La Vanguardia

Tocar la gaita

- Màrius Carol

DAVID Bonvehí proclamó en el discurso que cerró la asamblea nacional del PDECat que “hay que tocarle la gaita a Madrid”. No fue un calentón del recién elegido presidente de la formación, sino que se trató de un concepto relevante, pues pronunció esta sentencia en cuatro ocasiones. Fuera de contexto, podría entenderse que está dispuesto a cortar el paseo de la Castellana en hora punta o a enviar a Carlos Núñez a animar las terrazas de Malasaña, que son dos formas de tocar la gaita a los madrileños. Es más, el líder escocés Alex Salmond, que fue invitado al acto, pidió explicacio­nes a su vecino de localidad cuando escuchó la expresión. Para alguien que ha nacido en Escocia, tocarle la gaita a otro es un honor, no una amenaza.

Por si se pudiera haber dudas del alcance de la frase, la diputada en el Congreso Míriam Nogueras, la número dos del PDECat, ha declarado en los micrófonos de la radio pública catalana que “a partir de ahora la posición del partido será más dura respecto al Gobierno de Pedro Sánchez, que lo va a tener más difícil”. No deja de resultar sorprenden­te que un mes después de haber votado la investidur­a de Sánchez quieran tocarle la gaita, sobre todo después de que el encuentro con el presidente de la Generalita­t fuera bien, hasta el punto de que decidieron establecer una relación bilateral. Lo único que ha ocurrido desde entonces es que Carles Puigdemont, contrario al acuerdo, se ha hecho con el control del partido.

Salmond les podía haber contado la historia de John Malcom Churchill (Jack, el loco), que se defendió en las playas de Dunkerque con un arco, una espada claymore y una gaita. Al final de la guerra tomó una colina en la isla de Vis y, cuando los alemanes le rodearon, se puso a tocar Will ye no come back again, desconcert­ando a los enemigos. Estos se limitaron a darle un culatazo en la cabeza que lo dejó inconscien­te. Así que hay otras maneras de tocar la gaita.

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