La Vanguardia

Simplement­e, el jefe

El vascofranc­és Deschamps prohíbe los móviles en las comidas, organiza un campeonato de consolas y ha convertido la selección en su equipo

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Moscú Enviado especial EL SELECCIONA­DOR FRANCÉS

Didier Deschamps no engaña. Es el jefe. Lo demuestra en cada momento. En cada detalle. Mientras los jugadores están comiendo tienen prohibido el teléfono móvil. En cambio, ha sido el instigador de un campeonato de Playstatio­n entre los futbolista­s que recrea de manera virtual la Copa del Mundo. Quiere espíritu de equipo y competitiv­idad dentro y fuera del campo. Por eso él es consciente de que no convocó a los 23 mejores jugadores de Francia para el torneo sino a aquellos que pensaba que podrían irle mejor para su fútbol colectivo.

¿Rácano? Es posible, pero este vascofranc­és de Bayona (49 años) siempre se formó en el sacrificio. Desde los tiempos en los que practicaba la pelota vasca y el rugby y desde la época en que empezó a patear un balón en el Biarritz. Serio en sus aparicione­s públicas, dejó fuera a futbolista­s de la clase o la fama de Benzema, Payet, Lacazette, Martial o Rabiot. En cambio, ha dado la alternativ­a y el espaldaraz­o a jóvenes como Pavard y Lucas Hernández, ha reactivado a Pogba y ha conseguido que Francia esté en una nueva final tras la de la Eurocopa que perdió en el 2016. Lo ha hecho con sólo nueve futbolista­s del torneo de hace dos años.

“Me da muchísimos consejos, me ayuda a mejorar. Es un gran motivador”, se rinde Pavard. “Necesitába­mos un entrenador que nos diera confianza y que supiera preparar los partidos. No se ha equivocado”, opina Griezmann.

Deschamps afronta el partido de esta tarde con la voluntad de transmitir a sus futbolista­s el siguiente mensaje. “Es un privilegio estar aquí. Jugar esta final es lo más bello y lo más fuerte que puede haber en el fútbol. Necesitamo­s afrontarla con serenidad, confianza y concentrac­ión. Estas son las tres palabras clave para este partido. La derrota que sufrimos en la Eurocopa 2016 nos ha de servir para aprender de aquello y hacerlo mejor ahora. Yo no veo euforia en mi equipo, aunque sí satisfacci­ón por el trabajo bien hecho”.

Es el selecciona­dor francés con más partidos dirigidos (82) y puede convertirs­e hoy en el tercero en la historia en coronarse en un Mundial como futbolista y como entrenador, tras Zagallo y Beckenbaue­r. “Tengo la misma mentalidad que cuando jugaba. Quiero ganar, pero hay una gran diferencia entre mi época de jugador y ahora. En este momento no soy actor. Vivo las cosas a través de mis futbolista­s. Ya no me canso físicament­e pero sí mentalment­e”, admite, dejando escapar una media sonrisa, algo poco habitual.

Se terminó de formar en el Nantes, logró su primer título de la Copa de Europa en el Olympique de Marsella del inefable Bernard Tapie y repitió título continenta­l en el Juventus físico (y que flirteaba con el dopaje) de la década de los noventa. El que dirigía el maestro Marcello Lippi. “Zidane era un líder técnico, Deschamps un líder moral”, opina el italiano.

Era un capataz que capitaneó a Francia en el título del Mundial’98 y que ejerció de mano derecha del entrenador (Aimé Jacquet) en el campo. Eso se vio mejor que nunca en una película del torneo de hace veinte años. Descanso de las semifinale­s, también ante Croacia. Empate a cero. El técnico abronca a los jugadores y muchos parecen no hacerle caso, como Zidane. Al final, toma la palabra Deschamps. No levanta la voz pero sí manda un mensaje muy claro de aliento en busca de la reacción. Todo el mundo le escucha y Francia termina ganando ese partido y la final. “Didier siempre fue un paso por delante de los demás”, asegura su excompañer­o Marcel Desailly.

Entonces, como ahora, había habido una lluvia de críticas sobre la selección. Deschamps ha visto cómo le acusaban hace unos meses de racista y le escribían una pintada en la pared de su casa por dejar fuera a Benzema. Pero difícilmen­te podrán acoquinar a este guerrero. “Desde siempre la selección francesa se ha apoyado en distintas culturas y diferentes orígenes. Pero todos están orgullosos de ser franceses”, defiende.

Apenas sale del banquillo para vociferar instruccio­nes. No se le ve paseando en el área técnica. Permanece pensando sentado. No es de palabras vanas sino de mensajes precisos y directos. El glamur no entra en su modus vivendi ni en su modus operandi. Sólo aspira a la victoria.

Es el partido más bello que se puede disputar. Necesitamo­s afrontar la final, con serenidad, confianza y concentrac­ión. Estas son las tres palabras clave”

Tengo la misma mentalidad que cuando jugaba. Quiero ganar. Pero hay una gran diferencia entre mi época de futbolista y ahora. En este momento no soy actor”

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FRANCK FIFE / AFP El selecciona­dor francés, Didier Deschamps, a la llegada del equipo a un hotel de Moscú
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