La Vanguardia

Susurros y lágrimas

- Iñaki Ellakuría

Entre prudentes susurros y miradas de reojo, los primeros compromisa­rios populares que arribaban al hotel Marriott Auditorium, un mastodonte posmoderno que sirvió de escenario en julio del 2014 de la victoria de Pedro Sánchez/Susana Díaz sobre Eduardo Madina –cuando este era calificado de peligroso izquierdis­ta– en el congreso del PSOE, intercambi­aban quinielas y cálculos basados más en rumores que en certezas. “Dicen que Pablo lo tiene ganado...”; “Soraya se impondrá”... Todo ello en una atmósfera de fin de siècle y, por primer vez en muchos años, de una total incertidum­bre sobre el futuro inmediato del PP, que algunos compromisa­rios calificaba­n de “bendita novedad”, tras la larga pax mariana. Periodo caracteriz­ado por la ausencia de debate interno y el acatamient­o a la búlgara.

Otros, sin embargo, no disimulaba­n su temor de que, tras la dura batalla de estas semanas entre Casado y Santamaría, una campaña en la que se han producido fotos y vídeos que no desentonar­ían en la exposición del Reina Sofía sobre el Dadá ruso, el ganador se decante por la política de la tabla rasa. “Los de derechas somos poco de integrar”, apuntaba un compromisa­rio catalán que se guardaba de desvelar su intención de voto.

En el inmenso vestíbulo del hotel, entre centro comercial y rico aeropuerto de provincias, decenas de compromisa­rios se mezclaban con turistas atónitos, elegantes azafatas de Fly Emirates, y el heterogéne­o batallón de la prensa. Bullicio que aprovechab­an los miembros del equipo de cada candidatur­a para asegurar, a cuantos más mejor, que tienen la ganada la votación. n intento de seducir al último indeciso, pero también para darse ánimos a pocas horas de un choque del que, para bien o para mal, surgirá un nuevo PP. “Mejor ser prudente con las quinielas, aquí todos mienten hasta el final, la cosa está abierto”, era el consejo de un veterano dirigente del PP que anoto en la libreta. Y avisaba desde su experienci­a: “Los apoyos territoria­les de

Mientras los candidatos se afanaban en seducir a los indecisos, Rajoy con sus lloros evidenció la herida que ha sufrido

última hora pueden ser decisivos”.

Como decisivo todo el mundo señalaba ayer el discurso de Mariano Rajoy, a la espera de alguna señal, de un guiño del nuevo registrado­r de la propiedad de Santa Pola, que fuera entendido como el dedo que señala al sucesor y recuperara así la vieja tradición en el partido de dejarlo todo atado y bien atado. Por si acaso, Casado y Santamaría aprovechar­on los minutos previos a la intervenci­ón de Rajoy para marcar perfil. “Soy la candidata de las bases”, afirmó la exvicepres­identa, vestida otra vez de blanco, recordando su victoria en las primarias. “Representa­mos un constructi­vo cambio de etapa, si ganamos, nadie pierde”, aseguró Casado, arropado por el hijo de Adolfo Suárez, señalando la amplia red de apoyos que ha logrado tejer la última semana.

La llegada de Rajoy al pleno de un congreso que es más de urgencia que extraordin­ario abrió una tregua momentánea entre las candidatur­as. Y provocó una explosión de sentimenta­lidad, síntoma de la profunda herida que la moción de censura ha dejado en el PP. Lloró Cospedal cuando sonó el himno de España, todos firmes y en pie, y cuando hizo balance de su mandato como secretaria general. Como lloraron Rajoy y su esposa ante los elogios de Luis de Grandes y Ana Pastor, y el hondo aplauso de un pleno puesto en pie. Rajoy fue elevado a los altares del PP, de donde Aznar, el ausente/presente, fue expulsado estos años de marianismo –no se le ha invitado al congreso, sí a un resucitado Hernández Mancha–, y donde amenaza con volver.

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DANI DUCH Soraya Sáenz de Santamaría y Mariano Rajoy se saludan con efecto tras el discurso del expresiden­te
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