Djokovic renace con su cuarto título en Wimbledon
Un gran Djokovic confirma su regreso, barre a Anderson y conquista su 13.º grande
Novak Djokovic barrió a Kevin Anderson de la pista central para adjudicarse su cuarto título en Wimbledon y su 13.º trofeo de Grand Slam en un partido sin emoción. La auténtica final de Wimbledon, una final anticipada, fue la que disputó el serbio entre el viernes y el sábado contra Rafael Nadal. Un enfrentamiento épico entre dos colosos en su mejor nivel, con puntos memorables y emoción durante cinco horas y cuarto. Ayer, Nole liquidó el trámite en tres sets y 2 horas y 17 minutos, datos significativos de su superioridad respecto al finalista sudafricano, que llegó entusiasmado al último episodio pero castigado por las once horas de batalla que había invertido en batir a Roger Federer y John Isner en los dos partidos precedentes.
Djokovic ha vuelto. No hay duda. Después de dos años de ausencia en las finales de los grandes, ha confirmado sobre la hierba inglesa el regreso a su mejor nivel físico, técnico y mental. “He tenido que superar por primera vez en mi carrera varias lesiones importantes y tenía que confiar en mí mismo”, explicó antes de recibir el trofeo de plata. Han sido tiempos difíciles para un número uno que se hundió en la clasificación pero ahora reingresará en el top ten gracias a la victoria de ayer. En el All England Club han quedado disipadas las dudas sobre las posibilidades del tenista, de 31 años, de recobrar su portentoso nivel después de haber sido intervenido del codo derecho en enero, de varios cambios de entrenador o de haber probado métodos para incentivar la armonía mental.
Wimbledon ha despertado a la bestia, según demostró el serbio en la tensa y extensa semifinal contra Nadal. Ayer le dio las buenas tardes a Anderson rompién- dole el servicio en el primer juego del partido. Un proyectil directo a la moral del sudafricano. Anderson disputaba la segunda final de un grande, después de la derrota del año pasado frente a Nadal en el Open de EE.UU., y su oponente le decía, con educación pero con firmeza, que esta vez tampoco iba a ser. Nacieron con un año y cuatro días de diferencia (mayor Anderson), pero la distancia entre el nivel tenístico de ambos es abismal.
Aunque sobre el verde de Wimbledon no existe la certidumbre absoluta. De lo contrario, Anderson no hubiera despachado a Roger Federer en los cuartos de final después de haber perdido los dos primeros sets y de haber salvado una pelota de partido en el tercero. A eso, a los caprichos de la hierba o a las posibles secuelas de la dura semifinal de Djokovic se aferraba el sudafricano para intentar la coronación.
Pero cuando Djokovic domina desde el fondo de la pista y aplica el ritmo que le interesa, la respuesta es difícil, incluso para un enorme servicio como el de Anderson, que ayer no resultó tan efectivo como en los partidos anteriores. Concluyó la primera manga con un rápido y significativo 6-2 y con sólo cuatro puntos ganados por el gigante de Johannesburgo con su segundo servicio. Después de ser atendido brevemente en el brazo derecho por el fisioterapeuta, se dispuso a buscar la reacción, pero, igual que en la primera manga, el serbio le negó el pan y la sal. Le quebró el saque en el juego inicial y repitió el golpe en el sexto juego. El de Belgrado había transformado las cuatro pelotas de rotura de que había dispuesto en el partido y volvió a firmar un 6-2 en la segunda manga.
Anderson desprendía un penetrante olor a derrota, pero también lo había hecho contra Federer y no se había entregado. Ayer, tampoco, aunque Djokovic solventara en blanco sus tres primeros turnos de saque del tercer set. Con 4-3 a favor, el sudafricano desperdició su primera bola de rotura. Con 5-4 malogró otras dos, que le hubieran proporcionado el set. Apareció en esta fase el instinto de supervivencia de Djokovic, los picos de fortaleza mental para afrontar las situaciones de peligro. El servio volvió a levantar dos puntos de set con servicio del rival y, en desventaja (6-5), llevó la manga al desempate, donde sentenció el tiebreak con un incontestable 7-3. Djokovic, gladiador implacable, ha vuelto.
AGRESIVO Y SUPERVIVIENTE
El serbio transformó sus cuatro bolas de rotura y salvó las siete de que dispuso el sudafricano
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