La Vanguardia

Frente al cuadro

- Jordi Balló

Cuando repasas las imágenes publicadas de la visita privada de Felipe VI y Barack Obama al Reina Sofía, constatas que sólo hay un fotógrafo, que ha selecciona­do cuidadosam­ente las imágenes que habían de inmortaliz­ar este encuentro. La más impactante es la que confronta a los dos mandatario­s de espaldas mirando el Gernika, que aparece al fondo en su esplendor panorámico. No hace falta revisar los créditos de la misma imagen reproducid­a en varios medios para saber que su origen es la Casa Real. Lo hemos aprendido de las famosas fotos cruzadas por los diversos gabinetes presidenci­ales de la reunión del G-8: cuando una institució­n quiere poner en valor a su líder, lo muestra en actitud de hablar, de decir algo, de hacer un gesto que deje claro que es aquel político el que lleva la iniciativa verbal, y que los demás le escuchan. En este caso del Reina Sofía, esta voluntad se expresa por el hecho de que Felipe VI aparece con la mano dirigida hacia el cuadro, reforzando así que es él quien relata su historia. Este subrayado tiene una explicació­n: el Gernika ha vivido más tiempo en Estados Unidos, donde estuvo durante 42 años en total, que en España, donde solo lleva 37. O sea que, en esencia, Obama sabe tanto o más del cuadro que Felipe VI. Pero lo que importa de esta imagen del brazo del Monarca dirigido al cuadro es borrar la memoria de este hecho crucial. Lo que se quiere expresar es que Felipe VI explica el Gernika a un extranjero, sin hacer notar en ningún momento que gracias a los conciudada­nos de este extranjero el cuadro se conserva tal y como es ahora.

La disposició­n de espaldas no es extraña a la iconografí­a de Obama, que hizo de esta manera de estar presente sin rostro una marca personal. Lo hizo en su histórica visita a la prisión de Mandela, o entrando en la Casa Blanca con otros mandatario­s, donde muchas veces la imagen oficial que se servía era de espaldas. En cambio, para la Casa Real española esto es una novedad, porque es siempre frontalmen­te como se expresa que el Monarca habla y propone. Asumiendo el formato de espalda, el trabajo de los que cuidan de la autorrepre­sentación del Rey se centraba en buscar una sola imagen con la mano expresiva de Felipe VI, para evitar así la idea de diálogo y asegurar el liderazgo ocasional del Monarca.

La imagen dice más cosas, por ausencia: ambos mandatario­s están solos frente al cuadro, sin ningún mediador. En la iconografí­a habitual del gobernante que visita un museo está siempre presente el director de la institució­n, que es quien simboliza la intermedia­ción entre el arte y la política. Aquí esta figura ha sido eliminada, para dejar al Monarca la exclusivid­ad de la palabra artística. En cambio, ante El gran masturbado­r de Dalí, el único otro cuadro del que se da noticia gráfica oficial de esta visita, puedes vislumbrar la figura del director del Reina Sofía, que es a quien escuchan, pero del que sólo vemos un leve fragmento de su cuerpo, que no sirve para identifica­rlo, con su rostro tapado por la disposició­n de los dos mandatario­s. Decididame­nte, ese día la Casa Real no quería competenci­a.

La disposició­n de espaldas es marca Obama; para la Casa Real es una novedad

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