La libertad en los rollitos primavera
Kav-Ly, refugiada de Camboya, fundó los precocinados Ta Tung en 1997 en Barcelona y factura 15 millones
Kav-Ly, la segunda de los siete hijos de una rica familia de comerciantes de Camboya de raíces chinas, huyó con un hermano pequeño a París en 1975, un mes antes de la llegada de Pol Pot, y tardaron algunos años en saber que toda su familia había sobrevivido a los jemeres rojos. Kay-Ly (1955) había empezado a estudiar Medicina en Nom Pen, pero en París “fue imposible, no tenía la cabeza para estudiar”.
Probó suerte con varios trabajos: el primero, de limpieza, le duró un día: “Yo era de familia bien, y ¡fue insoportable!”, dice, entre risas, cuando recuerda cómo ha sido su vida. Kay-Ly es la propietaria de Ta-Tung, empresa de comida asiática preparada, que fundó en Barcelona en 1997 y que facturará este año 15 millones de euros.
“Es bonito recordar, nunca me he olvidado de todo lo que ha llovido hasta llegar aquí”, y sonríe y no para de moverse por la cocina de pruebas de su nueva fábrica en Sant Vicenç dels Horts, entre cacerolas de curry, nuevas recetas que no contengan saborizantes químicos, o pruebas para conseguir una nueva textura del arroz.
A Kay Ly le gusta cocinar, pero tardó años hasta dedicarse a la cocina. Como refugiada en París tuvo trabajos temporales, y en 1979 montó su propio taller de confección, con diez máquinas y otros tantos compatriotas asiáticos. Y cuando a partir de 1980 la familia se reagrupó en Suiza, explica que ella conoció a un chino que vivía en Barcelona, y se vino “por amor”. Aquí volvió a empezar, esta vez como camarera en el restaurante donde su luego marido era cocinero, en una época en la que en Barcelona había muy pocos orientales (por eso, a su primer hijo le llamaron Miguel, para integrarlo mejor. Tres años después ya no lo consideraron tan necesario, y al segundo hijo le llamaron Fuei). Por entonces ya tenían en marcha su primer restaurante propio, el Ta-Tung de Madrazo, después abrirían otro en Marià Cubí (con el divorcio, se lo quedó su ex marido) y su hermano abriría años después el Indochina. “Ta-tung significa paz o amistad en chino”, en las películas de guerra es bandera blanca.
“Desde el principio de los restaurantes tuve la idea de vender rollitos primavera. Empecé a llevar muestras a varias charcuterías, y todas repetían”. Dice que entonces el restaurante iba muy bien, y entre horas, elaboraba los rollitos, a miles. “Dormía 2 o 3 horas al día”. Y en 1992 abrió un tercer restaurante, en Mare de Déu de la Salut –que todavía mantiene–. Pero seguía teniendo la idea de montar una fábrica de rollitos: “Mis padres habían perdido todos sus negocios en Camboya, y yo luché por tener una fábrica para poder decirles que seguía su legado”. Con más ánimos que recursos, en 1997 alquiló un local y arrancó con tres empleados: “Creo que fue la primera fábrica de platos preparados en España que cumplía las nuevas normativas de trazabilidad”. Durante varios años, se centró en los rollitos de verduras y de jamón y queso y el arroz de verduras. Enseguida entró en Caprabo, Sorli, Bonpreu, y la mayoría de cadenas. “Iba bien y quise que me conocieran en el resto de España. Por eso necesitaba una fábrica más grande”. Se trasladó en el 2004 a l’Hospitalet, y explica que mientras los ingresos crecían, los gastos se le dispararon. Dibuja una mueca en su cara, y añade que tuvo que vender su casa en el Park Güell para sanear las deudas. “Ser mujer, asiática, empresaria, y sola... ha sido difícil”, dice de forma descriptiva. “Con mis hermanos solemos decir que suerte tuvimos de la educación estricta que recibimos, que nos ayudó a seguir adelante”. Regresó por primera vez a Camboya en el 2004, con amigos catalanes.
“Yo ya soy europea”, dice KayLy, y en su fábrica tiene una mayoría de trabajadores asiáticos, pero también indios o sudamericanos: “Lo que quiero es que trabajen bien”. En el año 2008 fichó a Lorenzo Arias, exdirectivo de banca que le ayudó a solidificar la empresa, y desde entonces van creciendo por encima del 20% anual. En la fábrica inaugurada hace un año invirtió 12 millones y emplea a 120 personas. Su hijo Miguel, padre de una niña, es ilustrador, y Fuei estudió marketing y trabaja en Ta-Tung.
“Podemos crecer mucho. Quiero introducir la congelación y poder exportar a toda Europa y Latinoamérica” (Ahora vende a Francia, Italia y Portugal). “Tengo muchos años por delante para seguir luchando”.
Su familia se reunificó en Suiza, y ella, por amor, llegó a Barcelona y abrió tres restaurantes
En el 2017 invirtió 12 millones en una nueva fábrica que ahora emplea a 120 personas