Procesión a Lledoners
Un conseller sostenía ayer con vehemencia que la noticia de la asamblea del PDECat no pueden ser los nombres, sino el tránsito del partido hacia la Crida Nacional de Puigdemont. Pero entre los herederos de Convergència, la tradición (corta) ya son los cierres en falso, el vol i dol, sí però no yel… tot i que….
Artur Mas reventó el congreso fundacional del PDECat y, dos años después, Carles Puigdemont ha dinamitado la primera asamblea y el futuro de la dirección que él mismo apadrinó. El expresident lanzó el lunes la Crida con la que quiere absorber el legado de CDC y neutralizar a ERC con una presentación de veinte minutos a cargo de Gemma Geis y Ferran Mascarell, uno de los encargados de la ponencia política del PDECat por encargo de Marta Pascal en un intento de tender puentes con el expresident. El objetivo merecía más planificación y argumentos pero los tiempos de Puigdemont no tienen nada que ver con los de la coordinadora general de su partido, que no tuvo voz en el Estado mayor del proceso soberanista y no tiene ni voz ni voto en Junts per Catalunya.
Las señales de Puigdemont han sido inequívocas en los últimos meses: el expresident, al que se definía como el menos convergente de los convergentes, quiere ahora que el PDECat, propietario de la marca JxCat, sea un instrumento bajo su control y su relato republicano sin hipotecas. Y al amparo del éxito electoral y el procedimiento judicial por el 1-O se han ido tejiendo complicidades insólitas entre familias convergentes, por un lado, y ahondando en desencuentros, por otro. Hasta desembocar en el denominado “pacto de Lledoners”.
Se trata de un pacto aún inexistente porque ni Puigdemont, con la mente puesta ya en la Casa de la República en Waterloo, ni los exconsellers Rull, Turull y Forn –junto a Jordi Sànchez– como referentes morales en prisión han logrado de momento que Pascal les entregue las llaves del partido. La coordinadora general entiende que lo que quiere Puigdemont es un acta de liquidación del PDECat y ella defiende la compatibilización de un partido fuerte con un tránsito hacia la Crida de Puigdemont. El expresident y los exconsellers consideran que la Crida es una oportunidad de recuperar el esplendor del pal de paller que fue CDC, sin rémoras del pasado y con mejores perspectivas electorales, con las municipales en el horizonte pero sin perder de vista que a partir del 27 de octubre se podrán convocar elecciones catalanas. Puigdemont es un tsunami político difícil de rebatir en el independentismo y, además, no esconde su descontento con Pascal, así que la coordinadora general puede negociar y esperar una mejor oportunidad o enfrentarse a él y encomendarse a una carambola el domingo.
La rótula del enfrentamiento está en la cárcel de Sant Joan de Vilatorrada, convertido en destino de una procesión continua. El martes, visitas de Joan Ramon Casals, Josep Lluís Cleries, Míriam Nogueras y Jordi Cuminal, por un lado, Pascal y David Bonvehí por otro; el jueves, negociación con los consellers Damià Calvet y Miquel Buch, junto a Casals y Nogueras, y Francesc Sánchez, en nombre de Pascal. Lo que hay sobre la mesa es una dirección presidida por Bonvehí y con Nogueras de vicepresidenta pero no se concretan las funciones ni los nombres del resto de integrantes de una hipotética lista de consenso. No hay papel para Pascal, que ayer volvió a Lledoners para oír de los exconsellers su enmienda a la totalidad. Pocas horas después, Calvet, Buch y Mercè Homs recibieron las últimas instrucciones de los exconsellers y que Puigdemont avala. “El pacto de Lledoners sigue adelante, con o sin Pascal”.
La batalla de los nombres esconde el naufragio del partido. Por primera vez en el imaginario convergente no hay president –Quim Torra– ni expresidents –Mas y Puigdemont– en la apertura de un congreso. Y no están en Lledoners.