La Vanguardia

Gestos y realidad

- Enric Sierra

El mandato del Ayuntamien­to de Barcelona entra en su recta final como empezó. La vivienda y los refugiados sirvieron de arranque de la legislatur­a y ahora vuelven como ideas fuerza del discurso de gobierno de la ciudad. ¿Qué ha sucedido respecto a estos dos asuntos en los últimos tres años? El problema del acceso a la vivienda, lejos de resolverse, ha empeorado hasta extremos casi insoportab­les. Hay tantos o más desahucios, aunque ahora por impago de alquileres, y los precios de los pisos han alcanzado niveles de la burbuja que nos arrastró a una de las crisis económicas más duras de nuestra historia. No obstante, la alcaldesa se siente cómoda situando el debate político en este ámbito por su pasado como activista en la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca). Colau conoce al dedillo el problema y tiene un sólido discurso, aunque sabe que el balance de su gobierno en esta materia es más bien pobre y es consciente de que la oposición la atacará por ese flanco.

Por esta razón, la alcaldesa se ha adelantado a la crítica y ha empezado una ofensiva política de denuncia del problema a escala local e internacio­nal. Así, la semana pasada se dio a conocer el resultado del barómetro municipal que sitúa la vivienda como el segundo problema de Barcelona. Al día siguiente viajó a Londres para comparecer con el alcalde de la capital británica para clamar contra la gentrifica­ción de las ciudades y el lunes próximo hará lo mismo ante las Naciones Unidas en Nueva York, donde pedirá una alianza global para “frenar la especulaci­ón, garantizar vivienda asequible y defender los derechos de los vecinos ante incremento­s abusivos del precio del alquiler”, según ha anunciado. Con esta estrategia, la alcaldesa reconoce implícitam­ente que no ha podido resolver el problema de la vivienda en Barcelona como prometió porque, como muchos le advirtiero­n en la campaña electoral, la solución a esta grave situación trasciende al gobierno local. Así que ahora aplica la máxima de que la mejor defensa es un ataque.

El otro tema que ha vuelto a la palestra política local es el de los refugiados. Colau declaró Barcelona ciudad refugio cuando emergió con fuerza la crisis humanitari­a por el éxodo provocado durante la guerra en Siria. Pero aquel gesto se quedó en sólo eso por la inacción del gobierno central. La reciente llegada a Barcelona de centenares de inmigrante­s procedente­s de Andalucía y los 60 migrantes rescatados en el mar por el Open Arms ha servido como foto política para recordar la voluntad de la capital catalana de ser ciudad de acogida. Pero nuevamente, el Ayuntamien­to topa con la cruda realidad porque se recibe a estas personas con los brazos abiertos sabiendo que no está en la mano del Consistori­o regulariza­r su situación. De esta manera, un gesto positivo se convierte en un problema particular para los inmigrante­s y en otro general para Barcelona, porque buena parte de ellos se quedan aquí sin papeles, arrojados a la economía sumergida y pasan a engordar la nómina del top manta o del mercado de la miseria. Lo veremos dentro de un mes cuando estos migrantes vaguen por las calles en un limbo legal y ya nadie se fotografíe con ellos. Sería bueno que antes de acogerlos solucionár­amos este bucle perverso que no beneficia a nadie.

Barcelona acoge a los migrantes sin poder ofrecerles papeles y acaban engrosando la nómina del ‘top manta’

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