El futuro del sector del cava
DOS emblemáticas empresas como son Codorniu y Freixenet, ambas de capital catalán, han pasado en pocos meses a estar bajo control de grupos extranjeros. En ambos casos ha sido la crisis del modelo de empresa familiar, derivada de las discrepancias entre accionistas, la que ha propiciado el cambio de propietarios, en una situación de bajos beneficios y de limitaciones financieras para el crecimiento. El nuevo escenario despierta incertidumbres no sólo sobre el futuro de ambas empresas sino para el conjunto del sector del cava catalán, y de la comarca del Penedès, ya que las dos representan más del 50% del volumen de negocio.
El hecho de que los nuevos propietarios –la alemana Henkell en el caso de Freixenet y el grupo estadounidense Carlyle en el de Codorniu– hayan desembolsado cuantiosas inversiones para hacerse con el control de los dos líderes del cava debe ser motivo de confianza ante el futuro, ya que cabe suponer que han visto en ellos capacidad de mejora, de crecimiento y de beneficios. Para el Grupo Carlyle, como ha dicho esta semana, Codorniu tiene un gran potencial para liderar el mercado mundial de vinos y cavas con marcas de primer nivel que están consolidadas y bien posicionadas. En parecidos términos se expresó en su día Henkell con respecto a Freixenet. Los dos se han mostrado dispuestos a darles un gran impulso. Es una lástima que los nuevos planes de expansión que vienen de manos extranjeras no se hayan podido articular con capital autóctono y que Catalunya pierda soberanía económica y señas de identidad. Desgraciadamente no es la primera vez que eso sucede en la historia económica del país como consecuencia de la incapacidad de sus empresas para aumentar su dimensión y dar el salto a la primera división internacional.
Para reposicionar el cava con una identidad propia en el mercado internacional, frente a la dura competencia del champán y del prosecco, se precisan grandes recursos económicos. El hecho de que Henkell y Carlyle estén dispuestos a ponerlos sobre la mesa es una garantía de futuro para todo el sector catalán del cava. Habrá que esperar para ver cómo materializan las intenciones que han expresado. La gran incógnita es cómo los nuevos propietarios de las dos compañías líderes querrán ganar rentabilidad.
Como se dice desde el sector, lo que ha cambiado en último extremo en Codorniu y Freixenet son los accionistas, pero las viñas, las bodegas y la gente siguen aquí. Si los grandes grupos citados invierten como han prometido, elaboran productos de calidad y potencian las marcas en el mercado internacional provocarán un positivo efecto de arrastre al alza del resto del sector, que está formado por pequeñas y medianas empresas.