La Vanguardia

“Escondía las agendas de los políticos clandestin­os entre mis papeles”

Josep Massot i Muntaner, historiado­r, medalla de oro de la Xarxa Vives d’Universita­ts

- MAGÍ CAMPS

Habla casi todas las lenguas románicas. También el alemán y el inglés, y entiende el holandés. Ha escrito 80 libros y ha revisado más de 120. (El verbo revisar lo utiliza con el sentido de “reescribir de cabo a rabo”, pero prefiere no decirlo.) El día 13 recibirá en la Universita­t Miguel Hernández de Elx la medalla de oro de la Xarxa Vives d’Universita­ts. Nació en Palma en 1941. Subimos a Montserrat con su sobrino, el periodista Josep Massot, para charlar con él después de unos problemas de salud. Es la fiesta de San Pedro y San Pablo y el redoble de campanas es constante.

Ha tenido un pequeño susto de salud. ¿Cómo se encuentra?

Pequeño no; estuve a punto de morir. Me operaron a corazón abierto –que no hace mucha gracia–, pero fue bien y de recuerdo me dejaron la mano derecha que no se movía. Ahora se empieza a mover.

¿Escribe con la izquierda?

Yo soy zurdo pero de niño me hicieron aprender con la derecha. Ahora he reaprendid­o con la izquierda.

¿Ha recuperado toda la normalidad?

Poco a poco. He reanudado el trabajo de la editorial [dirige las Publicacio­ns de l’Abadia de Montserrat (PAM) desde 1971], pero en el IEC no, salvo la Fundació Rodoreda. El día 12 voy a Alicante. El médico me ha dado permiso para volar. El día 13 hay un jaleo en la Universita­t Miguel Hernández...

Y este jaleo, ¿de qué se trata?

Esas cosas que hace la Xarxa Vives, todas las universida­des de los Països Catalans: la medalla de honor.

Le dan a usted y a Manuel Lladonosa, de la UdL.

Sí, pero vaya, no tiene importanci­a.

¿Se siente orgulloso de lo que ha conseguido en la editorial de Montserrat?

Cuando entré en el monasterio, en 1960, al final de la universida­d, ya empecé a trabajar. Lo primero que hicimos fue traducir el misal al catalán. Eran los tiempos del concilio Vaticano II. Eso fue muy importante, porque el catalán era una lengua prohibida, y cuando el concilio dio permiso para hacer la liturgia en lengua vernácula, el catalán pasó a ser la lengua con que se hacía la misa en todas las iglesias. Desde un punto de vista sociolingü­ístico, tuvo una influencia enorme. Y también se hizo el Nuevo Testamento.

¿Con qué tipo de lengua? Había quienes ponían llur, hom y lo que sea, y había otros que, como hacía Espriu, queríamos acercar la lengua escrita a la lengua hablada. Acabé revisando todos los libros.

También están las revistas. Serra d’Or tomó impulso y Tretzevent­s nos ayudó a descubrir a dibujantes y narradores juveniles. Entonces sólo había la editorial La Galera, y sacamos algún libro que ellos habían rechazado. Nos pidieron que cómo era que publicábam­os libros donde salía algún hada... Ellos sólo publicaban cosas realistas.

En Montserrat se celebraban reuniones clandestin­as.

Una vez se presentó la Guardia Civil y escondí las agendas de los políticos entre mis papeles. No las encontraro­n.

¿Qué visión tiene del mundo?

He tenido dos alma mater: la Universita­t de Barcelona, con profeso- res como Martín de Riquer, Blecua, Vilanova, Molas, Badia... Y la otra fue el IEC, que funcionaba de una manera semiclande­stina. De ellos aprendí, primero, a no especializ­arme excesivame­nte en nada, para tener una visión más amplia de las cosas; y segundo, una cosa que era común antes de la guerra, que era unir lengua, literatura e historia.

En la recuperaci­ón de la cultura catalana con la Gran Enciclopèd­ia Catalana, ¿se ha contado bien el papel de Josep Benet y Jordi Pujol?

Pujol la pagó, pero no es quien la sacó adelante. Jordi Carbonell fue el primer director y Max Cahner era el alma del proyecto.

¿En qué parte trabajó usted?

La de Mallorca, que oficialmen­te la elaboraba la familia Moll. Me dijeron que yo hiciera el trabajo, aunque saldría firmada por los otros.

Hizo de negro.

Hice de negro relativo, porque los artículos que redactaba yo, los firmaba yo, pero revisé otros miles.

¿Y con Pujol?

Lo conocí peleándome. Los que trabajaban allí no fichaban igual que los de la banca. Cahner me pidió que hablara con Pujol para ver si se podía encontrar una solución.

¿Hizo de mediador?

Sí, es lo que he hecho toda mi vida: tratar de poner de acuerdo a la gente, sin recibir demasiado.

¿Y qué le dijo a Pujol?

“Señor Pujol: l’Enciclopèd­ia no es un banco y no se trabaja igual. Debe aprender a tratar a la gente”.

¿Pujol intervino más allá de con el dinero?

A mí me censuró el artículo de Carbonell, cuando decía que fue el primer director de la Enciclopèd­ia. Pero, fuera de eso, no me consta que intervinie­ra demasiado. Los que trabajaban allí no eran pujolistas. Con Cahner estaban a matar y, en cambio, lo recuperó como conseller de Cultura.

¿Cómo ve la lengua catalana?

Se han hecho cosas que cuando yo era niño parecían impensable­s. Pero no estamos en un país normal y, aunque se ha avanzado muchísimo, el uso social ha disminuido.

¿Se ha perdido el consenso?

En algunas cosas se ha querido ir demasiado deprisa y ha habido falta de diálogo, pero también hay un sector al que le han hecho creer que el castellano está peor que el catalán. Y eso es manipulaci­ón.

¿Cómo ve el momento político?

Hay un retroceso autoritari­o enorme. Cuando murió Franco pensábamos que vendría una democracia, pero la transición fue un engaño. Benet decía que habían pasado muchas desgracias y que se debía perdonar todo, y me parece perfecto. Pero en verdad, así como a los militares, a partir del 23-F, Narcís Serra y compañía los pusieron a raya, con los jueces no se ha puesto nunca la justicia a la altura en que está en los estados democrátic­os.

LENGUA MODERNA “Cuando tradujimos la Biblia, quité todos los ‘llurs’ y los ‘hom’ que querían meter”

MOMENTO POLÍTICO ACTUAL “Hay un retroceso autoritari­o enorme porque la transición fue un engaño”

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XAVIER CERVERA

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