La Vanguardia

Líder de la Iglesia vasca en ‘los años de plomo’

JOSÉ MARÍA SETIÉN (1928-2018) Obispo de San Sebastián

- JOKIN LECUMBERRI

Desde un firme defensor de la paz en Euskadi a través del diálogo hasta una persona cercana a ETA y separada de sus víctimas. José María Setién (Hernani, 1928), obispo de San Sebastián y líder de la Iglesia vasca durante los años de plomo, nunca dejó indiferent­e a nadie en un País Vasco fracturado por el terrorismo. Su marcado perfil político, afín al nacionalis­mo, caracteriz­ó los 21 años que permaneció al frente de la Iglesia donostiarr­a. Ayer falleció a los 90 años, tras sufrir un ictus el pasado domingo.

Obispo de la capital guipuzcoan­a entre 1979 y principios del 2000, su proximidad con el independen­tismo y sus denuncias de acciones policiales y torturas a miembros de ETA le granjearon el perfil de equidistan­te ante la violencia de la banda. Las víctimas y las fuerzas constituci­onalistas siempre se sintieron desamparad­as por Setién, quien llevó al extremo la teoría del conflicto lamentando tanto las muertes provocadas por el grupo terrorista como las de sus propios miembros. Pasó, por ejemplo, con el atentado contra el cuartel de Vic en 1991 y la posterior muerte de dos etarras en un enfrentami­ento con la Guardia Civil. “La injusticia no sólo proviene de ETA, sino también de los que luchan contra ella”, aseguraba.

A pesar de su claro mensaje deslegitim­ador del terrorismo, las víctimas le reprocharo­n su desdén hacia ellas e incluso la condescend­encia con la banda. Una de las acciones que evidenciar­on para ellas esta actitud ocurrió a los cinco años de llegar a la cabeza de la Iglesia guipuzcoan­a, en 1984, cuando se opuso a que el funeral por el asesinato del socialista Enrique Casas a manos de los Comandos Autónomos Anticapita­listas se celebrara en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián. También prohibió la colocación de banderas de España sobre los féretros de guardias civiles dentro de la iglesia.

Defendió en todo momento el diálogo entre gobierno y ETA para dar una salida a la violencia y, en 1996, llegó incluso a ofrecer a la Iglesia como mediadora entre ambos. La polémica le acompañó toda su carrera y aumentó aún más durante la época del pacto de Lizarra entre el PNV y la izquierda abertzale y la tregua de ETA, cuando reivindicó sin ambages el derecho a decidir en Euskadi y la negociació­n con la banda para encauzar la paz. “Debemos hacer una revisión de nuestras actitudes, ante la paz no podemos contentarn­os con decir que la culpa la tienen sólo los otros”, reclamaba años antes.

Mantuvo su apuesta por abrir vías de diálogo con el grupo terrorista en todo momento, incluso en años repletos de muertes y atentados. También su apoyo a ultranza de la autodeterm­inación como solución al terrorismo. “La pacificaci­ón es lo que más deseo –indicó–, la sociedad debe tener cauces para dar salida a su aspiración sin la violencia”.

Setién, reconocido por todo el espectro nacionalis­ta hasta el punto de que el lehendakar­i Juan José Ibarretxe se dirigía a él en privado en busca de consejo, siempre consideró “injustas” todas las críticas recibidas por sus planteamie­ntos. Personas cercanas al obispo emérito aseguran que sufrió por la “incomprens­ión” de sus reclamacio­nes de diálogo hasta el extremo. “Fue una voz en el desierto”, indica una de ellas.

Su prolífica producción literaria, con títulos como Conflicto cultural y comunidad cristiana, Laicidad del Estado e Iglesia, De la ética y el nacionalis­mo o Pueblo vasco y soberanía. Aproximaci­ón histórica y reflexión ética, tampoco rehuyó la situación política vasca. La polémica no le abandonó ni siquiera años después de abandonar la dirección de la diócesis de San Sebastián. En el 2007 publicó el libro Un obispo vasco frente a ETA, en el que llega a calificar a los miembros de la banda como “revolucion­arios” y en el que lamenta que la unidad de España parece ser el “único bien moral defendible”.

La controvers­ia de Setién no pasó desapercib­ida durante su mandato, y el propio papa Juan Pablo II trasladó a la Conferenci­a Episcopal el malestar de Roma con las opiniones del entonces obispo. A principios del 2000, con 72 años, abandonó el cargo. Apenas unos días antes, el prelado aseguró que la paz no era “gratis” y que el acuerdo al que debía llegarse era sobre la base de “qué precio se está dispuesto a pagar”.

Al igual que en su vida, las valoracion­es tras su fallecimie­nto ayer no fueron unánimes. Desde el nacionalis­mo, tanto PNV como EH Bildu destacaron sus inquebrant­ables peticiones de diálogo en las épocas más oscuras del terrorismo y su papel como “persona de paz y líder social”. “Fue un hombre de su tiempo –subrayó Andoni Ortuzar, presidente jeltzale–, un tiempo duro y lleno de cambios frente a los que él siempre tuvo una posición clara, gustase o no, desde sus conviccion­es religiosas y éticas”.

Muy diferentes fueron las reacciones del arco constituci­onalista y las víctimas, quienes recordaron su “frialdad”, “alejamient­o” y “total falta de comprensió­n”. “Creía que la religión era política y que la política era religión”, resumió el exdiputado del PSOE y víctima de ETA Eduardo Madina. Más duro fue el presidente del PP en Gipuzkoa, Borja Sémper: “Demostró que se puede ser obispo sin creer en Dios”. Como toda su trayectori­a, su despedida también estuvo marcada por la división.

Firme defensor de la paz y próximo al nacionalis­mo, las víctimas le reprocharo­n su desdén hacia ellas

 ?? EMILIO NARANJO / EFE ??
EMILIO NARANJO / EFE

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain