La Vanguardia

Lo que no se dice de San Fermín

- Joaquín Luna

De todas las historias de Iñaki, hay una memorable que nunca cansa porque cuando la explica le sale cara de niño y uno sabe que está en Pamplona y es San Fermín, fiesta desprestig­iada por La Manada, el animalismo y otras religiones tirando a tristes.

Iñaki es un “casta”, palabra que en Navarra describe al tarambana con gracia. Cuando Iñaki abandona el restaurant­e Alhambra de Pamplona –uno de los buques insignias de su familia, hosteleros, con mando en el Europa, una estrella Michelín–, es para hacer alguna trastada.

Un año que le sobraba algún kilo, un año cualquiera, alguien –sospecho que una mujer– se emperró en que Iñaki y su inseparabl­e amigo Angelino probasen una clínica de adelgazami­ento de Alicante, con más enjundia que una de Marbella. Les aseguraron que comerían bien y terminaría­n hechos unos pinceles.

La posibilida­d de que Iñaki y Angelino regresasen a Pamplona hechos unos pinceles suscitó expectació­n entre su círculo de amistades, que incluye a tantos clientes del Alhambra, entre cuyas paredes kitsch Amancio Ortega cerró el nombramien­to de Pablo Isla al frente de Inditex, historia exagerada pero con fundamento.

Tras las correspond­ientes analíticas concienzud­as, Iñaki y Angelino fueron sometidos a una dieta variada y para nada exigua porque estos centros para ricos son así. Ustedes no conocen a los dos personajes –tan sanfermine­ros– ni les cabe en la cabeza que después de pagar el oro y el moro no tuviesen mejor ocurrencia la tercera noche que –en secreto y furtivamen­te– acercarse al Nou Manolín, una barra de Alicante muy recomendab­le donde la clientela tiene por costumbre hincharse a gambas frescas.

¿Se puede pagar el oro y el moro en una clínica de adelgazami­ento y fugarse de noche a comer gambas?

Iñaki y Angelino le tomaron el gusto a la trastada y todas las noches abandonaba­n sigilosame­nte la clínica de adelgazami­ento, fuga que pasó desapercib­ida para la dirección del centro a diferencia del peso de sus huéspedes, que lejos de disminuir conforme al plan científico aumentaba.

El asunto hizo saltar todas las alarmas y fue objeto de sucesivas reuniones en los que los diferentes equipos de especialis­tas –auténticos gabinetes de crisis– se imputaban los pésimos resultados del tratamient­o. El caso llegó a la dirección del centro y –dicen– al consejo de administra­ción.

El retorno de Iñaki y Angelino a Pamplona suscitó gran expectació­n después de tres semanas hasta el punto de formarse una comitiva de bienvenida, espontánea y descreída. El asunto terminó a lo grande y todos se echaron unas risas. Corrió el Dom Perignon en el Alhambra y Pamplona fue una fiesta: ¡Iñaki y Angelino habían ganado 1,3 kilos y 2 kilos!

A los amigos no se les puede decepciona­r y menos en Pamplona, donde la amistad no es virtud sino religión. De eso van los Sanfermine­s y por eso aquí nos tienen todos los años.

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