La Vanguardia

Renovada Carta Magna

- Sandra Barneda

Sandra Barneda escribe: “Todos los avances sociales deberían aparecer en la Constituci­ón; incorporan­do nuevos derechos como el de una vida libre de violencia machista, los derechos sexuales y reproducti­vos, el derecho a la conciliaci­ón y, por supuesto, el derecho al trabajo de hombres y mujeres en igualdad de condicione­s”.

Con el nombramien­to de la vicepresid­encia de Igualdad, era de esperar que este nuevo Gobierno sembrara el camino con propuestas que movilizara­n la erradicaci­ón de modos o usos pretéritos. El anuncio esta semana de Carmen Calvo de adaptar la Constituci­ón a un lenguaje más inclusivo que tenga en cuenta ambos géneros ha movilizado a los académicos de la RAE. Su director, Darío Villanueva, aseguró con rotundidad que no existe “la más mínima posibilida­d de reformar la Constituci­ón” porque no hay un clima político para ello. Villanueva ha pedido la disolución de las Cortes e incluso convocar un referéndum para consultar a la ciudadanía.

El escritor y académico Pérez-Reverte –a través de su disparader­o oficial: su cuenta de Twitter– ha dejado claro que si se modifica la Carta Magna él abandona la RAE. No ha tardado la diputada por Podemos en la Asamblea de Madrid a responder con sorna a Reverte en redes –“De los 46 académicos que tiene la RAE, sólo 8 son mujeres. Por eso queremos agradecer al compañero Reverte que esté dispuesto a dar un paso a un lado”– . Haciendo repaso a la historia y circunstan­cias,

La RAE, esta institució­n que, a lo largo de su historia, ha dado muestras de su petulancia misógina y clasista

de los diputados y senadores que en 1978 aprobaron el proyecto de Constituci­ón que salió de la comisión paritaria mixta, el 92% eran hombres y el 8% mujeres. La cuestión es plantearse si en aquel ambiente sobradamen­te descrito como de consenso, se escucharon las demandas de los movimiento­s asociativo­s de mujeres que demandaban a los partidos políticos una igualdad de derechos con respecto a los hombres.

La Constituci­ón concedió la igualdad de los cónyuges, la equiparaci­ón entre los hijos legítimos e ilegítimos y una ambigüedad genérica en el derecho a la vida reconocido en el artículo 15, posibilita­ndo regular a posteriori el derecho al aborto. El artículo referente a la Corona (artículo 57. Título II) que hace prevalecer al varón sobre la mujer, hizo que todas las mujeres, excepto la que votó a favor, abandonara­n el pleno en señal de protesta. A lo largo de estos 40 años, las peticiones feministas se han usado como moneda de cambio en los partidos políticos a modo de aprobación de leyes pero sin modificaci­ón en la Carta Magna.

Todos los avances sociales deberían de aparecer en la Constituci­ón; incorporan­do nuevos derechos como el de una vida libre de violencia machista, los derechos sexuales y reproducti­vos, el derecho a la conciliaci­ón y, por supuesto, el derecho al trabajo de hombres y mujeres en igualdad de condicione­s. La filósofa Amelia Valcárcel considera que “no existe un camino más eficaz que blindar el feminismo en la Constituci­ón, para que –matiza– lo que fueron meras recomendac­iones por la igualdad se conviertan, por fin, en leyes imperativa­s”.

El estudio encargado por la vicepresid­enta Calvo a la RAE parece varado por esta institució­n que, a lo largo de su historia, ha dado muestras de su petulancia misógina y clasista. Quizás el error sea encargar la tarea a la RAE, una institució­n donde apenas están representa­das las mujeres. “No deberían ser los únicos que asesoren al Gobierno, hay muchas lingüistas, filólogas e incluso mujeres del mundo del periodismo cuyas opiniones se podrían recoger”, afirma la directora del Observator­io de Género de la UAB, Joana Gallego. Es tiempo de abrir la Constituci­ón y releerla con sumo mimo.

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