La Vanguardia

Qué días tan largos en Londres

Djokovic cierra un capítulo en dos partes ante Nadal y se jugará el título con Anderson

- SERGIO HEREDIA

En una conversaci­ón, hace algunos meses, se le preguntó a Toni Nadal:

–De todos los rivales que ha tenido su sobrino, ¿cuál considera el más temible?

Sin pestañear, Toni Nadal dijo: –Djokovic.

–¿Y eso?

–Cuando está bien, cuando está en forma y no le duele nada, no sabes por dónde te va a salir. Ataca, defiende, resta y corre. Preparar un partido ante Djokovic siempre fue una tortura.

Bien, Toni Nadal no está en Londres. Ya no dirige la carrera de su sobrino. Ahora lo hacen Carlos Moyá y Francis Roig.

Pero la silueta de Djokovic sigue presente, como en el microcuent­o de Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí”.

Bien lo sabe Nadal, que ayer lo sufrió. Djokovic le echó de la final de Wimbledon. El dinosaurio.

–No me salen las palabras. Sólo me salen recuerdos, todo lo que me ha pasado en estos últimos quince meses y lo que me ha costado llegar hasta aquí.

Eso dijo Djokovic (31). Y ahora hay que explicarlo. En abril, Djokovic pasaba por Barcelona. Venía a jugar el trofeo Godó. Llegaba a medio gas, retrasado en el ranking, como 13.º del circuito, y lastrado por las lesiones. El codo: meses antes, apenas podía sostener la raqueta.

Desde enero del 2017, Djokovic andaba metido en un jardín mental. Le fallaba la muñeca y le fallaba la psique, todo eso que su extécnico, Boris Becker, le echaría en cara públicamen­te: “Djokovic necesita volver al trabajo”.

Todo aquello, Djokovic lo contaba en Barcelona:

–En los últimos meses tuve momentos muy malos. Pero no todo fue oscuridad. Hay muchas luces en la vida. Siempre las busco. Tengo dos hijos, y eso da mucho trabajo. Para mí, el tenis no lo es todo. Puedo ser feliz más allá del tenis.

En el RCTB, Djokovic cayó pronto. Le eliminó Klizan en la segunda ronda. Y siguió un tiempo vagando por las pistas, en la Caja Mágica de Madrid o en el bois de Boulogne, buscando su lugar en el circuito, mientras sus adversario­s cruzaban los dedos: “Si Djokovic vuelve...”. Djokovic remaba.

Así, hasta ahora. Djokovic se materializ­ó ayer. Lo hizo en el All England Club y ante el número uno mundial. Qué dos partidos ha disputado Nadal. Tuvo que dejarse la vida el miércoles, ante Del Potro, y volvió a verse en un lío anteayer, cuando empezaba su semifinal ante Djokovic. Aquel inicio, el del viernes, se produjo tarde, al anochecer: no acababa nunca el encuentro anterior, la semifinal entre Anderson e Isner.

Liados a aces, ambos gigantes se negaban a rendir el servicio. Lo hicieron a las seis horas y media de juego y tras un 26-24 en el quinto set. Nadal y Djokovic saltaron luego. Qué largos son estos días en Londres. Ambos llegaron a disputar tres mangas, antes de la interrupci­ón. Djokovic se fue a dormir con una ventaja de dos sets a uno.

–La adrenalina estaba muy alta. Me costó dormirme –dijo.

El segundo capítulo se escribió ayer. La reanudació­n fue estupenda, algo habitual: Nadal y Djokovic se habían enfrentado en 51 ocasiones. Hasta ayer estaban 26-25 para el serbio. Nadal elevó un tono y se apropió del cuarto parcial. El público se arremangó para el último set. Hubo roturas e intercambi­o de banderines, y luego ambos mantuviero­n el servicio hasta el 18.º juego.

El choque se decantó hacia Djokovic pero podía haber sido para cualquiera. Ambos sumaron 73 golpes ganadores y 42 errores no forzados. Djokovic ganó 195 puntos. Nadal, 191.

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GLYN KIRK / AFP Novak Djokovic y Rafael Nadal se abrazan tras un encuentro de 5h17m, ayer en la pista central del All England Club

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