La Vanguardia

El aeropuerto de la discordia

El proyecto, de financiaci­ón pública-privada, es visto como un caso de despilfarr­o y corrupción

- CIUDAD DE MÉXICO Enviado especial

El pasajero atrapado en al aeropuerto internacio­nal de México puede contemplar una serie de enormes fotos de proyectos de infraestru­cturas que adornan las paredes. Hay grandes imágenes de autovías de peaje, de la nueva línea de tren de Toluca a México, y del nuevo aeropuerto internacio­nal proyectado para resolver el colapso habitual en el aeródromo actual.

Las fotos son una idea de marketing del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto que ha intentado resolver el déficit de infraestru­cturas de México, clave para el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá, para modernizar el país y empezar a cerrar la brecha entre el norte rico y el sur pobre.

Pero casi todos estos proyectos se han convertido en blancos de la rabia ciudadana, que ha dejado al candidato de Peña Nieto, el afable tecnócrata José Antonio Meade, con sólo el 12% en los sondeos. En algunos casos, esta ira contra las obras es porque se perciben como ejemplos del despilfarr­o público. En otros, porque los votantes sospechan que el modelo de financiaci­ón públicapri­vada, en el que empresas privadas financian proyectos de infraestru­ctura para luego recuperar su inversión con un amplio margen de beneficios, ha facilitado prácticas corruptas disfrazada­s de liberaliza­ción tecnócrata.

Uno de los logros de López Obrador en esta campaña ha sido convertir la austeridad en una virtud de la izquierda y plantear una idea radical: que la agenda de privatizac­iones y liberaliza­ción, lejos de ser la solución para el problema de corrupción endémica en el sistema clientelar mexicano, lo ha agravado. “Los tecnócrata­s acusaron al viejo modelo de corrupto y autoritari­o pero lo han superado con creces”, dice Jenaro Villamil , autor del libro Cleptocrac­ia, un nuevo modelo de corrupción (Grijalbo, 2018).

La construcci­ón del nuevo aeropuerto internacio­nal en las orillas del lago de Texcoco, cuyo coste asciende a 170.000 millones de pesos (8.000 millones de euros), es un buen ejemplo. López Obrador califica el proyecto –diseñado por el arquitecto británico Norman Foster– de “despilfarr­o mayúsculo”. Propone como alternativ­a construir una pista de aterrizaje en el ya existente aeropuerto militar de Santa Lucia. Para los expertos, su alternativ­a no tiene sentido. El tráfico aéreo en México crece a un ritmo del 6% anual. “Lo que propone López Obrador añadiría el 15% a la capacidad actual; pero hace falta duplicarla”, dijo un periodista que ha estudiado el proyecto. Pero en las calles, la austeridad ha sido el principal atractivo de su candidatur­a.

Lo mas probable es que López Obrador, si gana, finalmente dará luz verde al nuevo aeropuerto; ya es casi imposible dar marcha atrás, pero propone que la construcci­ón sea costeada por el sector privado a cambio de que este lo gestione. Esto contrasta con las posiciones tradiciona­les de la izquierda desarrolli­sta en América latina defensora de los grandes proyectos de infraestru­ctura para generar empleo. La oposición de López Obrador al aeropuerto le ha costado el apoyo del Carlos Slim, el hombre más rico de México, pero de ideología de centroizqu­ierda, uno de los concursant­es de las obras.

En su crítica a las asociacion­es privadas publicas, López Obrador suele citar el caso de un hospital de 125 camas. El presupuest­o ascendió a 7.300 millones de pesos (unos 300 millones de euros). Otro hospital del mismo tamaño construido en Ciudad de México durante la alcaldía de López Obrador (2000-2006) y financiado directamen­te mediante fondos públicos, costó 14 millones de euros.

La oposición de López Obrador al aeródromo le ha costado el apoyo del multimillo­nario Carlos Slim

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