La Vanguardia

Desolación de la Quimera

- Daniel Fernández D. FERNÁNDEZ,

Todo el ardor del día, acumulado / en asfixiante vaho, el arenal despide”. Son los versos iniciales de Desolación de la Quimera, el último libro de versos que Luis Cernuda dio a la imprenta, en 1962, tras Con las horas contadas (1956). Precisamen­te por ello se supone que son los poemas escritos entre 1956 o 1957 y hasta el mismo 1962. en que se editó este libro final. El exilio, la muerte que ya acecha, la soledad, la meditación y la ilusión, la ensoñación, el sentido de una existencia que sólo en el amor encuentra, fugazmente, su recompensa; en el libro están casi todos los viejos temas de Cernuda más desnudos de artificio, más descarnado­s. Tengo la impresión de que hoy en día es un poeta no demasiado apreciado ni leído –se lee ahora tan poca poesía, o eso me parece…– y sin embargo es un grandísimo poeta, con un título, el que recoge toda su obra en verso, que es una lápida sobre toda una vida, sobre cualquier vida: La realidad y el deseo. La edición mexicana de 1963 pretendía recoger toda su poesía en un libro orgánico, definitivo. Y encontró el poeta ese hallazgo que nos define: la realidad y el deseo, que está en línea con otros binomios similares, como la necesidad y el azar, por ejemplo. En cualquier caso, he robado el título de Cernuda porque hay una desolación de la quimera, como hay un conflicto entre la realidad y el deseo en nuestra política actual. Y no lo digo sólo por Catalunya, que todavía tiene una parte de sus gentes ensimismad­as en lo que ya se ha demostrado que es un imposible a breve plazo, pero que permanecen tenaces y obstinados, desolados pero quiméricos, portando la llama de un fanatismo que no quiere ver la realidad y que atiende sólo a su deseo.

En las últimas semanas me parece que también hay una desolación de la quimera que supuso la llegada de Ada Colau al Ayuntamien­to de Barcelona. Me temo que es una obviedad que la ciudad está peor y se ha degradado. Está más sucia, incluso mugrienta en según qué partes, y proliferan hurtos y hay todo un menudeo de pequeñas estafas y robos, además de una plétora de pedigüeños, mendigos y ocupadores de esquinas, portales y abandonada­s sucursales bancarias. Gentes que llevan años y años viniendo a Barcelona y viéndola crecer y prosperar se asombran ahora y se me quejan de cómo se ha degradado la ciudad. Obviamente, hablamos del centro y de las zonas más turísticas, pero tampoco los barrios creo que han disfrutado del impulso y la renovación que se esperaba. No todo será culpa de los actuales rectores de la Casa Gran, decir eso sería injusto, pero advierto cansancio en lo que fue ilusión y ganas de cambio. Desolación de la quimera, una vez más.

Mientras tanto, en esta línea del frente imaginaria donde cada cual sigue en su trinchera, en un combate de desgaste y posiciones que recuerda aquellas estériles carnicería­s de la Gran Guerra, me susurran en privado que hay que reconectar con la ciudadanía, que hay que aplazar la independen­cia sine die, que hay que rectificar, conseguir un armisticio. Aunque nadie se atreve a hablar claro, a decir lo que se piensa.

Otros, por el contrario, me dicen que ahora hay que aprovechar todo lo que pueda ofrecer “Madrid”, esa entelequia. Y quieren decir que hay que tomar la mano tendida de Sánchez y robarle el reloj si se puede. Total, me han llegado a decir con todo cinismo, la batalla ahora son las municipale­s. La segunda república se apareció tras una victoria en las elecciones municipale­s, ergo, vienen a pensar algunos, si ganamos en el año próximo, entonces sí proclamare­mos la república catalana, pase lo que pase. Una vez más, quimeras y ensoñacion­es de alcaldes que han plantado una estelada en un mástil gigantesco en alguna rotonda del municipio y que con eso y el consabido cartelito a la entrada de la población ya se sienten independie­ntes, si el tiempo lo permite y la autoridad no lo impide, claro está.

Están Catalunya y Barcelona tan ensimismad­as, tan mal, tan poco dispuestas a meditarse en serio para volver a madurar en ilusiones y esfuerzos, que sólo Pedro Sánchez acrecienta su figura. Hasta empieza a parecer un estadista, hasta sus gestos, tan propagandí­sticos

Hay un conflicto entre la realidad y el deseo en nuestra política actual, y no lo digo sólo por Catalunya

y medidos, parecen ahora menos huecos y más dotados de sentido que las declaracio­nes y actuacione­s de Torra y Colau, que dan vueltas y revolotean sin saber exactament­e dónde posarse, en el caso del president con la tozudez bulliciosa de la mosca de verano que se estrella una y otra vez contra el cristal. La alcaldesa es otra cosa, conserva su instinto y su aguijón, mitad avispa mitad mosquito, pero debería meditar cuál va a ser su papel de verdad en el tiempo que queda hasta las municipale­s. Y sobre todo, qué proyecto de Barcelona hay, alejado de palabras vacías y manifestac­iones de superiorid­ad moral, a salvo si se puede del debate identitari­o. Nada me lleva hoy a ser optimista, salvo las ganas de los barcelones­es de recobrar un orgullo de ciudad más pausada y menos vociferant­e, una Barcelona que sirva de ejemplo y faro a una Catalunya que anda trastornad­a y que deambula perdida. Una quimera que no se alimente de la desolación.

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ÀLEX GARCIA

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