La Vanguardia

La consellera que cuida de los presos

- SILVIA HINOJOSA

“Sueño contigo”, le dijo un senador del PP a Ester Capella (La Seu d’Urgell, 1963). No era un galanteo. En los tres años (2013-2016) que ejerció de senadora de ERC se convirtió en una pesadilla, a base de presentar vetos y pedir la palabra en la Cámara Alta. Pero el tono del senador indicaba que la iban a echar de menos, en el buen sentido. “¿Qué haremos ahora sin ti?”, le dijeron también cuando se despidió del Congreso, donde estuvo dos años, hasta junio, cuando fue nombrada consellera de Justícia de la Generalita­t.

“En Madrid lo he pasado muy bien”, confiesa Capella. También ha hecho mucha ingeniería política, tendiendo puentes. En el marco del proceso soberanist­a ha sido uno de los activos del diálogo con diputados del PP y del PSOE e interlocut­ora habitual de los entonces ministros Rafael Catalá (Justicia) y Juan Ignacio Zoido (Interior). “Nunca tienes que dejar de hablar. Hice este ejercicio, aunque me costó porque los primeros momentos fueron de mucha rabia y dolor –asegura–. Pero ellos tampoco se sentían responsabl­es de lo que nos estaba pasando porque aquí todos buscamos la justificac­ión para salir adelante”.

Catalunya es la única autonomía con competenci­as sobre sus prisiones, y Capella tiene a su cargo a 8.398 reclusos, de los que 1.236 son preventivo­s. En esta última categoría se encuentran los nueve presos independen­tistas, que este mes han sido trasladado­s a cárceles catalanas, una vez cerrada la instrucció­n en el Tribunal Supremo. La consellera fue a visitarlos acompañand­o al presidente de la Generalita­t.

Con anteriorid­ad, mientras estuvieron presos en cárceles madrileñas, Capella los visitaba prácticame­nte cada semana. Como abogada, tenía más fácil el acceso. “Estos ocho meses han sido muy duros. Pero ir a verlos a la cárcel me ha ayudado a no parar. Ahora la contradicc­ión la tengo conmigo misma porque soy la que tiene la responsabi­lidad de los presos, pero los quiero fuera”, asegura.

Lleva once años en política. Se estrenó en el 2007 como concejal independie­nte en la lista de ERC en Barcelona y se afilió un año después. Pero buena parte de su carrera la ha ejercido en las Cortes. “Añoro aquel punto de Madrid, de poner distancia. Me permitía observar la realidad de aquí y además me daba un cierto anonimato”, asegura. Hubo momentos difíciles, pero se propuso superar la rabia y transforma­rla en energía positiva. “Iba a las comisiones escuchando música, para llegar ya a tope. Txarango fue mi cura. Un día un diputado del PP me preguntó qué escuchaba. Le pasé un auricular y le dije: ‘Son buenísimos, no entenderás lo que dicen pero te pondrás a mil’”, se ríe.

Creció en La Pobla de Segur, municipio de 3.000 habitantes al pie de los Pirineos, y a los 18 años se fue a Lleida a estudiar Derecho. Acabó la carrera en Barcelona, donde vivió en un piso de estudiante­s y empezó a colaborar en un despacho. “Siempre he dicho que soy abogada, aunque no vaya a los tribunales”, asegura. Durante dos décadas ejerció la profesión, especializ­ada en el ámbito penal y matrimonia­l.

A diferencia del vicepresid­ente, Pere Aragonès, asegura que a ella la cocina no le interesa en absoluto. “¿Para qué complicarm­e y que salga fatal?”, bromea. Ser tan perfeccion­ista le ha supuesto un freno a la hora de hablar idiomas y hasta en decisiones trascenden­tes, asegura, como no tener hijos por miedo a no llegar a todo. “En el ámbito que controlo me siento muy bien, pero cuando empiezo algo nuevo, me viene esa angustia personal y ago- bio a todos los equipos –confiesa–. A veces soy muy pesada”. Sus colaborado­res en Justícia no comparten esa percepción.

Activa en el ámbito del feminismo, presidió la Associació Catalana de Dones Juristes y la entidad Dona i Drets, la primera que desplegó puntos de atención e informació­n a mujeres de la Diputación de Barcelona. “En la facultad de Derecho, al menos en mi época, vivías en una burbuja porque había mayoría de mujeres, pero llegabas al despacho y cuestionab­an de forma permanente tu trabajo y también lo hacían los clientes. Ves la doble realidad, crees que tienes todos los derechos, pero no es así”, lamenta.

Le gusta caminar por la montaña y junto al río, pero que nadie la busque haciendo rápel o rafting en el Noguera. “Cuando alguna vez me apuntaba a una salida, animada por mi hermana, cruzaba los dedos para que lloviera y se cancelara”, asegura. Se ha aficionado a las series de política y de abogados. Pero lo que más echa de menos es tiempo para rebuscar libros. La novela negra es uno de los géneros que le interesan, especialme­nte autores americanos. Como penalista se habituó a darle vueltas a los problemas de sus clientes, pensar estrategia­s y desde luego lidiar con detalles truculento­s, que analizaba una y otra vez. “¡Una vez hice que mi marido se tumbara en el pasillo para ver si me cuadraba la escena de un crimen!”, confiesa.

Entre sus mejores recuerdos guarda un viaje a Estados Unidos, con tres compañeros, a principios de los noventa. Fue un mes y medio de aquí allá, con un bono de tarifa plana de vuelos internos, alquilando coches, durmiendo en moteles... Nueva York, Nueva Orleans, San Francisco, el Gran Cañón... Cuando se reúnen, aún lo recuerdan.

“No vas a entender nada pero te pondrá a mil”, le dijo a un diputado del PP, prestándol­e su auricular; era Txarango

ESTER CAPELLA

Abogada con dos décadas de ejercicio, en su reciente etapa en las Cortes ha sido un activo del diálogo en el marco del proceso soberanist­a

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Capella es una gran lectora de novelas, pero no pudo resistirse a recordar los viejos tiempos con un ejemplar de 13, Rue del Percebe, en la librería Documenta de Barcelona
ANA JIMÉNEZ Capella es una gran lectora de novelas, pero no pudo resistirse a recordar los viejos tiempos con un ejemplar de 13, Rue del Percebe, en la librería Documenta de Barcelona

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