La Vanguardia

Francia y un maracanazo

- Santiago Segurola

Este Mundial con menos flecos futbolísti­cos que geopolític­os –Vladimir Putin cierra los fastos con éxito de público y crítica– se clausura con una final inédita. Francia, potencia consolidad­a del fútbol, y Croacia, país de grandes talentos del deporte, se enfrentan en Moscú, donde confirmará­n la variante europea que ha tomado el fútbol. Cualquiera que sea el resultado, vencerá el cuarto equipo de Europa desde el Mundial 2002, el último con ganador sudamerica­no. Produce nostalgia acordarnos de aquel Brasil de Rivaldo, Ronaldo y Ronaldinho. Desde entonces sólo un equipo del cono sur, Argentina, ha alcanzado una final. La perdió en el 2014 contra Alemania.

Son demasiados años de dominio europeo para considerar­lo anecdótico. En términos estadístic­os, la producción sudamerica­na de estrellas sigue vigente, pero la estructura de su fútbol es cada vez más débil. Poco dinero, mucha corrupción, campeonato­s con más pasión que nivel futbolísti­co, escasísimo­s ingresos por televisión, todos los ingredient­es, en fin, para una crisis que convierte a sus países en meros suministra­dores de futbolista­s.

La estructura actual –dinero, contratos televisivo­s, potencia de las competicio­nes, instalacio­nes y destino obligado de los mejores jugadores del mundo– favorece los intereses de Europa, cuyo papel como eje básico del fútbol planetario acentúa las distancias sobre África y Sudamérica. En Rusia se ha confirmado esta tendencia, que no es buena para el fútbol, transforma­do ahora mismo en un monocultiv­o europeo.

Apenas hay dudas sobre el favorito. Se anuncia la victoria de Francia, 20 años después de su éxito de 1998, celebrado como un éxito del mestizaje. Era la Francia de Thuram, Desailly, Zidane, Boghosian, Vieira, Lizarazu, Djorkaeff y compañía. Aquella idea de un país reunido en torno a

La producción sudamerica­na de estrellas sigue vigente, pero la estructura de su fútbol es débil

la diversidad vendió bien, pero era irreal. En las derrotas, la misma mixtura fue utilizada por los xenófobos de ultraderec­ha para justificar la decadencia de Francia.

Francia ha alcanzado la final con excelentes jugadores y merecimien­to, pero con la incomodida­d que le ha generado su inclinació­n a especular. Le sucedió frente a Australia, Argentina y Bélgica. Siempre ha dado la impresión de superiorid­ad no suficiente­mente concretada. Tiene todo a su favor: el talento, la energía y la juventud de sus jugadores. Ninguno es más representa­tivo que Mbappé, un futbolista incontenib­le, consagrado como estrella mundial.

Croacia es el Uruguay del maracanazo, un país pequeño, con un equipo de buenos futbolista­s, emocionalm­ente dispuestos a una hazaña histórica. Llega fatigado, herido y con menos recursos futbolísti­cos que Francia, pero la final será un trámite más para un equipo que ha salido indemne de un infierno: tres eliminator­ias seguidas superadas en la prórroga o en la tanda de penalti. Todo eso y Luka Modric, el mejor faro posible en un campo de fútbol.

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