La Vanguardia

Los caballos de Barcelona

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¿Por qué una humilde serie de siete entregas sobre libros y caballos?

Por mil razones. Entre otras, porque Catalunya tiene una localidad como Vilademuls (Pla de l’Estany) y otra llamada Viladecava­lls (Vallès Occidental). Porque la aguja más famosa de Montserrat es el Cavall Bernat. Y porque, aunque los videojuego­s vacían parques donde antes reinaban las peonzas y la rayuela, en otras aún resuenan los ecos del “churro, mediamanga, mangotero” (el juego del cavall fort, en catalán, que ya aparece en el Satiricón de Petronio).

Barcelona, capital amiga de los animales, ha vetado los carros de caballos, salvo en fiestas como la de Sant Antoni. Pero estos équidos seguirán presentes en los museos, el arte urbano, las señales de tráfico y el nomencláto­r. La ciudad conserva estatuas ecuestres (pocas, en comparació­n con Londres) y abrevadero­s de los tiempos de los arrieros, como en la calle Vilà i Vilà, 77, en el Poble Sec. También se guarda el recuerdo de aquellos días en Ciutat Vella. El ejemplo más obvio es la calle Carretes, que

La calle Carretes, de Ciutat Vella, y

el Relat de

matinada ,de Joan Margarit, basado en un cuento de Chéjov sobre un cochero y su caballo, más humano que muchos seres

humanos

figura en un documento de 1383 como el camino que conducía al monasterio de Sant Pau.

¿Por qué los caballos? Porque el reto olímpico (“más rápido, más alto, más fuerte”) parece un lema ecuestre. ¿Y por qué la literatura? ¿Por qué unir libros y caballos? De nuevo, por mil razones. Entre otras, por maravillas como el poemario Misteriosa­ment feliç , de Joan Margarit. Este poeta y arquitecto, orfebre de las palabras y los sentimient­os, dice que “la bona poesia ens millora, però el mal poema embruta el món, com una bossa d’escombrair­es enmig del carrer”. La Rambla, la estación de França, calles y plazas sin nombre, la casa donde vivió su admirado Joan Vinyoli... Los poemas de Margarit permiten viajar por una ciudad amada, pero a la que a veces el poeta ve con “la cara maquillada / com d’una mare morta” (del poema Barcelona).

Todo el dolor y toda la capacidad de redención del mundo caben en Relat de matinada, cuyos últimos versos dan título al libro: “Aquí acabo, cansat, amb son, i alhora / misteriosa­ment feliç, aquest poema”. Hagámonos un favor: leamos a Margarit, un clásico vivo, un Homero de nuestros días. El poema, como explica el propio autor, está basado en un cuento de Chéjov sobre un cochero de luto y que trata de compartir con sus clientes la tristeza por la muerte de un hijo. Al final sólo parece entenderle su caballo, más humano que el más humano de los viajeros. Margarit ha trasformad­o el carricoche en un taxi y la nieve en lluvia, pero ese caballo comprensiv­o se cuela en sus versos y nos pregunta en silencio dónde late el corazón más bondadoso, dónde anida la compasión, dónde la belleza.

¿Citius, altius, fortius? ¡Equus!

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DAVID AIROB En esta calle, una de las más antiguas de Barcelona, aún resuenan los cascos de las monturas y carruajes
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Domingo Marchena

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