“De niño, la gente me confundía con una pelota”
¿Dormía abrazado a un balón, como Maradona?
De niño, la gente me confundía con una pelota.
¿Estaba gordito?
¡Nooo! Mi padre viajó a Buenos Aires y me trajo una camiseta del Boca Juniors y una pelota, las dos amarillas. La camiseta era de adulto, pero me la puse. Muchos se reían: no podían distinguirme de la pelota.
¿El fútbol es indigesto?
En el caso de Perú, mi país, luego de una espera de 36 años para volver al Mundial, no hay opción para la indigestión. Todo tiene un sabor dulce, entrañable y agradecido. Como esos platos caseros a los que regresamos tras una larga ausencia y nos roban una lágrima.
¿Un momento dulce? Cuando en Rusia mis compatriotas cantaban a una sola voz
Contigo Perú. Mi país tiene una gran diversidad cultural que a veces nos ha separado. En esos momentos sentimos lo hermoso que es la unión.
¿Y uno picante?
Somos la tierra del ají. El picante corre por nuestras venas con alegría. Ese taconazo sin mirar a la portería de Paolo Guerrero ante Dinamarca y que el viento desvió por poco… ¡Ayayayay! ¡Si llega a entrar!
¿Con qué menú celebraría un éxito deportivo?
Un cebiche, nuestro embajador del siglo XXI, y unos anticuchos de corazón porque los peruanos somos puro corazón. Y, de postre, un helado de lúcuma, uno de nuestros tesoros que el mundo aún no conoce.