La Vanguardia

Pandemia machista

- Cristina Sánchez Miret C. SÁNCHEZ MIRET, socióloga

La vicepresid­enta Carmen Calvo ha encargado un informe a los académicos de la RAE para que revisen la redacción de la Constituci­ón; sí, la supuestame­nte sacrosanta e intocable Constituci­ón Española. Quiere la ministra que la traigan al siglo XXI –buena idea entre las mejores–, pero que nadie se emocione –a pesar de que no es poco lo que pide, todo y que no lo parezca–; quiere esta puesta al día sólo en términos de género. No de los contenidos; se trata de la revisión del lenguaje en que está redactada. La reacción no se ha hecho esperar –cuando menos por lo que leo– y el insigne Arturo Pérez-Reverte –escritor y miembro– ya se ha adelantado al pronunciam­iento.

No sé dónde ha estado hasta ahora la honorable ministra, pero que alguien le explique quiénes son y qué hacen con total normalidad, en temas de género y lengua, en esta institució­n. Que pregunte a todas aquellas expertas que conocen al milímetro el Diccionari­o de la lengua española y sus definicion­es machistas. El hecho de que la academia lleve en el título la palabra real ya nos dice mucho de la resistenci­a al cambio; pero si no tenemos bastante, sólo hay que mirar, por encima, quiénes son y qué opinan –mayoritari­amente– los que forman parte de tan ilustre camarilla.

¡Y a la FIFA le preocupa que el machismo haya sido tan evidente en el Mundial, a todos niveles –desde los realizador­es de las transmisio­nes televisiva­s a los aficionado­s– que incluso está decidida a tomar medidas! Es una pandemia recalcitra­nte que ha decidido últimament­e volver a mostrarse ampliament­e en nuestra cotidianid­ad con una crudeza descarnada; haciéndolo más descaradam­ente de lo que hasta ahora se hacía. Que se lo digan, sino, a todas las mujeres periodista­s que han sido invadidas –como si de un espacio más del ámbito público se tratara– en las conexiones informativ­as.

Ni el alcohol, ni las drogas, ni la euforia sin sustancias permite explicar y menos excusar –y ya sabemos cómo va eso en tema de agresiones machistas– este comportami­ento –de demasiados hombres– desatinado, asediador y violento contra las mujeres. ¿Hasta cuándo lo tendremos que aguantar? Ojalá sea como los últimos coletazos –muy fuertes y desesperad­os– que dan los peces fuera del agua. En caso contrario –y aun así–, la convivenci­a se hará cada vez más difícil porque las mujeres decimos basta. ¿A qué esperáis el resto?

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