La Vanguardia

May busca la estabilida­d interna para empezar a negociar con Bruselas

La premier obtiene el respaldo de un Gabinete remodelado y mucho menos radical

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Hace veintiocho años, en un verano igual de caluroso que el actual, con Inglaterra también en las semifinale­s de un Campeonato del Mundo de fútbol como ahora (perdió en los penaltis contra Alemania Occidental), otra primera ministra del Reino Unido empezó a tambalears­e a base de recibir golpes de sus rivales dentro del propio Partido Conservado­r, y sólo pudo aguantar dando tumbos hasta noviembre, cuando perdió la confianza del gabinete y sus ministros, uno tras uno, se presentaro­n en el número 10 de Downing Street para decirle que había llegado el momento de marcharse. Se trataba de Margaret Thatcher.

May, la primera mujer que ha llegado a esa ilustre dirección desde la Dama de Hierro, no quiere correr la misma suerte, y sabe que más importante que el apoyo del grupo parlamenta­rio tory o de la prensa afín es la lealtad del Gabinete. Ayer presidió su primer Consejo de Ministros con el nuevo equipo tras las dimisiones de Boris Johnson y David Davis (con sus sitios ocupados por Jeremy Hunt y Dominic Raab, respectiva­mente), a fin de restablece­r su precaria autoridad y en busca de la estabilida­d que necesita para negociar algún tipo de Brexit mínimament­e digno con Bruselas.

Los problemas de May con el ala más euroescépt­ica de los tories estaban más cantados que un gol de Messi solo delante del portero desde que, tras haber empezando fijando una serie de líneas rojas y diciendo que “Brexit significa Brexit” y que “más vale irse sin acuerdo que con un mal acuerdo”, ha cambiado progresiva­mente de sintonía bajo presiones del empresaria­do, hasta finalmente optar por una fórmula edulcorada de salida de la Unión Europea, con un pie en el mercado único y la unión aduanera, pagando a Bruselas, y aceptando en buena medida la jurisdicci­ón de sus tribunales. Y es casi seguro que ni siquiera eso satisfaga a sus interlocut­ores, porque equivale a un menú a la carta para Londres (zona de libre comercio en productos industrial­es y agrícolas, pero no en servicios) y desafía el principio de las cuatro libertades (sí a la de mercancías, bienes y servicios, pero no a la de trabajador­es). Lo primero que le dirá Michel Barnier a Dominic Raab (el nuevo ministro para la Salida de Europa) cuando se reúnan la semana que viene será: “Enchanté de faire votre connaisanc­e, mais ça ce n’est pas possible, monsieur, je suis désolé” (encantado de conocerle, pero eso no es posible, lo siento mucho).

Es representa­tivo del nuevo rumbo de May que las cuatro principale­s carteras estén ahora ocupadas por políticos tories que votaron a favor de la permanenci­a en Europa (Jeremy Hunt en Exteriores, Philip Hammond en Economía, Sajid Javid en Interior y Gavin Williamson en Defensa), aunque algunos de ellos digan por razones tácticas que ahora lo harían por el Brexit. En el Consejo de Ministros, la premier dijo que el libro blanco con las propuestas a Bruselas se va a publicar el jueves tal y como estaba previsto e insistió en que la alternativ­a a su Administra­ción sería una batalla sangrienta por el liderazgo tory que debilitarí­a al partido, unas elecciones generales anticipada­s que podría ganar el socialista Jeremy Corbyn y la necesidad de implorar a Bruselas para la postergaci­ón de la

Las cuatro principale­s carteras están ahora ocupadas por políticos ‘tories’ que votaron a favor de seguir en la UE

fecha de salida, porque con ese calendario sería imposible hacerlo el 29 de marzo del año que viene.

Unos creen que la tormenta pasará, otros que no ha hecho más que empezar. Theresa May sabe que le esperan días difíciles y que la Unión Europea la va a estrujar, pero está acostumbra­da a las penurias. Necesita unos días de tranquilid­ad, sin nuevas dimisiones, que la visita de Trump transcurra todo lo bien que cabe desear y que el viernes Bruselas no rompa en pedazos el libro blanco. Si es así, incluso puede salir reforzada de las dimisiones y seguir tirando. Si no, puede acabar como una Margaret Thatcher de segunda división.

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SIMON DAWSON / AFP Theresa May en la abadía de Westminste­r para celebrar el centenario de la fuerza aérea británica, la RAF

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