Ni monólogo, ni conferencia

FRANCESCO Piccolo explica en uno de sus relatos que, en calidad de candidato a los premios David de Donatello, fue recibido en el palacio del Quirinal junto al resto de finalistas por el presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano. Al enterarse su madre, le llamó enseguida para recordarle: “Cuando veas a Napolitano, tienes que decirle que se casó en nuestro restaurante”. E insistió: “Tienes de prometerme que se lo vas decir, porque se pondrá contento”. Piccolo, en la cola del besamanos, pensaba en las palabras de su madre, pero el protocolo era muy rígido. Cada escritor finalista estrechaba la mano al presidente, que sonreía un segundo e inmediatamente miraba a otra parte. Nadie se detuvo para decirle nada, de manera que él tampoco abrió la boca. A su madre aquello le sentó fatal, se entristeció y no paró de repetirle: “Me lo prometiste”.

Las situaciones hay que aprovecharlas, por complicadas que resulten, y callarse sólo es bueno para los fanáticos del protocolo. El encuentro entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat sirvió para que uno y otro pudieran hablar de todo sin condiciones. Al día siguiente, Quim Torra reescribió el guión ante los micrófonos de la radio pública catalana: “El 90% del encuentro lo dedicamos a hablar de la autodeterminación; este era el asunto y no me podía entretener con otros”. El presidente catalán tuvo que marcar distancias con Sánchez y ponerse estupendo con su clientela, después de que en las redes sociales los independentistas más recalcitrantes criticaran el buen tono y las buenas palabras de la sesión. Pero es evidente que el 90% de dos horas y media son 135 minutos, lo que daría para una tesis doctoral sobre la autodeterminación, más que para una charla sobre el tema.

Los medios catalanes han mostrado su satisfacción por el clima creado y las perspectivas que abre. Torra no se calló como

Piccolo en el Quirinal, pero ni hizo un monólogo ni dio una conferencia en la Moncloa.