Cara y cruz

Escribir estas líneas mientras oigo a mi compañera de equipo Mavi García como comentarista de la etapa del Tour en TVE era algo impensable hace sólo unos meses. Los buenos resultados en esta primera mitad de la temporada y, sobre todo, la gran actitud y trabajo de todo el equipo están teniendo su recompensa y parece que poco a poco nos estamos haciendo un pequeño hueco en los medios de comunicación. Algo está (y estamos) cambiando.

La tarde hubiera sido redonda con la victoria de Jon Izaguirre. Poco le faltó al vasco para conseguirla el día después de la exhibición de Omar Fraile en Mende. ¡A ver si Mikel Landa se apunta a la fiesta y nos da una alegría en los Pirineos! Y hablando de fiestas, hace tres días el Tour perdía a uno de nuestros ciclistas preferidos por culpa de una de las esencias más bonitas de este deporte: la afición. La excesiva cercanía del público en el Alpe d’Huez provocó la caída y posterior abandono de Vincenzo Nibali. A punto estuvo de pasarle algo parecido ayer a Rafal Majka coronando el Pic de Nore cuando un espectador despistado casi choca con él, o el empujón que recibió hace unos días Chris Froome por parte de un espectador con total impunidad. Por no hablar de la moda de encender bengalas al paso del pelotón, dejando casi a ciegas a todo el que pase por allí y los problemas que causa para respirar en momentos de tanto esfuerzo. Difícil decisión a la que se enfrenta la organización del Tour. Sería un poco triste tener que ver un cordón policial en todos los puertos de montaña velando por la seguridad de los ciclistas, como ya vimos en el Zoncolan del pasado Giro. Tener al público cerca, animándote, ofreciéndote agua o tirándotela por encima en los días calurosos, haciéndote el pasillo en la parte más dura de un puerto… son momentos muy duros y los corredores lo agradecemos muchísimo, nos ayuda a dar ese esfuerzo de más cuando vamos al límite. Esa conexión de los aficionados con los corredores debería ser la cara de este deporte, no la cruz.