Jardín ‘despictórico’
Barceló y Comelade exaltan el encanto de lo efímero con una performance en el Festival Poesia i +
Cualquiera que haya buceado en la discografía de Pascal Comelade habrá advertido que este siempre ha cuidado con algo más que cariño la presentación gráfica de sus trabajos. No es tan conocida la faceta del músico como artista plástico, ni la gran amistad que le une con pintores e ilustradores de uno y otro lado de los Pirineos. Entre ellos, Miquel Barceló. Aunque ambos creadores se conocen desde hace largo tiempo –les presentó hacia 1974 el poeta Biel Mesquida en Barcelona–, la primera traza pública de su relación no llegaría hasta el 2013 con Despintura fònica, un elepé de edición limitada ilustrado con un impactante retrato desplegable elaborado por Barceló.
Despintura fònica es también el título de la breve performance que Miquel Barceló i Pascal Comelade desplegaron a última hora de la tarde de ayer en el balsámico Parc de Can Muntanyà de Caldes d’Estrac, en el marco del Festival Poesia i +, organizado por la Fundació Palau. Era la primera vez que el público catalán podía disfrutar de este delicado espectáculo, tras su estreno en Kyoto en el 2017, y las posteriores sesiones hilvanadas en Salamanca, París y Zurich. Fusión de talentos –precedida por una estupenda sesión de poesía a cargo del ya mencionado Mesquida y Vicenç Altaió– con Pascal Comelade bien asistido por Ivan Telefunken, Oriol Luna y Roger Fortea, mientras Barceló creaba una obra pictórica de ocho por tres metros. El diálogo entre las músicas embrujadas de Comelade –garajero, anguloso, selenita– y el no menos cautivador trazo/aspersor del mallorquín, cristalizó en una subyugante evocación poética. Un juego atávico y primitivista, aunque también sutil… La cuadratura del círculo fue ya completa cuando la pintura de Miquel Barceló, elaborada sobre un “lienzo mágico” en el que se insinuaban tres caras, fue desapareciendo a medida que las diversas capas de su obra se iban secando, de modo que acabaría borrándose completamente tiempo después de cerrarse la performance. Donde otros sólo son capaces de ver un fenómeno químico reside, justamente, el mayor acierto de esta propuesta, bellísima exaltación de lo efímero, ya que al fin y al cabo son las cosas que no podemos asir –sentimientos en forma de nota o trazo– las que dan algún sentido a nuestro paso por este “món de mones”…