De otra pasta
DONALDTrump es al mismo tiempo un personaje seductor y desestabilizador, que es capaz de tener a todo el mundo expectante, porque nunca se sabe con qué nos va a sorprender. En poco tiempo podemos verlo siendo grosero, a continuación dándose autobombo y finalmente mintiendo. Pero en todo momento se las ingenia para ser divertido. El profesor Aaron James ha escrito que la política de hoy permite que un hombre espectáculo atraiga la atención de los medios de comunicación y sea el centro de conversaciones informales al margen de las normas políticas. Es como un matón de patio de colegio o un boxeador dado a humillar al oponente. Y nadie se subleva: sus salidas de tono, sus disparates o sus broncas producen tanto placer como confusión. Su presencia es siempre inquietante, lo que le permite hacer siempre lo que le viene en gana, al margen de los asesores y de los diplomáticos.
El presidente de Estados Unidos ha pasado por Europa como un ciclón. Esta semana ha estado desconsiderado con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, al echarle en cara que los europeos no dedicaban suficientes fondos, ha atacado a Angela Merkel al acusar a Alemania de estar prisionera de Rusia por el suministro de gas, ha mangoneado a sus socios porque sólo ocho países alcanzarán este año el objetivo del 2% del gasto en defensa y ha abroncado a Theresa May por apostar por el Brexit blando. Ningún manual de diplomacia dice que hay que machacar a los aliados, ni recomienda maltratarlos en público, ni mucho menos despreciarlos en privado. Pero Trump es de otra pasta, de tal modo que puede resultar maleducado, autoritario, demagogo, a incluso sexista en sus relaciones internacionales. A su paso por Londres, concedió una entrevista a The Sun (que está grabada), en la que descalificó a la primera ministra, para luego calificar de fake sus comentarios. De todas maneras, se disculpó ante May: “No te preocupes, es sólo la prensa”.