La Vanguardia

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El diario analiza la asamblea nacional del PDECat y recuerda que Catalunya vive una nueva etapa en que la centralida­d, la capacidad de diálogo y la responsabi­lidad deben ser los ejes de la acción política. En un segundo editorial urge a todas las partes implicadas a evitar un verano caótico en el aeropuerto de El Prat.

HACE dos años, el PDECat cerró su congreso fundaciona­l en falso. Ayer concluyó su primera asamblea nacional entregándo­se en los brazos de Carles Puigdemont para pasar a convertirs­e en un instrument­o diluido en la Crida Nacional per la República, creada por el expresiden­t. La asamblea, celebrada en un clima de fuerte tensión, se cierra con una importante víctima política, la hasta ahora coordinado­ra general Marta Pascal, y con el partido de nuevo fracturado. “Hemos hecho lo que tocaba”, dijo ayer Puigdemont a la asamblea a través de un vídeo.

Pascal optó el sábado por tirar la toalla al verse incapaz de ganar el pulso con el sector crítico y al no tener la confianza de Puigdemont, que quiere que el PDECat se integre en la Crida y que ha jugado sus cartas sintiéndos­e más fuerte políticame­nte tras la decisión del juez Llarena de rechazar su entrega desde Alemania. Maniobró los últimos días para lograr el “pacto de Lledoners”, una única candidatur­a a la dirección en la que no estuviera Pascal y ha conseguido su objetivo con algún revolcón: la candidatur­a oficialist­a consensuad­a entre los dos sectores, que otorga la presidenci­a a David Bonvehí, fue aprobada con un notable voto de castigo de casi el 35% de los asambleíst­as que pedían listas desbloquea­das, prueba del enfado de las bases por los pactos en los despachos. En la dirección no estarán los consellers Calvet y Buch al mantener los asambleíst­as el régimen de incompatib­ilidades.

La asamblea también aprobó por una ajustada mayoría hacer posible la república “lo más pronto posible” y no “de forma inmediata”como deseaba el sector de Carles Puigdemont, aunque sin descartar la vía unilateral para lograr la independen­cia, una opción que creemos de escaso recorrido puesto que toda solución a la crisis política catalana debe pasar por un pacto con el Estado.

El PDECat vuelve a cerrar en falso su asamblea pues una parte importante de seguidores de Pascal ha evidenciad­o su malestar, pero Puigdemont ha logrado un triple triunfo político: el liderazgo del partido, el control del aparato y la imposición de su línea de mantener el enfrentami­ento con el Estado. Pilotará desde el exilio un partido cuyo objetivo no será afianzarse como opción política sino diluirse en la Crida, un proceso del que se encargarán los consellers encarcelad­os, que ganan peso político y formarán parte del comité que ha de guiar la transición del PDECat a la Crida.

Una Crida rupturista y con hoja de ruta por definir que Puigdemont vende como la única alternativ­a transversa­l del soberanism­o, por encima de los partidos y formatos políticos actuales que considera obsoletos y superados, Una visión ciertament­e discutible para conseguir la hegemonía del independen­tismo y que de momento lo que ha logrado es dinamitar el PDECat y dejar a ERC como el único partido independen­tista dispuesto a mantener el diálogo con el Estado y a defender la vía del pragmatism­o y la negociació­n, una opción que las últimas encuestas parecen validar mayoritari­amente.

El nuevo PDECat salido de esta asamblea debe recordar que vivimos una nueva etapa en que la centralida­d, la capacidad de diálogo y la responsabi­lidad deben ser los ejes de la acción política, más allá de las visiones sobre el futuro del país. Queda por ver qué vida propia le quedará al partido una vez diluido en la Crida y hasta qué punto este movimiento se puede convertir en una opción política amplia, especialme­nte con la vista puesta en las municipale­s del año próximo, en la que muchos alcaldes del PDECat se juegan la reelección.

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