Bromas de bromuro
En las puertas de los lavabos el virus de la imaginación desfigura en muchos casos la necesidad comunicativa
El bromuro, aquel antónimo vintage del viagra, tiene mala prensa, forjada por levas de quintos en la edad de la primavera perpetua, que eran apaciguados con bromuro para evitar tiranteces en la ingle. Las bromas de bromuro encajan con el tono general de un subgénero cinematográfico de campus norteamericano DU (Desmadre en la Universidad), aunque quizá resulta más ajustado invocar a nuestras HPM (Historias de la Puta Mili). Acostumbran a ser de una gran simplicidad y eficacia, en ocasiones más que la prosa angulosa de los columnistas de la llamada literatura cipotuda (de cipote). Es decir, que Arturo Pérez-Reverte se lo pasa tan bien que tal vez dejará la pesada tarea académica de asistir a las reuniones de la RAE hasta que el DRAE no admita el adjetivo cipotudo-a. Uno de los ámbitos donde se nota más el rastro del bromuro es en los lavabos. No es que la gente acuda a ellos para consumir a escondidas, sino que son una prueba fehaciente de su influjo. Porque, aunque sea remoto, el rastro de aquel marco mental cargado de risitas nerviosas propio de la adolescencia masculina afecta en la elección de símbolos para rotular las puertas de los servicios. Los pictogramas tradicionales ya casi sólo funcionan en la rotulación pública. El aspecto de los vestíbulos de los aeropuertos o de las estaciones de tren cada vez es más intercambiable con el de las grandes superficies comerciales y, en consecuencia, los lavabos suelen estar indicados con las iniciales anglosajonas WC y dos muñequitos que representan un hombre y una mujer.
Más allá de estos templos del adocenamiento, el virus de la imaginación desfigura en muchos casos la necesidad comunicativa. Cada vez hay más lugares, sobre todo restaurantes y bares, que requieren un análisis minucioso de las imágenes que presiden cada puerta. Podría hacerse una exposición y constaría de todas las tendencias estéticas, desde el costumbrismo naif que contrapone higos y huevos con butifarra, a la estilización de siluetas andróginas que puede transformar el dilema en un enigma insondable, pasando por diversas modalidades de línea clara: fotos (John Wayne y Marilyn Monroe), dibujos inequívocos o el famoso círculo con la cruz inferior y la flecha diagonal. Recuerdo con devoción una pizzería que ofrecía Elton John u Olivia Newton John, teniendo en cuenta que en inglés john equivale al roca. Pero la opción verbal tampoco resuelve todos los problemas. Cuando son iniciales la ambigüedad puede venir de la lengua vehicular (M va por mujer o por male?) y en ocasiones las bromas de bromuro son hediondas. El otro día Enric Gomà divulgó por Twitter que en un restaurant de la calle Alfons XII de Barcelona en el cartelito de caballeros pone “Bla” y en el de señoras “Bla bla bla bla bla”. Me parece profundamente discriminatorio. Es un prejuicio intolerable. Muchos somos los hombres que no callamos ni bajo el agua