Política e inversión
La decisiva y previsiblemente tensa asamblea del PDECat; y la decisión del Ejecutivo de Pedro Sánchez de aumentar el gasto público para incentivar la economía.
EL PDECat celebra este fin de semana su asamblea nacional –el equivalente al congreso– en medio de una fuerte crisis sobre el control de la dirección y del aparato. Carles Puigdemont y Marta Pascal, actual coordinadora general, libran una batalla sobre el futuro del proyecto que nació hace dos años como resultado de la refundación de la antigua CDC. El expresident, que esta semana ha lanzado la plataforma Crida Nacional per la República para intentar integrar todo el soberanismo, cuenta con el apoyo del sector crítico del PDECat, impulsado en parte por los perdedores del congreso fundacional, que se cerró en falso en medio de una confrontación muy dura y nunca vista en el mundo convergente.
Son varios los factores que complican el consenso en el PDECat. Desde desconfianzas personales evidentes hasta planteamientos estratégicos, pasando por discrepancias en las prioridades, y el choque entre sectores movidos por intereses contrapuestos. Pascal, sin abandonar la bandera soberanista y sin oponerse a sumar fuerzas, ha insistido en reforzar el perfil propio de un PDECat que deje claro su perímetro ideológico en relación a ERC y la CUP, a la vez que se ha mostrado partidaria del diálogo y del posibilismo en todos los ámbitos. Puigdemont, desde su circunstancia especial en Bruselas y Alemania, ha ido madurando la idea de crear un nuevo artefacto transversal que, al estilo de la lista Junts per Catalunya, supere la lógica de los partidos clásicos, en torno a su liderazgo y a partir de la confluencia de personalidades de diversa ideología; desde su punto de vista, el PDECat debe integrarse completamente en la Crida Nacional y debe ponerse al servicio de una operación que tiene el objetivo de vertebrar un movimiento nuevo, para continuar –en teoría– el proceso allí donde quedó parado el pasado otoño.
El PDECat no ha podido o no ha sabido consolidarse como marca política. Ahora es un ámbito incierto. La dinámica imprevisible del proceso más el legado convergente más negativo –caso 3%, caso Palau y confesión de Pujol sobre la herencia del padre– han pesado y pesan sobre unas siglas nuevas que están vinculadas al pujolismo. La asamblea de este fin de semana debería servir para clarificar los principios y las estrategias de los neoconvergentes, y para abordar las debilidades y fragilidades de una maquinaria que, en cambio, sigue contando con una gran implantación territorial, asegurada por muchos alcaldes y concejales. La aceleración independentista y el liderazgo de Puigdemont han convertido al PDECat en un partido invisible, sometido a lógicas y necesidades que sobrepasan a sus dirigentes.
Estamos llegando a la hora de la verdad. El espacio político que articuló el pujolismo no ha desaparecido, pero tampoco ha quedado al margen del impacto de la crisis que estalló a partir de la sentencia del TC sobre el nuevo Estatut. La cultura política convergente –que todavía inspira a muchos cargos públicos y es valorada por muchos votantes– se ha mezclado con la cultura del nuevo soberanismo, y eso genera nuevas actitudes. El gran reto de los que quieran consolidar este espacio y pretendan liderarlo es explorar una nueva síntesis que –sin intentar regresos imposibles al pasado– aproveche lo mejor del estilo de la antigua CDC y sepa añadir los ingredientes que exige esta nueva etapa, sin olvidar la centralidad, la capacidad de pacto, el sentido de país y la responsabilidad. Pascal o quien acabe llevando las riendas del PDECat deberá escuchar bien el país, para no confundir fans y militantes con votantes.