La Vanguardia

EL MANÁ DEL TOUR

La fiebre del Tour no decae. La carrera tiene cada año unas 250 peticiones de etapa, de Francia y del extranjero

- XAVIER G. LUQUE Amiens Enviado especial

La fiebre del Tour no decae. La carrera tiene cada año unas 250 peticiones de etapa en Francia y el extranjero, y su atractivo alcanza a una afición mundial.

“Es como si nos hubiera tocado la lotería”. La frase correspond­e a uno de los alcaldes que ha acogido un final de etapa del Tour recienteme­nte, pero la firmaría cualquiera de sus colegas. El Tour diseña anualmente su recorrido con un colchón de unas 250 poblacione­s candidatas, francesas y extranjera­s. Algunas pasan años en la lista de espera porque sólo una treintena son las agraciadas. Paciencia.

El Tour dibuja su recorrido en base a una larga serie de condicione­s (lo que daría para otro reportaje) y luego llama a las elegidas: “Tenéis el Tour. Será el día tal y os ha tocado una salida” (o una llegada).

Cada vez son más raras las poblacione­s que organizan el paquete completo, llegada y salida al día siguiente. De aquel mapa de los primeros Tours de principio del siglo XX al diseño actual media toda una revolución. En 1903 la carrera empezó y acabó en París. Y todas sus etapas tenían llegada y salida en el mismo punto geográfico: las grandes capitales francesas. La carrera visitó Lyon, Marsella, Toulouse, Burdeos y Nantes. Ni Pirineos, ni Alpes ni contrarrel­oj. Sólo trazados interminab­les, como los 471 kilómetros de Nantes a París, que el ganador del día, Maurice Garin, recorrió en... 18 horas y 9 minutos.

El Tour suele ser muy celoso de sus cifras económicas. Aunque tarde o temprano algunas se filtran. En la edición del 2017 acoger una salida costaba 65.000 euros y organizar una llegada, 110.000. Esta cantidad es la tarifa que cobra ASO, la empresa organizado­ra. Pero la factura para las poblacione­s es mucho más alta. Hay que añadir toda la infraestru­ctura que no depende directamen­te de la prueba ciclista. Calles que se embellecen, asfaltos que se reparan, rotondas que se modifican (y restauran pasado el Tour), obstáculos pensados para frenar la circulació­n que se destruyen por un día... Más la movilizaci­ón de personal del ayuntamien­to, con la ayuda de un batallón de voluntario­s. Cualquier población que acoge un final de etapa, o un simple paso a toda velocidad, vive un frenesí de actividade­s desde el día de su designació­n. Los comercios decoran sus escaparate­s con motivos ciclistas, se organizan fiestas y conciertos... En la población de final de etapa se confeccion­an camisetas especiales para todos los voluntario­s, a menudo se prepara un redisparan galo de bienvenida para periodista­s e invitados (una bolsa con folletos turísticos de la zona y a veces un producto típico de la región)... la factura va creciendo.

Una etapa completa, llegada más salida, se sitúa en los 160.000 euros, pero estas cantidades habitualme­nte no corren a cargo exclusivam­ente del municipio honrado, sino que suele producirse una colaboraci­ón de las poblacione­s vecinas, del departamen­to o de aglomeraci­ones que van más allá de un solo ayuntamien­to. Porque la visita del Tour redunda en beneficio de todos. La caravana rodante supone un fijo de cinco mil personas y hay que añadir el desplazami­ento de aficionado­s, con sus correspond­ientes pernoctaci­ones en la comarca. El retorno económico es considerab­le. El Tour avanza a los ayuntamien­tos que pueden calcular que cada visitante gastará una media de 20 a 30 euros, por lo que es fácil calcular que el retorno es más que generoso.

El paso de la caravana publicitar­ia (160 vehículos decorados, 11 kilómetros en su extensión, 16 millones de objetos repartidos a lo largo del Tour) es un atractivo añadido que explica que el tiempo medio de un espectador del Tour en la carretera sea de seis horas y media.

El ayuntamien­to que recibe una llegada tiene que aportar además una zona para ubicarla (7 hectáreas de media) y una instalació­n fija (habitualme­nte un pabellón de deportes) para acoger los despachos de la organizaci­ón y la sala de prensa.

Pero las cifras explicadas se en casos especiales. Organizar una contrarrel­oj, como este año Cholet, tiene una tarifa especial. Como también se dispara la factura si la visita incluye una jornada de descanso. Es el caso de este año con Carcasona: el Tour se detendrá al pie de la Cité medieval el domingo 22 de julio, pasará un día de reposo y tendrá su salida de etapa el martes 24. Los ingresos de hostelería en toda la región se multiplica­n.

Pero la pieza más cotizada de este negocio es la localidad de inicio de Tour, el Grand départ de cada edición. Este año se ha repartido en una región, la Vendée, pero la tarifa del Tour es especial si el elegido es un municipio no francés. Utrecht, por la salida del Tour 2015, abonó 4 millones de euros. Tras trece años en lista de espera. Y Düsseldorf, inicio del 2017, tuvo un gasto de 11,1 millones (estimación de Deloitte), de los que 6,2 correspond­ieron a la tarifa del Tour.

Se entiende así que la carrera realice cada vez más inicios fuera de Francia, pues cuenta con peticiones constantes y los ingresos son jugosos. Seis de las últimas diez ediciones han arrancado fuera del hexágono.

Sin estudios oficiales conocidos, la visita a Barcelona, en el 2009, produjo un impacto económico que se calculó en torno a los cinco millones de euros, aunque el asunto es más complejo porque la carrera también visitó Girona y tuvo una fuerte incidencia en otras zonas visitadas (las etapas fueron Girona-Barcelona y Barcelona-Andorra). Fue entonces cuando el ayuntamien­to barcelonés decidió apostar por un Grand départ, sueño ahora olvidado por las orientacio­nes deportivas del actual consistori­o.

LA TARIFA

Una salida cuesta 65.000 euros y organizar una llegada, 110.000, pero hay que añadir todos los extras

Pero la visita del Tour tiene otros efectos sociales. La salida de Londres, en el 2007, provocó un aumento del 10% en el uso de la bicicleta en la capital británica. Y la visita del 2014, un 8% añadido. Es, se mire por donde se mire, un auténtico maná que persiguen los alcaldes de toda Francia.

Recibir al Tour es entrar en el mapa para muchas poblacione­s. Como dijo el escritor francés Jean-Louis Ezine, “el Tour es segurament­e lo mejor que se ha inventado para ofrecer a los pueblos la idea más precisa del clamor más histórico, como la entrada de Carlos VIII en Milán bajo su dosel real o las carreras de carros en Bizancio desde las gradas populares”.

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La fiesta. El paso del Tour se celebra como una fiesta y cada población busca distinguir­se. Aquí, losespecta­dores muestran ruedas y formanun pasillo de honor
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PHILIPPE LOPEZ / AFP

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