Vívida memoria
Una oda al tiempo
Coreografía: María Pagés. Dramaturgia: El Arbi El Harti Lugar y fecha: Peralada (20/VII/18)
Bendita memoria. Una oda al tiempo, que Maria Pagés y El Arbi El Harti estrenaron hace tres meses en Madrid, es una obra de madurez, rica en detalles (¡qué manos tiene esta mujer y por qué maravillosos bailarines apuesta para que la acompañen sin quedarse atrás!), es redonda (literal y metafóricamente), de gran variedad de registros, casi invisibles al darse siempre con sentido, pertinentes, sin ninguna ambición virtuosa ni exhibicionista, sino con la humildad y la oportunidad de quien no hace de los medios un fin porque sabe adónde va y a qué se debe.
La compañía de Pagés sigue tan equilibrada como siempre, fiel a lo que aprendió de joven en la compañía de Gades, de cuyo espíritu es su más fiel heredera. Las coreografías se toman aquí su tiempo. Cada paso se hace esperar, vivido sin prisas, con naturalidad, tan vibrantes y cálidos los cuerpos como las cuerdas de la guitarra que el viernes convocaban interesantes duetos con el soplo del viento entre los árboles. Cada gesto y secuencia expandían las palabras del cante, eco unos de otros, cada uno de acuerdo con los que los han precedido o van a sucederles, porque en Pagés nada ocurre porque sí y la rica variedad de la pieza culmina un círculo perfecto.
Se empieza y termina con la misma imagen. Un árbol que, al estilo de la diosa Shiva, es suma de brazos, de miembros alzados como ramas que apuntan al cielo (deseos, anhelos) con peso propio y raíces que son razones. Sobre el centro del escenario, se balancea un omnipresente péndulo que a ratos parece la luna, otras, metrónomo, y, en todo momento, marca el tiempo, como si el escenario fuera un reloj de pared que el espectador pudiera parar para que tanta belleza no termine. En definitiva: por la arquitectura de los cuerpos, por la luz que los baña, por el ritmo compartido, por tanta plástica con hilos dramatúrgicos (con recuerdos de Goya y Picasso), por la limpieza de cada toque, siempre al compás, y tanta precisión (invisiblemente calculada), ¡qué placer!