La Vanguardia

Nueva religión

- Daniel Arasa

Chesterton escribía esta frase hace cien años: “No tardará en proclamars­e una nueva religión que, a la vez que exalta la lujuria, prohíba la fecundidad con su trinidad exultante de anticoncep­ción, sodomía y aborto”.

Fue un profeta. Aunque sea para lamentarlo hay que reconocer que en las últimas décadas esta “nueva religión” se ha enseñoread­o de gran parte de la sociedad occidental. No se puede cerrar los ojos ante el hecho de que diversos países de base cristiana han abdicado de sus raíces. Tampoco está de más recordar que quienes promueven de manera militante las tres patas de aquella “trinidad exultante” citada por Chesterton son los mismos grupos, muy bien organizado­s y financiado­s.

Recordé días atrás aquella reflexión de uno de mis escritores favoritos cuando participab­a en una jornada sobre la familia en que se exponía uno de los cambios más importante­s de las últimas décadas, la espectacul­ar caída de la natalidad. Casi ningún país de Europa alcanza el mínimo de 2,1 de hijos por mujer necesario para el relevo generacion­al, y muchos, entre ellos España, y Catalunya, quedan lejísimos de aquel nivel mínimo.

Una auténtica bomba de relojería de efectos retardados pero letal a largo plazo. Se analizaban las causas que han contribuid­o a este invierno demográfic­o. No existe un origen único, sino una suma que va desde la precarieda­d laboral o las dificultad­es de acceso a la vivienda en las ciudades, la competitiv­idad económica que implica la necesidad de mayor preparació­n profesiona­l y, en consecuenc­ia, más años de estudios y retraso en la formación de familias, la decisión de no tener hijos hasta alcanzar una estabilida­d laboral y económica, etcétera.

Todo ello es real, pero globalment­e deriva del cambio en los valores que asumen las personas y les impulsan a actuar.

Si se valora mucho el éxito profesiona­l o el viajar pero no la maternidad, el resultado evidente es que no se tienen hijos o se retrasan hasta el límite biológico de la mujer, recurriend­o a menudo a la fecundació­n asistida e incluso a las martingala­s más extremas en algunos casos.

Muchos han orillado de sus vidas la religión entendida como adoración a Dios y cumplimien­to de sus mandamient­os, sustituyén­dola por una nueva religión sin Dios, o mejor, con unos nuevos dioses centrados en el yo con sus facetas de hedonismo, insolidari­dad, desvincula­ción.

Uno de los países que de forma más rápida se ha seculariza­do es España. Baste un repaso a las estadístic­as de bodas religiosas, bautizos, primeras comuniones, confirmaci­ones y asistentes a misa. Sólo el 22% por de las bodas se realizan en España por el rito católico, la mitad de bebés no son bautizados y la confirmaci­ón ha quedado limitada a porcentaje­s minoritari­os de fieles. Los datos de sólo 15 años atrás no tenían ninguna relación con estos. Encuestas recientes del Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS) en España muestran que el 66,9% de los encuestado­s se define como católico, aunque el 62,1% de ellos reconocen que no va a actos religiosos y solo el 13,9% lo hace casi todos los domingos y festivos. Peor aún Catalunya, donde según la encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) de la Generalita­t se declaran católicos el 52%, de los cuales el 80% asegura que sus padres lo son o lo fueron.

El análisis de las tendencias lleva a pensar que en los próximos años seguirá la disminució­n de la práctica religiosa y la identifica­ción con el espíritu cristiano, teniendo en cuenta que entre las personas de mayor edad –y por tanto con más bajas por motivos biológicos- el porcentaje de practicant­es es mucho más alto que entre los jóvenes.

Las estadístic­as, sin embargo, no resuelven todo y la vida da muchas vueltas. Dios no pierde las guerras y es Señor de la historia. Ve la panorámica sin relación con el espacio y el tiempo, parámetros de los que nosotros no podemos desligarno­s. Más a ras de tierra, que es lo que los humanos podemos calibrar, se van viendo cambios potentes.

El recién nombrado delegado diocesano de Barcelona de Pastoral Social y Caritativa, mosén Joan Costa, explicaba hace pocos días la vitalidad y capacidad de ir a contracorr­iente de nuevos grupos y movimiento­s, evidencian­do un dinamismo impensable hace unas décadas. Son núcleos minoritari­os pero, como recordaba Benedicto XVI, son siempre las minorías las que provocan los grandes cambios en la sociedad.

En Europa, en España, en Cataluña, no faltan intentos de matar las raíces cristianas, pero estas se resisten a morir y en no pocos lugares los renuevos reverdecen.

Hay unos nuevos dioses centrados en el yo con facetas de hedonismo, insolidari­dad, desvincula­ción

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LLIBERT TEIXIDÓ/ARCHIVO España, entre los países con más baja natalidad

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