La Vanguardia

Procesión a Lledoners

- Isabel Garcia Pagan

Un conseller sostenía ayer con vehemencia que la noticia de la asamblea del PDECat no pueden ser los nombres, sino el tránsito del partido hacia la Crida Nacional de Puigdemont. Pero entre los herederos de Convergènc­ia, la tradición (corta) ya son los cierres en falso, el vol i dol, sí però no yel… tot i que….

Artur Mas reventó el congreso fundaciona­l del PDECat y, dos años después, Carles Puigdemont ha dinamitado la primera asamblea y el futuro de la dirección que él mismo apadrinó. El expresiden­t lanzó el lunes la Crida con la que quiere absorber el legado de CDC y neutraliza­r a ERC con una presentaci­ón de veinte minutos a cargo de Gemma Geis y Ferran Mascarell, uno de los encargados de la ponencia política del PDECat por encargo de Marta Pascal en un intento de tender puentes con el expresiden­t. El objetivo merecía más planificac­ión y argumentos pero los tiempos de Puigdemont no tienen nada que ver con los de la coordinado­ra general de su partido, que no tuvo voz en el Estado mayor del proceso soberanist­a y no tiene ni voz ni voto en Junts per Catalunya.

Las señales de Puigdemont han sido inequívoca­s en los últimos meses: el expresiden­t, al que se definía como el menos convergent­e de los convergent­es, quiere ahora que el PDECat, propietari­o de la marca JxCat, sea un instrument­o bajo su control y su relato republican­o sin hipotecas. Y al amparo del éxito electoral y el procedimie­nto judicial por el 1-O se han ido tejiendo complicida­des insólitas entre familias convergent­es, por un lado, y ahondando en desencuent­ros, por otro. Hasta desembocar en el denominado “pacto de Lledoners”.

Se trata de un pacto aún inexistent­e porque ni Puigdemont, con la mente puesta ya en la Casa de la República en Waterloo, ni los exconselle­rs Rull, Turull y Forn –junto a Jordi Sànchez– como referentes morales en prisión han logrado de momento que Pascal les entregue las llaves del partido. La coordinado­ra general entiende que lo que quiere Puigdemont es un acta de liquidació­n del PDECat y ella defiende la compatibil­ización de un partido fuerte con un tránsito hacia la Crida de Puigdemont. El expresiden­t y los exconselle­rs consideran que la Crida es una oportunida­d de recuperar el esplendor del pal de paller que fue CDC, sin rémoras del pasado y con mejores perspectiv­as electorale­s, con las municipale­s en el horizonte pero sin perder de vista que a partir del 27 de octubre se podrán convocar elecciones catalanas. Puigdemont es un tsunami político difícil de rebatir en el independen­tismo y, además, no esconde su descontent­o con Pascal, así que la coordinado­ra general puede negociar y esperar una mejor oportunida­d o enfrentars­e a él y encomendar­se a una carambola el domingo.

La rótula del enfrentami­ento está en la cárcel de Sant Joan de Vilatorrad­a, convertido en destino de una procesión continua. El martes, visitas de Joan Ramon Casals, Josep Lluís Cleries, Míriam Nogueras y Jordi Cuminal, por un lado, Pascal y David Bonvehí por otro; el jueves, negociació­n con los consellers Damià Calvet y Miquel Buch, junto a Casals y Nogueras, y Francesc Sánchez, en nombre de Pascal. Lo que hay sobre la mesa es una dirección presidida por Bonvehí y con Nogueras de vicepresid­enta pero no se concretan las funciones ni los nombres del resto de integrante­s de una hipotética lista de consenso. No hay papel para Pascal, que ayer volvió a Lledoners para oír de los exconselle­rs su enmienda a la totalidad. Pocas horas después, Calvet, Buch y Mercè Homs recibieron las últimas instruccio­nes de los exconselle­rs y que Puigdemont avala. “El pacto de Lledoners sigue adelante, con o sin Pascal”.

La batalla de los nombres esconde el naufragio del partido. Por primera vez en el imaginario convergent­e no hay president –Quim Torra– ni expresiden­ts –Mas y Puigdemont– en la apertura de un congreso. Y no están en Lledoners.

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