La Vanguardia

Temor en EE.UU. de que ‘el espía’ Putin le venda un saldo a Trump

El presidente EE.UU. sigue sin criticar a Rusia por la injerencia y culpa a Obama

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Helsinki es el escenario en que hoy se reunirán Vladimir Putin, consumado espía del KGB, y Donald Trump, supuesto maestro en el arte del trato.

De esta manera se describe el cara a cara en EE.UU. Los críticos temen que el maquiavéli­co Putin le venda un saldo a Trump y este lo compre para satisfacer su vanidoso ego sin pensar en los intereses reales de su país. Los expertos dudan de que salga nada positivo cuando ni siquiera se ha fijado una agenda de trabajo.

Como sostuvo antes de emprender su gira europea, sería más fácil negociar con Putin que con los amigos y aliados de toda la vida.

“Tengo bajas expectativ­as”, dijo ayer Trump en la CBS sobre su reunión en la capital de Finlandia después de que su mismo Gobierno imputara a doce militares rusos por la injerencia en las elecciones del 2016 que él ganó. Tras insistir en definir a la Unión Europea como “el enemigo”, Trump matizó que “tal vez salga algo bueno” de la cita de Helsinki.

En la rueda de prensa que celebró el viernes en Londres, admitió que le preguntará a Putin si trató de interferir en las presidenci­ales. Esta afirmación tuvo, sin embargo, el tono del puro formulismo del absurdo.“No me va a decir ‘lo hice, me has pillado’, no va a ser un momento Perry Mason”, se burló, citando la vieja serie televisiva.

Ahí, junto a la primera ministra Theresa May, humillada por la descortesí­a de su huésped, Trump reiteró en calificar de “caza de brujas” el llamado Rusiagate, apelativo de la investigac­ión sobre la supuesta ayuda del Kremlin a su campaña. Al rato, en Washington, se dio a conocer el texto de la imputación a los doce rusos (ya van 26) redactado por el fiscal Robert Mueller. Aquí está la gran paradoja.

El faro republican­o John McCain dice que la reunión sólo se ha de hacer si es para pedir cuentas al Kremlin

Mientras su Administra­ción cree en la infiltraci­ón y el ciberataqu­e del Kremlin, e impone incluso más sanciones que el ejecutivo de Barack Obama, Trump continúa manteniend­o su admiración por Putin y descalific­a la investigac­ión, como si el asunto no fuera con él.

La Casa Blanca emitió un comunicado para amplificar que no se había formulado alegación alguna contra la campaña del presidente. La nota ni siquiera hacía mención de los rusos. Y Trump tuiteó el sábado y repitió ayer en la entrevista que la culpa es de Obama.

A la vista de estas circunstan­cias, los demócratas han solicitado que se cancele el encuentro. Lo mismo ha pedido John McCain, el último faro de los republican­os antes del trumpismo: “(Trump) No debe reunirse salvo que sea para pedir cuentas (a Putin)”.

El presidente, sin embargo, respondió ayer que ni siquiera “había pensado en presionar” a Putin para que extradite a los acusados. Su fiesta es otra.

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LEONHARD FOEGER / REUTERS Miles de personas se manifestar­on ayer en Helsinki a favor de la paz y en contra de los presidente­s Trump y Putin

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