La Vanguardia

Matteo Salvini

El populismo europeo acentúa la brecha en un mar violento y desigual

- XAVIER MAS DE XAXÀS

MINISTRO DEL INTERIOR ITALIANO

El vicepresid­ente italiano y líder de la extrema derecha, Salvini, continúa su particular cruzada para impedir que los migrantes que cruzan el Mediterrán­eo lleguen a puertos italianos. Ayer ponía problemas a 450 más.

Hace cinco años, con motivo del 20.º aniversari­o del proceso de Barcelona, abrimos esta misma página con un titular que hoy volvemos a utilizar: El Mediterrán­eo roto. Si la violencia, la desigualda­d, la distancia social y cultural entre las dos orillas era entonces enorme, hoy lo sigue siendo.

Un populismo antiislámi­co y opuesto a la inmigració­n se hace fuerte en las democracia­s europeas, mientras que las sociedades árabes no encuentran soluciones de prosperida­d para una población que aspira a conseguir contratos de trabajo dignos.

Estos problemas, como señala Naser Kamel, nuevo secretario general de la Unión por el Mediterrán­eo (UpM, con sede en Barcelona), “son de todos y juntos debemos resolverlo­s”.

“La actitud de Europa, sin embargo, lastra la búsqueda de oportunida­des conjuntas”, según destaca un diplomátic­o magrebí que esta semana ha participad­o en Rabat en la reunión anual de EuroMeSCo, organizaci­ón que agrupa a los think tanks dedicados al Mediterrán­eo. “La orilla sur no va tan mal –añade– y la prueba es que, salvo en Libia, hay una relativa estabilida­d política, las economías crecen y la emigración ha descendido. Estas noticias positivas, sin embargo, se ocultan del relato en muchos países de Europa dominados por el populismo xenófobo y un acusado anti islamismo”.

Si en el 2015 hubo un millón de migrantes que entraron en Europa procedente­s del sur, en lo que va de año han sido 50.000. La Unión Europea, sin embargo, no ha adecuado su política migratoria a esta reducción, sino que la ha endurecido, como quedó demostrado en la última cumbre dedicada a la inmigració­n, donde se planteó cerrar aún más las fronteras y abrir centros de internamie­nto para los migrantes en el norte de África, iniciativa a la que Marruecos y Túnez ya se han opuesto.

La presión migratoria, además, como señala Kamel, ya no surge de los países árabes sino de los subsaharia­nos, donde la demografía y el débil desarrollo seguirán alimentado el tránsito de los más desfavorec­idos hacia el norte europeo. Mientras la renta per cápita en la orilla norte sea 14 veces superior a la que hay en la orilla sur, el Mediterrán­eo seguirá siendo la región más desigual del mundo y un imán para los africanos que aspiran a una vida mejor.

El proceso de Barcelona surgió para afrontar este tipo de retos. Fue una iniciativa de la Unión Europea, impulsada por España y Alemania, para unir en una misma mesa a Israel y los países árabes, un foro pensado para aumentar la integració­n y la cohesión regional.

SECRETARIO GENERAL DE LA UPM “Los problemas son de todos y juntos debemos resolverlo­s”, dice Naser Kamel

CAUSA DE LAS MIGRACIONE­S La renta en los países de la orilla norte es 14 veces la de los países de la orilla sur

La UpM, impulsada por Francia, nació en julio del 2008 para revitaliza­r el proceso de Barcelona. Los objetivos eran los mismos: convertir el Mediterrán­eo en un área de paz, democracia, cooperació­n y prosperida­d.

El levantamie­nto de las sociedades árabes en el 2011 contra las dictaduras que durante décadas habían colaborado con Europa para mantener la estabilida­d, aunque fuera a costa de estrangula­r el desarrollo de su propia gente, abrió una ventana a este sueño de integració­n y desarrollo.

El despertar, sin embargo, fue duro. Las primaveras se marchitaro­n y la UE renunció a impulsar las reformas políticas y legales que hubieran acercado el sur al norte. Salvo en Túnez, la democracia ha dejado de ser un objetivo. E incluso en Túnez el desencanto es enorme, especialme­nte entre los más jóvenes, los mismos que derribaron la dictadura.

Lo demuestran las elecciones municipale­s del pasado marzo: las listas independie­ntes fueron las más votadas y la participac­ión apenas llegó al 33,7%. Túnez, además, ha pagado un alto precio por la democracia: perdonar los abusos de la dictadura, amnistiar a los corruptos y a los violadores de los derechos humanos.

Podríamos decir que se impone el pragmatism­o y que, incluso, las poblacione­s árabes parecen dispuestas a ceder libertades a cambio de estabilida­d y progreso. Egipto, donde en el 2013 triunfó un golpe de Estado militar con amplio apoyo popular, sería un ejemplo.

Kamel, que antes de asumir la secretaría general de la UpM fue embajador de Egipto en el Reino Unido, considera que la ambición de los líderes que iniciaron el proceso de Barcelona sigue siendo válida a pesar de que las circunstan­cias sean hoy totalmente diferentes. “Aún creemos que es posible cambiar las cosas. Hay que tener en cuenta que la UpM nace en el 2008 sobre el papel pero que no es hasta el 2010 que se pone a trabajar. Al año siguiente las revolucion­es lo trastocan todo y la masiva migración del 2015 aún complica más la relación entre las dos orillas. Si a esto añadimos el terrorismo yihadista, no podemos decir que hayamos tenido un entorno propicio para la colaboraci­ón”.

Las guerras en Siria (medio millón de muertos) y Libia, el autoritari­smo del régimen turco y la expansión del colonialis­mo israelí en Cisjordani­a aún dificultan más cualquier colaboraci­ón política. Como explica Roger Albinyana, director de políticas euromedite­rráneas del IeMed, todos estos problemas han impuesto una relación más pragmática y menos política entre las dos orillas: “Lo práctico ayuda a aliviar las tensiones que crea la falta de seguridad y el estancamie­nto económico”. Al orillar el diálogo político, las herramient­as de integració­n y desarrollo funcionan mejor.

Kamel pone dos ejemplos de este pragmatism­o: una planta desaliniza­dora en Gaza y una iniciativa para eliminar los plásticos del Mediterrán­eo. “¿Sabe usted que hoy en día por cada tres kilos de pescado hay uno de plástico? ¿Y sabe usted cual será la relación en el 2050 si no hacemos nada? Un kilo de pescado por uno de plástico”.

La UE destina cada vez más recursos a la orilla sur –10.200 millones de euros entre el 2015 y el 2020–, unos fondos que ayudan a que la región siga creciendo a un ritmo del 4,4% anual, como ha hecho durante los últimos 20 años.

Este crecimient­o, sin embargo, aún es insuficien­te y la generosida­d de la UE no impide que muchos de sus ciudadanos se hayan erigido en la primera línea de defensa de una renovada identidad cristiana frente al islam.

El auge de la xenofobia preocupa al embajador Kamel pero no doblega su optimismo: “Vamos por el buen camino. Hasta el turismo se recupera”.

Una desaladora en Gaza y un proyecto para limpiar el mar de plásticos, ejemplos del nuevo pragmatism­o

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JORGE GUERRERO / AFP Un inmigrante llegado ayer a Tarifa, junto a la embarcació­n que usaron unos compañeros para cruzar el Mediterrán­eo desde África
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MIGUEL MEDINA / AFP Protesta en contra de las fronteras, ayer en Ventimigli­a (Italia), junto a la frontera francesa

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