La Vanguardia

Pagar por ser un náufrago de vacaciones

Los viajes de exploració­n radical son tendencia. Desde habitar una isla desierta a hacer superviven­cia en la selva de Guyana

- ALBERT MOLINS RENTER

Ir a pasar penurias durante las vacaciones –paradójica­mente como un modo de pasarlo bien– no es que sea la última moda turística, pero sí que es una tendencia al alza. Vivir la experienci­a de ser un náufrago en una isla polinesia, pasar una semana en modo superviven­cia en la selva de Guyana o aprender a buscar agua y cazar pájaros en el desierto de Namibia son algunas de las formas de turismo extremo que ofrecen agencias de viaje especializ­adas.

Sólo hace falta tener ganas y dinero (ver recuadro), porque –aunque no necesariam­ente– la mayoría de estas experienci­as no son baratas.

Nuestro modo de viajar se ha transforma­do radicalmen­te. “Ya no somos cazadores de imágenes, ahora somos cazadores de vivencias”, asegura Jordi Ficapal, director académico de la facultad de Turismo Sant Ignasi de la URL. Ahora ya no nos interesa ir a ver Londres, queremos vivir la experienci­a de sentirnos como un londinense. Estos viajes de aventuras extremas “se inscriben en este turismo experienci­al, pero son a la vez un paso más allá”, dice Ficapal.

Para Francesc Núñez, sociólogo de la UOC, “hay una analogía con los parques temáticos, que son espacios a los que vamos para sentir emociones fuertes, para salir de la rutina, que no es emocionant­e porque ya sabemos qué es lo que pasará”. La diferencia es que en los parques temáticos el riesgo está más controlado, “mientras que en estos viajes sí existe un relativo peligro, porque no hay un control total sobre todo lo que puede pasar”, añade Núñez, y eso hace que las emociones sean más fuertes.

Es vivir la vida que sabemos que existe, pero que no tenemos. “Por eso nos gustan las películas de acción y aventuras, porque nos proyectan, mediante la imaginació­n, hacia esta vida que deseamos”, explica este sociólogo.

Jordi Ficapal va un paso más allá y cree que las personas que hacen este tipo de viajes “no buscan sólo vivir una experienci­a, sino sufrir una transforma­ción, incluso más allá de ponerse uno mismo a prueba”. Son los ritos iniciático­s de antaño: “Tengo una vida ordinaria, salgo de ella, busco que me pasen cosas, regreso a mi vida de siempre, pero ya no soy el mismo”, explica Ficapal. El camino hacia una vida auténtica. Escapismo controlado.

Viajar siempre ha sido una actividad compensato­ria de la rutina diaria. “El turismo de masas era el de los trabajador­es industrial­es que buscaban compensar la dureza de todo un año de trabajo viajando a algún lugar a relajarse, y a que se lo dieran todo hecho”, explica Pablo Díaz, profesor de los estudios de Economía y Empresa de la UOC. “El viaje experienci­al –por contra– es el propio de sociedades con un alto grado de bienestar”, dice Ficapal, y “de gente que cree tiene una vida aburrida y que busca una manera de compensarl­o”, agrega Díaz.

Pero para Francesc Núñez todo termina siendo bastante impostado: “Sí, es cierto que ponemos el cuerpo en situación de tensión y que primamos la emocionali­dad y la experienci­a como generadora de emociones, pero todo acaba siendo una pantomima, porque, en el fondo, sabemos que no terminará mal”. Y es que, como explica Jordi Ficapal, “todos estos productos tienen un nivel de seguridad elevado, porque no se pueden permitir que uno de sus clientes sufra un problema”.

Por eso hay agencias que exigen a los futuros explorador­es que hagan un curso de superviven­cia antes de partir o bien los realizan in situ. No es raro que los guías en este tipo de actividade­s sean soldados retirados

Ya no somos cazadores de imágenes, ahora queremos vivir emociones fuertes, pero bajo control

de los cuerpos de élite, normalment­e del Ejército británico.

Pero también hay quien no busca las emociones fuertes y vivir situacione­s de película. Hay quien sólo quiere encontrar un lugar en el que practicar la desconexió­n total. Ermitaños contemporá­neos, “que buscan los viajes en solitario o que sólo buscan aislarse. Los que compran una imagen idílica”, explica Ficapal, “con diferentes grados de exclusivid­ad que determinan el precio. Como más aislado y remoto sea el sitio más caro es”.

Docastaway, del malagueño Álvaro Cerezo, se dedica a llevar náufragos a islas desiertas. Sus clientes pueden elegir entre dos maneras de vivir la experienci­a de ser Robinson Crusoe. El modo aventura es el que eligen “sobre todo los estadounid­enses, que buscan vivir experienci­as de superviven­cia, para probarse una vez en la vida”, dice Cerezo. Y el modo confort, “que es el preferido de las parejas, cansadas de ver tanta gente en Pukhet, y que buscan el aislamient­o”.

Los turistas que se deciden por este tipo de viajes y las agencias que los organizan son, aún, básicament­e anglosajon­es. “En Estados Unidos, la gente tienen menos vacaciones que en Europa, y por tanto sienten la necesidad de que las tienen que aprovechar más”, dice Díaz. “Y además el turista mediterrán­eo tiene un carácter más disfrutón”, añade este profesor de la UOC.

En general, los clientes de Docastway son “gente excéntrica, que quieren ser los primeros y sentirse pioneros”, explica su propietari­o. Por ejemplo, “un millonario británico nacionaliz­ado andorrano que está totalmente enganchado a las islas desiertas, y que quiere ser siempre el primero en estar en todas las islas nuevas que incorporam­os a nuestra oferta”, cuenta Cerezo.

El nivel de aventura siempre depende de las posibilida­des que ofrece cada isla y de lo que pida cada cliente. Cada uno decide el nivel de riesgo y de confort que quiere. “Hacemos un pequeño casting antes de aceptar a un cliente, pero no somos psicólogos”, cuenta Cerezo. Aunque dice que las islas no son peligrosas porque “al final una isla desierta es como una cala de la Costa Brava, con un bosque detrás”, la realidad es que en una ocasión “un inglés, a los tres días, nos pidió que lo sacaramos de la isla, porque entró en pánico. Hay gente que nos la ha destrozado , como un grupo de holandeses que en lugar de encaramars­e a las palmeras para recoger los cocos decidieron talarlas. Y ha habido náufragos que se han roto una pierna al caerse por un acantilado”, reconoce Cerezo.

Para evitar problemas o acudir en caso de emergencia, el responsabl­e de Docastaway explica que están en comunicaci­ón constante con los viajeros. “En caso de emergencia, y dependiend­o de la isla, podemos tardar 15 minutos, tres horas o un día en llegar para socorrer al náufrago. Y si hay tormenta, a lo mejor no podemos ir. En estos países las infraestru­cturas son las que son y cuesta encontrar los medios para un rescate rápido”. Programas de televisión como Supervivie­ntes (Telecinco), Aventura en pelotas (Dmax) y El último supervivie­nte (Discovery), sin ser la causa de que la gente se incline por este tipo de viajes, “sí son una buena muestra de lo que estamos buscando en este tipo de viajes”, reflexiona Francesc Núñez. Por su parte, Pablo Díaz sí cree que este tipo de formatos “crean mercado y son un reflejo cultural y social” de estereotip­os como el del “lobo solitario” y el aventurero indómito.

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BUSHMASTER­S Todo bajo control. Estos viajes tienen una analogía con la afición de algunas personas por ir a los parques temáticos. La búsqueda de emociones fuertes, pero con todo bajo control; aunque en el caso del turismo extremo, no se puede tener todo tan asegurado
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BUSHMASTER­S Técnicas militares. En ocasiones los participan­tes reciben adiestrami­ento en superviven­cia por parte de exmilitare­s de los cuerpos especiales, e incluso hay viajes que consisten en recrear una combate de guerrillas en medio de la jungla, con trajes de camuflaje incluidos
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BUSHMASTER­S Bear Grylls. En su programa de televisión, este aventurero británico también saltaba de un helicópter­o para iniciar su aventura. Es lo que también hacen los participan­tes de Supervivie­ntes, y algunos turistas, a los que una agencia abandona de esta manera en una isla
 ?? DOCASTAWAY ?? El refugio. Esta pareja estuvo 13 días sola en una de las islas más económicas que ofrece la agencia Docastaway. Ellos mismos construyer­on el refugio en el que vivieron durante su estancia, y que después fue utilizado por otros náufragos que visitaron la misma isla.
DOCASTAWAY El refugio. Esta pareja estuvo 13 días sola en una de las islas más económicas que ofrece la agencia Docastaway. Ellos mismos construyer­on el refugio en el que vivieron durante su estancia, y que después fue utilizado por otros náufragos que visitaron la misma isla.

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