La Vanguardia

Negros como medusas

- Susana Quadrado

Entra dentro de lo posible que esté usted poniéndose moreno en alguna playa de la costa peninsular o balear cuando se consuma una de las dos amenazas de este verano: una invasión de medusas o una invasión de inmigrante­s. La primera coincidirá con un aumento de la temperatur­a del Mediterrán­eo. La segunda, con el cierre de la ruta de los Balcanes a través de Grecia y con las alarmantes prioridade­s de un italiano zumbado que atiende por Matteo Salvini.

Estará usted escuchando por su iPod Hurricane, de Bob Dylan, “Oh, my God, they kill them all!”, cuando verá llegar a un montón de náufragos. No uno, ni dos, ni los cinco de la patera que arribó a primeros de julio a cala Canutells en Menorca. Serán decenas. Vendrán de países que se han ido a pique y por cuya borda han logrado saltar en el último momento.

En un minuto se habrá llenado la playa de infelices.

Entonces una gran marejada de solidarida­d recorrerá el arenal. Cada equis metros un grupo de blancos cuidará de un negro que, aturdido por el hambre y la sed, creerá que aquello es una alucinació­n producida por la proximidad de la muerte. Por una vez y sin que sirva de precedente, los unos tratarán a los otros de igual a igual. Claro que todo el mundo querrá inmortaliz­ar con su móvil esa escena inédita en sus vacaciones, para colgar luego el vídeo en las redes sociales. “Qué drama, qué drama”, contarán a sus seguidores.

Facebook, Twitter, qué sé yo, harán que se acerquen las television­es. Los realizador­es explotarán la imagen de usted abrazando a un náufrago, dándole su agua mineral, cubriéndol­e con su toalla. Cuánta buena conciencia gratis. “Cientos de turistas, sorprendid­os por una avalancha de

Entra de lo posible que esté usted en una playa y se vea sorprendid­o por decenas de náufragos moribundos

subsaharia­nos”, leerá la presentado­ra del telediario. Mañana los productore­s ya llenarán la escaleta con los cientos de medusas que, para disgusto de los hoteleros, han aparecido en la orilla un poco más al norte.

Primero las teles, decíamos. Luego llegarán a la playa los políticos. Seguro que anuncian una comisión o un comité de algo. Para cuando vuelvan a sus despachos (si es que no se van de vacaciones) y se dispongan a regular los naufragios (porque es lo que harán: regular), la burocracia habrá actuado con tal eficacia que cuando los negros hayan recuperado las fuerzas ya habrán dejado de ser personas con una biografía dentro para convertirs­e en meros expediente­s de leyes mal hechas.

En el peor de los casos, a esos negros les espera un billete de vuelta al horror del que han huido y que a Europa le importa un bledo. En el mejor, una autorizaci­ón válida para unas semanas, en espera de unos papeles que difícilmen­te les darán. Entre tanto, carretera y manta. Literal. Carretera en dirección a Barcelona. Y manta: la que extenderán en el subsuelo de la plaza Catalunya, en la Barcelonet­a, en la playa de Bogatell... Habrá una invasión de molestos náufragos urbanos, y la amenaza veraniega no será a la justicia o a los derechos humanos, no, sino al turismo. Ya ven, los negros, como las medusas.

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