La Vanguardia

Un gol de Umtiti lleva a Francia a la final de Moscú

Un cabezazo poderoso del blaugrana mete a Francia en la final

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ San Petersburg­o Enviado especial

Se elevó poderoso al primer palo. Saltó a por el balón con convicción. Torció el cuello y metió la pelota en la red. Samuel Umtiti pegó el brinco de su vida para marcar el único tanto del partido y para llevar a Francia a la final del Mundial. Al mejor estilo Yerry Mina, el central blaugrana resultó decisivo en el momento oportuno y los bleus ya esperan a Inglaterra o a Croacia en el desafío del domingo. El conjunto de Deschamps doblegó a Bélgica con sus armas de todo el torneo. Orden extremo, un físico privilegia­do, rapidez, despliegue y un juego aéreo, en ataque y en defensa, sólo para gigantes. En el Mundial del balón parado, un córner desniveló la balanza. Los franceses vuelven a la final doce años después. Para los belgas, es el final del cuento, en la misma etapa que en 1986.

El encuentro fue muy rico en matices desde el principio. Imaginen un tablero y dos formas de afrontar la partida. Bélgica, al toque. Francia, al galope. Los belgas, con orfebrería. Los franceses, con potencia. Técnica no exenta de físico contra físico no exento de técnica. Una gozada para los estudiosos del juego, con artistas como De Bruyne y sus pases de bisturí y Hazard y sus slaloms endiablado­s. Con velocistas como Mbappé. Con hombres escoba como Kanté. O con monstruos de la zancada como Pogba.

El equipo de Martínez volvió a un esquema más clásico tras sorprender a Brasil. Así, De Bruyne se ubicó con libertad partiendo de la derecha, Lukaku se colocó como ancla en el centro del ataque y Hazard se mantuvo en la izquierda. Atacando, Bélgica dibujaba un 3-4-3. Defendiend­o, Chadli bajaba a cubrir el lateral derecho. Francia se dejaba dominar y se protegía delante de Lloris pero siempre que podía salía a la carrera, quería, amenazaba, buscaba la conexión con Griezmann en corto, con Mbappé en profundida­d o al pie o con Giroud por arriba.

Mientras, Bélgica actuaba de manera más académica y comenzaría a fabricar las primeras ocasiones, en los pies de Hazard. Dos latigazos del crack del Chelsea se quedaron cerca de dar en la diana. El primero se marchó cruzado. El segundo fue desviado in extremis por Varane cuando transporta­ba aroma de gol. Aunque, curiosamen­te, la mejor oportunida­d belga hasta el entreacto la tuvo Alderweire­ld, que cazó un balón suelto en el área. Su remate fue contestado con una mano suprema de Lloris.

Pero el otro guardameta, Courtois, no quiso ser menos y desvió con el pie un chut a bocajarro de Pavard tras asistencia magnífica de Mbappé. Con esos porteros iban a ser difíciles los goles, pero delanteros había para intentarlo, como Griezmann, que se fue entonando con el transcurri­r de los minutos aunque le costaba ajustar el punto de mira. Pero curiosamen­te, sería un defensa el que abriría el marcador más adelante.

La batalla en la medular tampoco tenía desperdici­o con Kanté recorriend­o kilómetros y cortando balones y Fellaini haciendo lo propio por Bélgica. En la banda, Martínez era un torbellino y Deschamps apenas se levantaba.

En las gradas, un ambiente muy peculiar. Campo casi lleno, poquita presencia de las aficiones de los equipos protagonis­tas y muchas camisetas de Brasil diseminada­s por las tribunas, hasta el punto de que se escuchó una canción clásica que ensalza a Pelé y deteriora a Maradona. Lo que habría sido en este estadio un Brasil-Argentina o un Argentina-Colombia...

En el tendido, mucho mejor, pero sobre el césped el partido no decepciona­ba. Sólo faltaba el gol, que luego llegaría. A la vuelta de los vestuarios se avanzó Francia. Una vez más se demostró la importanci­a de las acciones a balón parado, con el referido córner en el que Umtiti saltó majestuoso para embocar la pelota en la red. Ante Uruguay había

Bélgica lo intentó, liderada por un Hazard desequilib­rante, pero se topó con el muro francés

Los de Deschamps, pletóricos, impusieron su físico en medio de un ambiente muy peculiar

sido Varane. Anoche, el barcelonis­ta. Siempre por el conducto aéreo.

El gol dejó aturdida a Bélgica y Francia lo quiso aprovechar para intentar sentenciar a toda velocidad, con un par de internadas atronadora­s de Mbappé. Como no lo consiguió, el equipo de Deschamps se volvió a recoger delante de su área mientras Martínez introducía talento, dando salida a Mertens. Pero el que tenía el empate en su cabeza era Fellaini, que remataba fuera.

Los belgas se estaban estrelland­o contra el muro francés, como casi todos los rivales, y empezaba a aparecer una cierta frustració­n ante la falta de espacio por el que maniobrar. El más perjudicad­o por este manto superpobla­do era Lukaku, que apenas daba señales de vida, más rodeado que una gacela ante leones hambriento­s. El que se rebelaba ante el decorado era Hazard, que bajaba para probar el desequilib­rio y que generaba zozobra. De resultas de una de estas acometidas el balón fue a parar a los pies de Witsel, que ensayó el disparo lejano. Se topó con los guantes de Lloris.

En el otro lado del campo, Francia se desplegaba con su tridente ofensivo a campo abierto, aunque hubiera necesitado más precisión para aprovechar mejor la situación, como en un tiro de Griezmann centrado u otro de Tolisso que desbarató Courtois. Para entonces, Deschamps ya había preferido sacar a Nzonzi para reforzar más la medular y, como mínimo, conservar la renta. Le salió a pedir de boca.

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 ?? SHAUN BOTTERILL / GETTY ?? Umtiti celebra su gol, el tanto que colocó a Francia en la final, junto a Griezmann, Varane y Pogba, anoche en San Petersburg­o
SHAUN BOTTERILL / GETTY Umtiti celebra su gol, el tanto que colocó a Francia en la final, junto a Griezmann, Varane y Pogba, anoche en San Petersburg­o
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