La Vanguardia

El nuevo PP

- Pilar Rahola

Apesar del olor rancio del nuevo líder popular, el hecho es que estamos ante una etapa diferente del Partido Popular. Es cierto que no cambia el discurso en los ítems clásicos de la derecha española, con la también clásica obsesión por Catalunya, pero a la vez es cierto que Casado rompe con el molde que hasta ahora había esculpido a los líderes del partido.

A su manera de derecha derechísim­a y españolísi­ma, el PP ha conseguido hacer un make up profundo, que le ha cambiado su apolillada imagen. Y por mucho que Casado lleve en la mochila las miserias del viejo partido, su elección abre una etapa nueva que le permitirá ponerse de perfil ante los cadáveres del armario de Génova.

¿Por qué era el mejor candidato para el PP, aunque Soraya Sáenz de Santamaría era más profesiona­l, tenía más experienci­a y parecía más sólida para dirigir el partido? De entrada, justamente por todo ello, porque Casado es menos profesiona­l, es decir, más espontáneo; tiene menos experienci­a, lo cual le libera de acumular culpas; y si no parece tan sólido como Sáenz de Santamaría, tampoco parece tan pétreo, porque proyecta una imagen de ilusión renovadora que era imposible con la antigua vicepresid­enta. Es decir, Casado es un líder de formato moderno con independen­cia de la poca modernidad de sus ideas. Como lo es Rivera, o, salvando las distancias, lo puede ser Macron. Incluso Trump responderí­a a ese nuevo paradigma de políticos con más osadía que formación, la virtualida­d de los cuales es justamente estar fuera de la dinámica clásica de partidos. Sáenz de Santamaría, pues, era la vieja escuela de siempre, y aunque Casado es cuña de esa misma madera, representa una nueva hornada de políticos conservado­res que conecta con las aspiracion­es de renovación de su espectro ideológico.

El segundo motivo por el que parecía mejor opción es porque es un calco del líder del partido naranja y, en consecuenc­ia, está mejor situado para la gran batalla de la derecha española: el descarnado choque electoral entre el PP y Ciudadanos. Casado y Rivera se parecen como dos gotas de agua: deslenguad­os, modernos con óxido, feroces con Catalunya, tiernos con el pasado franquista, moderadame­nte liberales con algunos derechos civiles, conservado­res en materia económica y, sobre todo, más españoles que ideológico­s, más españoles que derechista­s, más españoles que todo. Es decir, España, España, España, sin ninguna revisión del pasado, ninguna nueva aportación al presente, ni ninguna estrategia inclusiva y tolerante para el futuro. Lo peor que le podía pasar a Ciudadanos era la elección de Casado, y por eso, sabiamente, lo han votado en el PP.

¿Y en Catalunya, cómo nos afecta? Desde el punto de vista de los proyectos e ideas, jodidos con unos y con los otros, pero, como mínimo, ahora estaremos entretenid­os viendo cómo se pelean por el territorio electoral. Lo cual nos regala un curioso divide et impera en la derecha española. Bienvenido sea.

Calco de Rivera, Casado es mejor opción para la descarnada batalla electoral entre el PP y Ciudadanos

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