Lo que no se dice de San Fermín
De todas las historias de Iñaki, hay una memorable que nunca cansa porque cuando la explica le sale cara de niño y uno sabe que está en Pamplona y es San Fermín, fiesta desprestigiada por La Manada, el animalismo y otras religiones tirando a tristes.
Iñaki es un “casta”, palabra que en Navarra describe al tarambana con gracia. Cuando Iñaki abandona el restaurante Alhambra de Pamplona –uno de los buques insignias de su familia, hosteleros, con mando en el Europa, una estrella Michelín–, es para hacer alguna trastada.
Un año que le sobraba algún kilo, un año cualquiera, alguien –sospecho que una mujer– se emperró en que Iñaki y su inseparable amigo Angelino probasen una clínica de adelgazamiento de Alicante, con más enjundia que una de Marbella. Les aseguraron que comerían bien y terminarían hechos unos pinceles.
La posibilidad de que Iñaki y Angelino regresasen a Pamplona hechos unos pinceles suscitó expectación entre su círculo de amistades, que incluye a tantos clientes del Alhambra, entre cuyas paredes kitsch Amancio Ortega cerró el nombramiento de Pablo Isla al frente de Inditex, historia exagerada pero con fundamento.
Tras las correspondientes analíticas concienzudas, Iñaki y Angelino fueron sometidos a una dieta variada y para nada exigua porque estos centros para ricos son así. Ustedes no conocen a los dos personajes –tan sanfermineros– ni les cabe en la cabeza que después de pagar el oro y el moro no tuviesen mejor ocurrencia la tercera noche que –en secreto y furtivamente– acercarse al Nou Manolín, una barra de Alicante muy recomendable donde la clientela tiene por costumbre hincharse a gambas frescas.
¿Se puede pagar el oro y el moro en una clínica de adelgazamiento y fugarse de noche a comer gambas?
Iñaki y Angelino le tomaron el gusto a la trastada y todas las noches abandonaban sigilosamente la clínica de adelgazamiento, fuga que pasó desapercibida para la dirección del centro a diferencia del peso de sus huéspedes, que lejos de disminuir conforme al plan científico aumentaba.
El asunto hizo saltar todas las alarmas y fue objeto de sucesivas reuniones en los que los diferentes equipos de especialistas –auténticos gabinetes de crisis– se imputaban los pésimos resultados del tratamiento. El caso llegó a la dirección del centro y –dicen– al consejo de administración.
El retorno de Iñaki y Angelino a Pamplona suscitó gran expectación después de tres semanas hasta el punto de formarse una comitiva de bienvenida, espontánea y descreída. El asunto terminó a lo grande y todos se echaron unas risas. Corrió el Dom Perignon en el Alhambra y Pamplona fue una fiesta: ¡Iñaki y Angelino habían ganado 1,3 kilos y 2 kilos!
A los amigos no se les puede decepcionar y menos en Pamplona, donde la amistad no es virtud sino religión. De eso van los Sanfermines y por eso aquí nos tienen todos los años.