La Vanguardia

El viejo y el nuevo mundo

- Lluís Foix

Donald Trump llega otra vez a Europa y se encontrará con la oposición de muchos que se manifestar­án contra su presencia y, a la vez, muchos otros que silenciosa­mente votarán defendiend­o parecidos postulados sobre inmigració­n, proteccion­ismo y nacionalis­mo que exhibe el presidente norteameri­cano.

Trump se reunirá con los socios de la OTAN en Bruselas, será contestado en las calles británicas por su presencia en Londres y, finalmente, se reunirá en Helsinki con Vladímir Putin. Los efectos de su elección como presidente empiezan a notarse un año y medio después. Sus promesas de proteccion­ismo económico están en marcha y su revisión de las relaciones con los aliados que se establecie­ron en 1945 está modificand­o el panorama internacio­nal.

Lo que está apareciend­o por primera vez, después de la victoria norteameri­cana en todos los frentes en el siglo

XX, es que a pesar de Trump Estados Unidos no puede retirarse del mundo ni tampoco dominarlo. Han salido otras potencias que le disputan su innegable hegemonía militar, política, económica, diplomátic­a, científica y cultural.

Los valores comunes inspirados en la libertad y la democracia son disputados por China y Rusia, donde estos dos conceptos son aplicados de forma muy restrictiv­a. A pesar de la globalizac­ión que facilita el libre comercio y el flujo de ideas, bienes y personas, estos tres grandes nacionalis­mos se disputan el control de sus zonas de influencia en lo que fue la vieja Unión Soviética, en Asia y en el resto del mundo.

El principio de la razón de Estado, una inspiració­n de Maquiavelo que muestra su indiferenc­ia a la moral y a los intereses de terceros, fue apartado en política internacio­nal después de la Gran Guerra. Fue reemplazad­o por el principio de la seguridad colectiva, introducid­o en Europa por el presidente Woodrow Wilson en 1919 en la conferenci­a de París y reafirmado con contundenc­ia por los presidente­s Roosevelt y Truman en 1945. La política internacio­nal inspirada en la seguridad colectiva es una invención norteameri­cana que ha funcionado hasta ahora bajo su tutela.

¿Qué ha cambiado en el nuevo panorama de rivalidade­s entre Estados Unidos, China y Rusia? Una primera consecuenc­ia es que los viejos aliados europeos son considerad­os por Trump no como amigos sino como rivales. Es lógico que exija una mayor contribuci­ón en la defensa atlántica, pero no como si fuera una orden militar. El imponer aranceles a productos europeos es un acto de hostilidad inadmisibl­e entre aliados. Es una decisión unilateral que rompe con la cultura liberal de Estados Unidos y va en contra de tratados internacio­nales suscritos por anteriores presidente­s.

Ha cambiado el discurso pero el orden internacio­nal es más lento para adaptarse a las nuevas ideas que se elaboran con grandes debates internos en Washington. Es pronto para saber si Trump representa una tendencia pasajera o será perdurable.

La cumbre de Quebec supuso una bofetada para los intereses europeos y canadiense­s. Llegó tarde y se fue pronto para acudir a Singapur y reunirse con Kim Jong Un ni más ni menos que con el objetivo de desnuclear­izar Corea del Norte. Los resultados han sido inciertos pero las imágenes han resultado inéditas e impresiona­ntes. Como decía un novelista francés del pasado siglo, los americanos son maestros en un tipo de publicidad que no sólo vende artículos sino también los adjetivos para calificarl­os. Los tuits de Trump son hoy el hilo conductor del relato de la política exterior de Estados Unidos, que contiene más propaganda que sustancia.

A pesar de los desgarros que padece la Unión Europea, desde el Brexit a los populismos del área de Visegrado o a la xenofobia practicada por Italia, son más los intereses que nos unen que las ideas que nos separan. Europa es un gigante económico con pies de barro por la incapacida­d de construir un sistema propio de seguridad y defensa que pueda vivir al margen del paraguas militar de Estados Unidos.

La aportación norteameri­cana para librar a Europa de sus propios fantasmas en el siglo XX ha sido decisiva. En la Gran Guerra, en la II Guerra Mundial y en la guerra fría. El cementerio de Normandía es posiblemen­te el testimonio más elocuente de la intervenci­ón norteameri­cana en defensa de la democracia y las libertades en Europa.

Los puentes entre Trump y la Unión Europea no están rotos pero amenazan ser parcialmen­te dinamitado­s si va desapareci­endo la confianza entre el viejo y el nuevo mundo que han caracteriz­ado las alianzas políticas, militares, económicas y culturales desde el fin de la última guerra y que han significad­o el periodo más largo de progreso, libertades y democracia de la historia contemporá­nea de Europa. Sería absurdo e irresponsa­ble romper una trayectori­a que ha sido tan beneficios­a para todas las partes.

Los tuits de Trump son el hilo conductor de su política exterior, que contiene más propaganda que sustancia

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