El corazón de Rusia
La anfitriona, que cayó con Croacia, ha recuperado a su afición con un gran torneo
Todo parecía posible para Rusia en este Mundial. Con organizar el campeonato de fútbol más prestigioso del mundo “ya hemos ganado”, dijo antes de que el balón empezase a rodar el presidente del país, Vladimir Putin. Pero la selección anfitriona, de la que incluso desconfiaba su propia afición, ha sorprendido a todos con una excelente fase de grupos, antes de poner garra y resistencia ante España y eliminarla en los penaltis. “Llegaremos hasta donde sea posible”, aseveró su entrenador, Stanislav Cherchesov, mientras prensa y afición empezaban a tararear “campeones, campeones”.
La selección ha movilizado a la juventud y ha enardecido aún más el sentimiento de patriotismo tan arraigado en este país. Durante estas tres semanas de pasión por el fútbol, Rusia prácticamente se ha olvidado de todo. El Mundial era lo primero. Incluso una reforma impopular como la subida de la edad de jubilación ha quedado aparcada. Aunque el 90% de los rusos está en contra y de que el 1 de julio se celebraron protestas en 38 ciudades donde no se disputa el campeonato, la cuestión quedará para después del 15 de julio.
El sueño ruso se acabó el sábado en Sochi. Con más sacrificio que fútbol, la anfitriona había llegado a cuartos, pero cayó en los penaltis ante Croacia. Nada que objetar. El país, de 142 millones de habitantes, ha estado tres semanas pendiente de un grupo que Cherchesov ha logrado recomponer en dos años y con el que ha logrado el mejor resultado desde el fin de la URSS. “Campeones de nuestro corazón”, titulaba el
Sport-Express.
Nadie daba un rublo por ellos, pero ahora todos les dan las gracias. Putin llamó al seleccionador tras el choque y “destacó su digna actuación y su hermoso y voluntarioso juego”, según el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov. “El combinado ruso puede estar orgulloso”, dijo Fatma Samoura, secretaria general de la FIFA.
Superado con creces el objetivo, es hora de hacer balance. En organización, la prensa acreditada pone buena nota al Mundial. Todo en su sitio, todo a tiempo, también gracias a los 17.040 voluntarios que, con dominio de inglés y otros idiomas, han atendido a profesionales y aficionados. Con unas férreas medidas de seguridad, comprensibles para evitar actos terroristas, las autoridades locales están satisfechas. “Hay infracciones, e incluso delitos, pero la cifra es insignificante”, dijo el viernes el viceministro de Interior, Igor Zúbov. Este Mundial será “uno de los más seguros y respetuosos con la ley”. Los futbolistas rusos comenzaban también ayer a ser conscientes de hasta dónde han llegado. El veterano Serguei Ignashevich, a punto de cumplir 39 años y rescatado por Cherchesov para reforzar la defensa, anunció su adiós a la selección. “Me voy alegre y tranquilo, pues termino bien: en la Copa, en los cuartos, en un equipo perfecto, con un gran entrenador”, dijo.
Este Mundial también es una oportunidad para la diplomacia en un tiempo en el que las relaciones con Occidente están en el peor momento desde la guerra fría. Los líderes amigos del Kremlin han desfilado por los palcos. Pero también vienen de los países occidentales. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el primer ministro de Bélgica, Charles Michel, llegarán mañana para animar a sus selecciones en la primera semifinal, en San Petersburgo. “Estamos contentos”, dijo el portavoz del Kremlin. Quien sí ha hecho boicot es el gobierno del Reino Unido, que acusa a Rusia de los envenenamientos con el agente químico Novichok en territorio británico. Ya habrá espacio para interpretaciones si la selección de Inglaterra, que el miércoles juega con Croacia, gana el Mundial.
Después vendrá Qatar 2022. “Dentro de cuatro años lo haremos mejor. Pero sin vosotros será complicado. ¡Así que todos allí!”, animaba ayer por videoconferencia el seleccionador ruso a aficionados concentrados en Moscú.
TIEMPO SÓLO DE FÚTBOL
Cuestiones políticas, como la impopular reforma de las pensiones, quedan para después del 15 de julio