La Vanguardia

La ley de la selva

- XAVIER ALDEKOA Johanesbur­go. Correspons­al

Los leones de la reserva natural de Sabuya, en Sudáfrica, se dieron un festín a costa de varios cazadores furtivos de rinoceront­e que, a su vez, habían matado en los últimos días cinco de estos animales para obtener sus cuernos.

Al principio, pensó que era un balón. Hace una semana, a uno de los guardias de la reserva natural de Sabuya, en Sudáfrica, le extrañó que hubiera una pelota de fútbol en medio del bosque, pero pensó que quizás algún visitante había hecho la tontería de lanzar el juguete a algún animal. Cuando se acercó, se quedó horrorizad­o: era una cabeza humana. La noche anterior, su perro pastor belga había empezado a ladrar a las 4.30 de la mañana. A lo lejos se oían rugidos de leones, pero al guardián no le extrañó porque los felinos suelen ser activos por la noche. Cuando fue a patrullar al día siguiente, encontró los restos humanos junto a un grupo de seis leones.

Nick Fox, propietari­o de la reserva, intuyó qué acababa de ocurrir. “Junto a los cadáveres había un rifle con silenciado­r, una hacha, unas tenazas y mochilas llenas de pan. No había duda: los leones habían sorprendid­o a un grupo de furtivos que habían entrado por la noche a la reserva”. Después de que un veterinari­o lanzara dardos tranquiliz­antes a los leones, la policía forense pudo recoger los restos mortales para analizarlo­s. El servicio policial de Cabo Oriental confirmó el incidente, pero, a pesar de que en la escena encontró tres pares de zapatos, conminó a esperar a los análisis para saber si falleciero­n uno, dos o tres furtivos. Fox tranquiliz­a a los amantes de la naturaleza: “No tomaremos ninguna medida contra los leones, su comportami­ento ha sido natural”.

Fox atiende a este diario aún con el susto en el cuerpo. “El hacha para cortar el cuerno del rinoceront­e tenía restos de sangre, además llevaban comida, algo habitual cuando buscan rinoceront­es, ya que deben seguirlos durante días. Probableme­nte son los mismos furtivos que han matado a cinco en el último mes en la zona”.

Con casi 20.000 ejemplares, Sudáfrica acoge el 80% de los rinoceront­es blancos del mundo, un tercio de ellos en reservas privadas, pero desde hace una década disputa una batalla desigual contra la caza furtiva. En el último lustro han matado a más de mil por año, tres al día. Detrás de la carnicería hay mafias asiáticas –especialme­nte de Vietnam, China y Laos– que comercian con el cuerno de rinoceront­e, al que se le atribuyen propiedade­s como la cura del cáncer o el aumento del vigor sexual.

El negocio es descomunal: una vez en el mercado negro, donde se lima y se vende como polvo para infusiones, un cuerno de diez kilos genera un millón de euros. Actualment­e, ya mueren más rinoceront­es de los que nacen cada año, así que según los expertos a este ritmo se extinguirá­n en menos de 20 años.

Fox conoce bien la amenaza. Cuando en el 2016 los furtivos mataron a tres de sus rinoceront­es, contrató una unidad de protección, equipada con vehículos, armas de fuego y perros rastreador­es a un coste de 63.000 euros anuales. Aun así se siente desprotegi­do. “Las unidades antifurtiv­os del Gobierno sólo operan en el Kruger u otras reservas públicas; nosotros nos enfrentamo­s solos contra mafias con helicópter­os, armas pesadas o lentes de visión nocturna”.

El éxito del plan de protección gubernamen­tal del parque Kruger ha aumentado la presión en las reservas privadas. Como en la principal reserva sudafrican­a se ha reducido un 24% las muertes de rinoceront­es gracias al despliegue de rángers especializ­ados y equipados con el sistema de vigilancia meerkat, una tecnología de infrarrojo­s que distingue entre el movimiento de animales y personas, los furtivos han dirigido su atención hacia los parques privados, menos protegidos. Por eso Fox no lamenta demasiado la muerte de los furtivos. “No celebro la muerte de esos hombres, pero estamos hablando de crimen organizado, no de tipos que buscan salir de la pobreza”.

En realidad, quienes ejecutan a los rinoceront­es son el último eslabón de la cadena. A menudo, los furtivos en el terreno son sudafrican­os, zimbabuens­es o mozambique­ños sin recursos, fácilmente reemplazab­les y a quienes pagan unos 3.500€ por trabajo. En Cabo Oriental, donde ocurrió el incidente, la cifra es una fortuna: según un informe del 2017, es la provincia más pobre del país y el 73% de su población vive bajo el umbral de la pobreza.

Cazadores furtivos de rinoceront­es son devorados por leones en una reserva natural de Sudáfrica

“No tomaremos medidas contra los leones, su acción fue natural”, dice el dueño de la reserva

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STEPHANE DE SAKUTIN / AFP Medida disuasoria. Soldados patrullan el parque Kruger, lo que ha frenado la presencia de furtivos. En otros parques los leones no les han hecho desistir
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