Una nueva fantasía
El pasado lunes 16 de julio se presentó en el Ateneu una nueva iniciativa independentista: la Crida Nacional per la República, una plataforma inspirada por el expatriado expresident Puigdemont y el president Torra tratando de aglutinar al independentismo, superando con ello lo que sus promotores consideran estructuras caducas. En esta Crida se habla abiertamente de Catalunya como sujeto político y con derecho a la autodeterminación, una autodeterminación que las Naciones Unidas no reconocen para Catalunya por no ser ni una colonia ni un territorio en el que no se respeten las leyes y los derechos humanos, pese a lo que se diga del 1 de octubre.
Esta nueva Crida supone un paso mas de lo que la Crida a la Solidaritat fue durante su existencia desde 1981 hasta 1993 y es un paso mas de lo que Artur Mas había propuesto en el Palau de Congressos el 20 de noviembre del 2007, cuando lanzó a bombo y platillo la Casa Gran del Catalanisme, que propugnaba el derecho a decidir estableciéndose un pacto nacional basado en la idea inconstitucional de que Catalunya es una nación y como tal tiene el derecho a decidir su futuro.
Esquerra Republicana ha decidido no entrar en esta nueva iniciativa de PuigdemontTorra y prima el diálogo con el PSOE iniciado el 9 de julio por Pedro Sánchez y Joaquim Torra en la Moncloa y que ha visto su primer error en la no participación del vicepresidente y conseller de Economia, Pere Aragonès, en la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del 19 de julio. Por si esta desavenencia con Madrid no fuera suficiente, el 18 de julio asistimos a un lamentable desencuentro en el Parlament entre ERC y JxCat, que dio al traste con la sesión de control al Govern prevista para antes de las vacaciones parlamentarias, que se van a prolongar hasta finales de septiembre.
La Crida Nacional per la República es, pues, una nueva fantasía de una parte del independentismo que, tras el fracaso del procés para materializar la República Catalana, trata de evitar que decaigan los ánimos reivindicativos en la calle de los que creen que separarse de España –un Estado fuerte de Europa– es pan comido.
Las negociaciones del Brexit nos muestran que separarse de una unidad política superior, como en este caso el Reino Unido de la Unión Europea, es casi imposible y crea disfunciones por mucho que haya gente ilusionada con ello por las mentiras con los que los brexiters (recientemente separados de la política por la señora May) intoxicaron a un 51% del pueblo británico prometiendo que estarían mejor fuera que dentro de la UE.
En vez de tratar de seguir un nuevo camino de fantasía hacia una república catalana independiente, mejor sería que nuestros gobernantes se ocuparan de las cuestiones que afectan nuestras vidas y las de nuestros hijos, y que se afrontarán mejor si seguimos en España y en la Unión Europea que si tratamos de ir solos.
La Crida es un nuevo intento de una parte del independentismo para evitar que caigan los ánimos en la calle