La Vanguardia

Protestas contra los líderes de Rusia y EE.UU.

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Vladímir Putin, hablan cara a cara desde que el primero llego a la Casa Blanca, en enero del 2017. Pero las otras dos ocasiones tuvieron lugar en medio de encuentros internacio­nales sujetos a un programa oficial ajeno a sus cuitas bilaterale­s.

En la cumbre del G-20 en Hamburgo (Alemania), en julio del año pasado, los dos presidente­s hablaron aparte durante dos horas; pero en la cumbre de la APEC en Danang (Vietnam), en noviembre, solo lo hicieron unos minutos.

Esta vez, Trump y Putin hablarán sin una agenda, por lo que no se esperan conclusion­es concretas. Donald Trump ha llegado a decir que “no espero mucho” de la reunión.

En Moscú esta cumbre llevaba meses esperándos­e, sobre todo porque con Trump dirigiendo el Gobierno en Washington se tenía la esperanza de que se rebajasen las sanciones occidental­es contra Moscú a tenor de la admiración por Putin que había expresado el político americano durante la campaña electoral del 2016.

“Rusia siempre ha anhelado ser reconocida como un igual por parte de Estados Unidos. Desde el mismo comienzo de la presidenci­a de Trump, los dirigentes rusos han notado que trata a Rusia como un posible socio para llegar a un acuerdo. Pero por otro lado, han visto en Trump a un presidente irregular y débil. A Rusia le gustaría ver algo sustantivo (en esta cumbre) para evitar la impresión de un mero espectácul­o”, explica a este periódico Markku Kivinen, profesor y director de investigac­ión en el Instituto Aleksanter­i y en el Centro Finlan- dés para Estudios de Rusia y el Este de Europa de la Universida­d de Helsinki.

En Moscú, celebrar esta reunión ya se ve como un éxito para el Kremlin. Durante su visita a Austria, Putin pidió ayuda al canciller Sebastian Kurz para organizar el encuentro con Trump. Finalmente se eligió Helsinki, una ciudad neutral por tradición que en el pasado acogió encuentros históricos entre presidente­s de EE.UU. y la URSS, como Gerarld Ford y Leonid Brézhnev en 1975 o George H.W. Bush y Mijaíl Gorbachov en 1990.

“Que se celebre el encuentro Putin-Trump sólo dice una cosa: que a pesar de toda su histeria, Estados Unidos no es capaz de aislar o ignorar a Rusia. Ha llevado mucho tiempo para que Washington entienda esa idea, pero al final lo ha hecho”, dijo el senador ruso Alexéi Pushkov.

Trump llegó ayer a la capital finlandesa y Putin lo hará hoy porque ayer asistió a la final del Mundial de fútbol en Moscú.

Antes de que la cumbre dé comienzo, prevista para la una de la tarde en el palacio Presidenci­al de Helsinki, el presidente de Finlandia Saui Niinistö recibirá con su esposa, Jenni Haukio, a Donald y Melania Trump. El mandatario finlandés celebrará también un encuentro bilateral con Putin por la tarde, después de la cumbre principal.

La cumbre está pensada para re- las malísimas relaciones bilaterale­s que mantienen Rusia y Estados Unidos desde hace cuatro años, cuando en medio de la crisis ucraniana Moscú incorporó a su territorio la península de Crimea. Fue la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que un país de Europa se queda con un territorio de otro país. El papel de Rusia en la guerra del este de Ucrania, la supuesta injerencia rusa en las elecciones presidenci­ales del 2016 en EE.UU. y luego la irrupción de Rusia como actor principal en Siria y Oriente Medio, no han hecho más que complicar una situación que ya se ha bautizado como “segunda guerra fría”.

En Moscú se da por sentado que este partido diplomátic­o lo va a ganar Putin, porque lleva en el poder 18 años mientras que el presidente estadounid­ense es un recién llegado. “Le va a dar una clase magistral al inexperto político Donald Trump”, dijo en un programa de televisión Serguéi Mirónov, líder del partido Rusia Justa, de tendencia socialdemó­crata pero afín al Kremlin.

La manifestac­ión de ayer iba por otro lado. Bajo el denominado­r común de los derechos humanos, la protesta era una ecléctica reivindica­ción contra los dos presidente­s: “Di no al racismo”, “¿Donde esta el amor?”, “Irak no es libre”, “Stop a las deportacio­nes”, “Los inmigrante­s son bienvenido­s aquí”, “Salva nuestro planeta. Firma los Acuerdos de París”, “Haz que América piense otra vez”, “Sé valiente, Putin, prueba la democracia”, “No dejes que los bastardos te opriman”, “A la mierda Trump, a la mierda Putin. A la mierda los dos”.

“Aunque no hubiese cumbre Trump-Putin, de todas maneras saldríamos a la calle a manifestar­nos contra la guerra y por los derechos humanos”, asegura Kiril Sevchenko, un diseñador gráfico de 30 años originario de Ucrania que vino a Finlandia de niño. “Este es el país de la bondad”, dice. Es uno de los que llevan una pancarta con los colores de Ucrania pidiendo, entre otras cosas, la libertad del director de cine ucraniano Oleg Sentsov, condenado a 20 años de cárcel en Rusia por terrorismo.

Nadie espera un acuerdo concreto hoy en Helsinki. “Pero la esperanza nunca se pierde. Habrá resultados. No hoy con estos tipos, pero llegará un día en que haya otro presidente en Estados Unidos y otro presidente en Rusia. Entonces podremos sentarnos juntos con los líderes de todos los países para hacer que los derechos humanos sean posibles para todo el mundo”, asegura Frank Johansson. “No estamos tristes de que esta cumbre se celebre aquí. Estamos orgullosos. Pero esperamos que sirva para algo, esperamos que nuestro mensaje les llegue bien fuerte a ellos y al público en todo el mundo”, añade.

EL PAÍS DE LA BONDAD “Incluso sin cumbre, saldríamos a la calle contra la guerra y por los derechos humanos”

LA SUPERIORID­AD DE PUTIN “Le va a dar una clase magistral al inexperto Donald Trump”, dicen en la televisión rusa

 ?? MARKUS SCHREIBER / AP ?? Pancarta del colectivo LGTB en la protesta de ayer
MARKUS SCHREIBER / AP Pancarta del colectivo LGTB en la protesta de ayer

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