Trump subleva a su partido
El presidente trata de calmar a los republicanos y acepta la injerencia rusa
De regreso de Finlandia, el caos.
Las críticas alcanzaron ayer tal nivel en Washington, con los republicanos sublevados por el antipatriotismo del presidente, que Donald Trump trató de rectificar ayer la humillación infligida a sus propios servicios de espionaje el lunes en Helsinki, ante la sonrisa burlona de Vladímir Putin.
“Tengo total fe en nuestras agencias de inteligencia. Acepto el informe de nuestra comunidad de inteligencia en su evaluación de que Rusia interfirió en las elecciones del 2016”, afirmó. Por supuesto, matizó que en absoluto eso significa que ganó gracias a estos ataques exteriores.
Dada su incapacidad para un mea culpa, la excusa que ofreció para defenderse rozó el ridículo. En la Casa Blanca, ante las cámaras, aseguró que el escándalo parte de un error léxico por utilizar un doble negativo. Matizó que en aquella comparecencia, una vez que Putin se declaró inocente de esa intervención, él afirmó “no he visto ninguna razón por la que habrían hecho eso”, cuando debía haber un “no” delante del habría. “Me parece una excusa increíble”, replicó el senador demócrata Bill Nelson.
“Increíble por el contexto de la larga rueda de prensa, porque han pasado 24 horas, con su equipo indicándole que se equivocó y con los republicanos objetando su actuación, por todo esto es obvio que el presidente sólo busca una excusa”, añadió.
Otros calificaron de ridículo el argumento léxico. Demasiado tarde para reparar el desaguisado. El espectáculo de su complacencia y rendición al lado de su homólogo ruso ha dado la vuelta al mundo, socavado la confianza de su partido y de no pocos de sus más fervientes seguidores.
La colección de insultos y descalificativos que ha recibido el presidente Trump en su país no está al alcance de cualquiera.
En este caso se impuso el The Donald, el showman de la telerrealidad que no sabe dónde empieza la realidad o simplemente es incapaz de ver más allá de su tupé anaranjado.
A costa de su love fest –su fiesta del amor, como califican su cara a cara con Putin–, Trump ha conseguido abrir una brecha imposible. En la Fox, su cadena amiga, la que siembra y difunde el trumpismo en su granero de la América profunda, con todas sus mentiras, manipulaciones e hipérboles, se han atrevido a criticarle de una manera generalizada.
Que el presidente denigrara a la CIA y a la inteligencia de Estados Unidos frente al KGB, a fin de salvaguardar su victoria electoral de la supuesta interferencia rusa a su favor, ha sonado a una excesiva humillación. Y más en Helsinki, en un escenario internacional, al lado del enemigo. Putin no pudo reprimir las sonrisas.
Actuación antipatriótica. Desagradable. Reunión de la rendición. Alta traición. Putin era el adulto. “Somos un país profundamente idiota”, tituló Dana Milbank su columna en The Washington Post. “El ‘América primero’ no parece más que el Rusia primero”, tuiteó Richard Haass, republicano moderado y presidente del Council on Foreign Relations, uno de los laboratorios de ideas con más prestigio.
Ya se sabe que para el presidente, el senador y héroe John McCain es su Pepito Grillo. Sin embargo, McCain sigue siendo un faro entre los conservadores de buena voluntad. “Ningún presidente anterior se había humillado de una forma tan abyecta frente a un tirano”, dijo.
Otra expresión nada sospechosa de animadversión. Newt Gingrich, antiguo líder republicano y
INTERFERENCIAS DEL KREMLIN “Tengo total fe en nuestras agencias de inteligencia y acepto su informe”, manifiesta
ROZANDO EL RIDÍCULO
El mandatario alega que el desaguisado ante Putin es fruto de un error léxico
confidente personal, sostuvo que había cometido “el peor error de su presidencia”. Y otra más: “Donald Trump salió de viaje a Europa con su imagen al alza por una potente nominación al Tribunal Supremo. Regresó este lunes con la reputación disminuida tras una tumultuosa semana de excesiva complacencia de la doctrina de ‘Trump primero’”.
Estas frases aparecen en el editorial de ayer de The Wall Street Journal, propiedad de Rupert Murdoch, uno de los consejeros del presidente y dueño de la Fox.
La amistad que Trump demostró a Putin va más allá de la opinión pública. Según diversas fuentes, el desánimo cundió entre los asesores de la Casa Blanca. Su equipo le preparó un informe de 100 páginas advirtiéndole de los peligros. Ni se lo miró.
Lo que si transpiró en vísperas de su cita con Putin fue su enfado porque el viernes se dio a conocer que el fiscal especial Robert Mueller imputó a doce militares rusos por el ciberataque al partido demócrata y a la campaña de Hillary Clinton. Trump hizo caso omiso de que no dijera nada.
El desánimo y el enfado también recaló dentro del Partido Republicano. En medio de esas tormenta perfecta, Trump arrancó la jornada haciendo de Trump. Ni un paso atrás, él y sólo él. Así lo expresó en un tuit.
“Si tuve una gran reunión con la OTAN, sacando enormes cantidades de dinero, todavía tuve un encuentro mejor con Vladímir Putin. Tristemente, esto no se está explicando bien. Las noticias falsas se están volviendo locas”.
Su comentario incentivó aún más la estupefacción. Volvió a cobrar fuerza la pregunta que sigue flotando en el aire: ¿Tienen algo los rusos para chantajearle? A Putin le preguntaron y su respuesta no despejó las dudas.
Dan Coats, director de la Inteligencia Nacional, nombrado por este presidente, emitió un comunicado de confrontación. “Hemos sido claros en nuestra evaluación de que Rusia interfirió en nuestras elecciones y continúan con sus esfuerzos para minar nuestra democracia”.
A los republicanos les puso frente el abismo. Paul Ryan, presidente del Congreso, insistió en que los rusos no son nuestros amigos, dio total apoyo a las agencias de inteligencia e indicó que podrían fijar más sanciones contra el Kremlin. Su equivalente del Senado, Mitch McConnell, coincidió en la posibilidad de las sanciones y advirtió: “Rusia necesita saber que lo ocurrido en el 2016 es mejor que no suceda en el 2018”.
Sin embargo, de cara a esas legislativas de noviembre, muchos conservadores pusieron la sordina. Se juegan el escaño y es mejor no enfadar al presidente.
Toda esta presión llevó a Trump a su peculiar enmienda. Sin olvidarse de que “la culpa de todo” la tiene Barack Obama.