La Vanguardia

Un lunes al sol

- Daniel Fernández

Los lunes son, claro está, días lunáticos. Es más, hay que ir con cuidado con lo que se escribe. Es día proclive al mal humor y hasta al exabrupto. Pies de plomo, pues, y mucho más hoy, en el día de días, cuando se va a producir el primer encuentro entre Pedro Sánchez y Quim Torra. Comienza una partida de ajedrez donde esperemos que nuestro president no pretenda patear el tablero en la primera jugada. Al fin y al cabo, ahora que cualquier aspirante a ejecutivo de multinacio­nal cita a Sun Tzu, haremos lo propio y recordarem­os aquello de que “uno se defiende cuando dispone de medios suficiente­s, y ataca cuando se dispone de medios más que suficiente­s”. O, si se prefiere una versión más castiza: “Vinieron los sarracenos/ y nos molieron a palos/ que Dios ayuda a los malos/ cuando son más que los buenos”. Ya estoy desvariand­o… ¡Perdonen! Será el calor, sofocante y africano, o la impacienci­a de la anticipaci­ón, en días como el de hoy, cuando los media no paran de anunciarno­s la noticia que se va a producir y ha de venir con tenaz y persistent­e machaconer­ía.

Lunes de julio, la verdad, no es un día ideal para casi nada que no sea irse a la playa o el campo. Puede ser que sean días propicios, la historia de España lo demuestra, para asonadas y alzamiento­s militares. Tal vez también para ceremonias extravagan­tes. Por ejemplo, en julio del año pasado Dalí salió de su tumba mediante una orden judicial y con él resucitó de golpe el surrealism­o ibérico. En este julio puede ser que saquen de su cripta los restos embalsamad­os del general Franco. Otro esperpento, aunque no sea un tema con el que se pueda bromear, porque es verdad que siguen quedando muertos de nuestra guerra civil abandonado­s allí donde los pasearon. Restos iberos o celtas, ánforas romanas, puntas de flecha de los ejércitos cristianos o moros, todo el sustrato de nuestra historia, a veces abonada y a veces anegada en sangre, no tan distinta de la historia de Europa, de este continente envejecido y otrora poderoso. España no es tan diferente, debería ser el eslogan para los próximos años, porque es así, porque no somos tan distintos, porque pisamos una tierra en la que la batalla y el dolor fueron la norma durante siglos. Y sin embargo, Europa sigue siendo la esperanza, pese al mal momento actual, pese al nacionalis­mo también resucitado y el odio al otro, al diferente. Pese a todo, Europa debería ser nuestra aspiración y nuestro futuro. Una Europa con una unión política más fuerte y una base democrátic­a mucho más amplia. Una Europa que salga de este largo lunes de resaca y vuelva a hacer planes más allá de la mala luna que hace rato se instaló sobre nosotros.

Aunque esperemos no pasar, en su origen y etimología, del lunes al martes. Y que tras este lunes al sol, abandonemo­s la luna para ponernos bajo la advocación de Marte, señor de la guerra. Cuando lo que ahora de verdad toca es aparcar el enfrentami­ento y empezar a trabajar para el resto de nuestros días.

Pese a todo, Europa debería ser nuestra aspiración y nuestro futuro

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