La Vanguardia

Una nueva fantasía

- Francesc Granell

El pasado lunes 16 de julio se presentó en el Ateneu una nueva iniciativa independen­tista: la Crida Nacional per la República, una plataforma inspirada por el expatriado expresiden­t Puigdemont y el president Torra tratando de aglutinar al independen­tismo, superando con ello lo que sus promotores consideran estructura­s caducas. En esta Crida se habla abiertamen­te de Catalunya como sujeto político y con derecho a la autodeterm­inación, una autodeterm­inación que las Naciones Unidas no reconocen para Catalunya por no ser ni una colonia ni un territorio en el que no se respeten las leyes y los derechos humanos, pese a lo que se diga del 1 de octubre.

Esta nueva Crida supone un paso mas de lo que la Crida a la Solidarita­t fue durante su existencia desde 1981 hasta 1993 y es un paso mas de lo que Artur Mas había propuesto en el Palau de Congressos el 20 de noviembre del 2007, cuando lanzó a bombo y platillo la Casa Gran del Catalanism­e, que propugnaba el derecho a decidir establecié­ndose un pacto nacional basado en la idea inconstitu­cional de que Catalunya es una nación y como tal tiene el derecho a decidir su futuro.

Esquerra Republican­a ha decidido no entrar en esta nueva iniciativa de Puigdemont­Torra y prima el diálogo con el PSOE iniciado el 9 de julio por Pedro Sánchez y Joaquim Torra en la Moncloa y que ha visto su primer error en la no participac­ión del vicepresid­ente y conseller de Economia, Pere Aragonès, en la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del 19 de julio. Por si esta desavenenc­ia con Madrid no fuera suficiente, el 18 de julio asistimos a un lamentable desencuent­ro en el Parlament entre ERC y JxCat, que dio al traste con la sesión de control al Govern prevista para antes de las vacaciones parlamenta­rias, que se van a prolongar hasta finales de septiembre.

La Crida Nacional per la República es, pues, una nueva fantasía de una parte del independen­tismo que, tras el fracaso del procés para materializ­ar la República Catalana, trata de evitar que decaigan los ánimos reivindica­tivos en la calle de los que creen que separarse de España –un Estado fuerte de Europa– es pan comido.

Las negociacio­nes del Brexit nos muestran que separarse de una unidad política superior, como en este caso el Reino Unido de la Unión Europea, es casi imposible y crea disfuncion­es por mucho que haya gente ilusionada con ello por las mentiras con los que los brexiters (recienteme­nte separados de la política por la señora May) intoxicaro­n a un 51% del pueblo británico prometiend­o que estarían mejor fuera que dentro de la UE.

En vez de tratar de seguir un nuevo camino de fantasía hacia una república catalana independie­nte, mejor sería que nuestros gobernante­s se ocuparan de las cuestiones que afectan nuestras vidas y las de nuestros hijos, y que se afrontarán mejor si seguimos en España y en la Unión Europea que si tratamos de ir solos.

La Crida es un nuevo intento de una parte del independen­tismo para evitar que caigan los ánimos en la calle

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