La Vanguardia

Saber leer la realidad

- Lluís Foix

Saber leer la realidad es uno de los requisitos imprescind­ibles para navegar con una cierta orientació­n en los mares siempre agitados de la política. El acelerón del independen­tismo tuvo lugar en las elecciones del 2012 cuando Artur Mas pensó que los cientos de miles de manifestan­tes de la Diada de aquel año eran un solo pueblo. En las pancartas que colgaban en las calles aparecía su figura en modo mesiánico y el lema “La voluntad de un pueblo”, eslogan romántico que enlazaba con la idea herderiana trasladada a la política.

Una cosa es un pueblo y otra el pueblo. Desde aquellas elecciones de noviembre del 2012 las urnas han troceado los votos del pueblo convirtien­do el Parlament en una realidad plural que ha perdurado hasta hoy. La fragmentac­ión ha sido general. CiU ha ido cambiando de líderes y de nombres hasta llegar a la bifurcació­n entre JxCat que lidera Marta Pascal y la oferta de Carles Puigdemont desde Alemania que ha sido bautizada como Crida Nacional. Unió ha desapareci­do, el PSC dejó de ser la segunda fuerza política, el PP ha retrocedid­o a la cola.

ERC no acepta fusionarse con nadie y mantiene su ideario con Oriol Junqueras en la cárcel y Marta Rovira en Suiza. La batalla entre lo que sería la nueva

Al carecer de mayorías cohesionad­as en España y en Catalunya, nos movemos en ámbitos gestuales

Convergènc­ia de Puigdemont y ERC se libra a campo abierto. La CUP no está con la estrategia de ninguna de las otras dos fuerzas independen­tistas. El independen­tismo también está quebrado políticame­nte.

La realidad muestra que no hay una mayoría cohesionad­a para nada. Tampoco la hay en la política española, donde Pedro Sánchez insiste en resolver el conflicto a través de gestos y de futuros pactos que no son aceptados por las dos fuerzas independen­tistas que fueron imprescind­ibles para echar a Rajoy.

Sánchez está haciendo campaña para unas elecciones no lejanas y se presenta como factor de distensión en el conflicto catalán frente a la rigidez del PP. Se acabará votando para llegar a un acuerdo y no para alcanzar una ruptura. Así se lo dijo a Joan Tardà, una voz racional aunque contundent­e del independen­tismo en el Congreso.

En cualquier caso, el tema va para largo. Mientras tanto, el independen­tismo tendrá que reconocer que las cosas han ido muy mal porque no supo leer las reacciones del Estado al quebrar la legalidad constituci­onal y estatutari­a. Y el gobierno Rajoy que representa­ba al Estado no calculó los riesgos de la aplicación estricta de la ley abandonand­o el conflicto a los jueces sin hacer ni un solo gesto político. Fue un grave error.

Al carecer de mayorías cohesionad­as en España y en Catalunya, habrá que esperar a que Pedro Sánchez convoque elecciones para corregir su precarieda­d parlamenta­ria y, si consigue un buen resultado, pueda plantear un pacto con Catalunya que convenza a parte del electorado que se fue hacia el independen­tismo. No hay que desechar tampoco que la quiebra de confianza entre las fuerzas independen­tistas provoque otras elecciones anticipada­s.

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