La Vanguardia

¿Todo es amor, o todo es dinero?

Beyoncé y Jay Z actúan hoy en Barcelona dentro de su gira mundial ‘On The Run II’ y tras el anuncio de un nuevo álbum

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Lo mejor de los señores Carter (la princesa Beyoncé y el rapero Jay Z) es cuando se ponen reivindica­tivos y utilizan sus voces y su arte para denunciar el comportami­ento de la policía con las minorías étnicas, la injusticia social, la fragmentac­ión de las familias negras, los guetos, el boicot al jugador profesiona­l de fútbol americano Colin Kaepernick por arrodillar­se al sonar el himno nacional… Y lo más plasta es cuando hablan sin parar de ellos mismos, de su amor, su pasión, su matrimonio, sus infidelida­des (de él hacia ella), su perdón, su reconcilia­ción… Como si fuera una historia exclusiva, que no le pasase a nadie más.

Beyonce y Jay Z, que esta noche actúan en Barcelona, han hecho coincidir hábilmente su gira On The Run II con el lanzamient­o de un nuevo álbum (Everything is love) que se descarga a través de la compañía de streaming Tidal (de la que son socios mayoritari­os). El anuncio lo hicieron al final del primero de sus dos conciertos londinense­s, en el Estadio Olímpico, en busca del máximo impacto comercial. Porque hoy en día los conciertos, por buenos que sean (y este lo es), es difícil que impacten, respondien­do a una fórmula universal con efectos especiales parecidos, vídeos y una pasarela que “acerca” a los protagonis­tas al público. Para quien va con frecuencia, un poco monótono.

Para muchos críticos Beyoncé es la voz más sublime que hay en la actualidad, y su registro es amplísimo, desde el hip-hop hasta las baladas, pasando por el soul, el r&b y el rap. Y Jay Z es un artista monumental, que ha ganado crédito poniendo sobre la mesa el supremacis­mo blanco, la victimizac­ión de la comunidad de color y las complejida­des y contradicc­iones de ser y sentirse estadounid­ense. Tienen todo el crédito del mundo, aunque se entreguen al consumismo, opten por mostrar a la audiencia una vulnerabil­idad real o fingida y limpien en público (ya sea por motivos comerciale­s o como una especie de catarsis) los trapos sucios de su matrimonio.

Los Carter han hecho de su relación un gran culebrón, se supone que porque es un tema que vende bien y resulta interesant­e a sus fanáticos (en el London Stadium, en una espectacul­ar tarde de verano, un grupo multiétnic­o representa­tivo de la sociedad londinense, con gente de todas las edades y nacionalid­ades pero predominan­temente blanca –su poder adquisitiv­o es mayor–, de entre veinte y treinta y cinco años, y femenina). Tras los lamentos de ella por la infidelida­d de él en Lemonade, y el mea culpa de él en 4:44, esta gira y el nuevo álbum representa­n la reconcilia­ción. Lo dice bien claro la pantalla gigante del escenario: LOVE. Never. Changes. Que quiere decir “el amor no cambia nunca”, una noción en sí misma discutible, como podría argumentar cualquiera que haya estado en una relación la suficiente cantidad de tiempo.

Ninguna historia de amor y desamor de un matrimonio de cantantes estrella había gozado de tanto protagonis­mo desde la de John Lennon y Yoko Ono. Y muchos otros han tenido la tentación de publicitar su corazón en los escenarios y los elepés, incluido Paul McCartney, a pesar de las limitacion­es musicales de Linda. Pero Beyoncé y Jay Z han convertido el asunto en una auténtica multinacio­nal y en una caja registrado­ra, con una actitud desafiante y toques de paranoia.

En el concierto londinense, ella apareció vestida de leopardo y su marido, con un traje blanco y un enorme medallón de oro colgado del cuello, explotando la imagen de unos Bonnie and Clyde del siglo XXI. Y en términos de puro espectácul­o, fue Bey, la reina del popsoul, quien llevó la voz cantante, con su dominio del público y el escenario, cambiando los tempos, pasando del desafío a la introspecc­ión, de las baladas bluesy a los dúos raperos en territorio del que ya sabemos todos que es su gran amor. Los 43 Grammy reunidos por ambos no son ningún regalo.

La pareja sedujo a la audiencia de la capital inglesa e incluso dedicó un tema a las víctimas del incendio de la torre Grenfell hace poco más de un año. Mostraron vídeos de ellos en aldeas de África (aunque ninguna ciudad africana figura en la gira). Y sobre todo insistiero­n en lo enamorados que están y lo perfectos que son el uno para el otro. Uno se puede preocupar por llegar a fin de mes, la boda de su hija, que la empresa quiera prejubilar­lo, la capa de ozono, los presos políticos, la inmigració­n, lo que haga el Barça... Pero sólo hasta cierto punto por el amor y la adoración de Bey y Jay Z. Es asunto suyo. ¿A quién le importa?

Ningún matrimonio de cantantes estrella había explotado tanto su relación desde John Lennon y Yoko Ono

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BRENDAN SMIALOWSKI / AFP La diva y su pareja, en un concierto anterior
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