna podrá negar la influencia de su mediocre acompañami­ento. Desde 2006 –primer Mundial de Messi–, cada selección argentina ha sido peor que la anterior. La actual es de una mediocrida­d que impresiona. Messi y Argentina estaban condenados al fracaso desde el inicio del torneo.

Francia es el caso contrario. Varios de sus jugadores –Varane, Umtiti, Kanté, Griezmann y Mbappé– figuran entre los mejores del mundo en sus puestos. Pogba podría integrarse en esta lista, pero nadie sabe cuál es su puesto. En el resignado rostro de Messi casi podía apreciarse un gesto de envidia. Enfrente estaba el equipo más abastecido del mundo, aunque eso no significa que Francia juegue bien. En términos matemático­s se puede

La estrella eligió el día de consagrars­e; de eso tratan los Mundiales, de designar al mejor de una generación

hablar de los franceses como un conjunto disjunto. La suma de las partes todavía está muy lejos del nivel que cabe esperar de tanto jugadorazo.

Con Messi en su condición más normal y un poco de orgullo, Argentina estuvo a punto de empatar el partido. Dispuso de su mejor ocasión en el último instante del partido, apenas dos minutos después del gol de Agüero. Casi se desmaya Deschamps, que retiró a Griezmann y Mbappé como si el encuentro estuviera ganado. Por un momento, el selecciona­dor francés imaginó una prórroga sin sus dos estrellas y los espadazos de la prensa francesa.

El partido acabó como debía, con la victoria de Francia, a pesar de sus incoherenc­ias. Pero nada, ni tan siquiera la posible despedida de Messi de la selección argentina empequeñec­ió la coronación mundial de Mbappé. Este partido le cambiará la vida. No es el fenómeno que viene. Es la estrella que eligió el día, la hora y el momento adecuados para consagrars­e. De eso también tratan los Mundiales, de designar a los más grandes de cada generación, caso de Pelé en el 58, Beckenbaue­r en el 66, Kempes en el 78, Zidane en 1998 o Iniesta en el 2010.

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Santiago Segurola

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