La Vanguardia

“Buba es como Xavi”

Lima Diop M’Bengue, que jugó en las categorías inferiores del Atlético y el Madrid, montó una escuela en Dakar

- Dakar Enviado especial ENRIQUE FIGUEREDO

Por su casa corretean niños. Son hijos suyos. Y también, sobrinos. Lo hacen con camisetas bien pequeñitas de la selección española. Acaba de dar la hora de romper el ayuno. El ramadán se toma una pausa en Parcelles Assainies, un barrio de Dakar de unos 300.000 habitantes. Más que la ciudad de l’Hospitalet de Llobregat.

En la televisión, un imán recita un rezo infinito. La letanía monocromát­ica del clérigo suena de fondo mientras la rotura del ayuno inunda de energía el enorme piso de dos plantas de muy rudimentar­io interior. En la vivienda moran unas 20 personas.

En mitad de ese trance encontré a Lima Diop M’Bengue esta pasada primavera en Dakar. Todos lo conocen como Lima. Estuvo jugando en el fútbol español en diferentes categorías desde 1995. “Como cadete de segundo año, marqué 37 goles en una temporada”, recuerda risueño. Llegó a España por reagrupaci­ón familiar con un hermano. Evoca a su madre vendiendo cacahuetes en las calles de Dakar para juntar el dinero que pagara su billete a Europa. En el 2010 regresó a Senegal. Su último equipo en España fue el Algeciras.

“La crisis en España era fuerte. Decidí volver. El problema es que sólo sé jugar al fútbol. No sé hacer otra cosa. Y lo peor es que, tras pasar 15 años fuera, al volver a Dakar

BALOMPIÉ COMO VOLUNTARIA­DO Dirige la Escuela de Fútbol Vicente del Bosque en un populoso barrio de la capital senegalesa

CUESTIONES PRÁCTICAS “Jugamos con la camiseta de España porque es la única de la que disponemos para todos los jugadores”

me llamaron fracasado”, se lamenta Lima. De inmediato, sin embargo, reivindica sus nuevos triunfos. Aquellos que le han devuelto la estima de los suyos. Y eso se nota al recorrer el barrio en su compañía. Hay que pararse a cada instante a saludar. La gente demuestra que le quiere.

La culpa de toda esa buena fama de que goza hoy la tiene la Escuela de Fútbol Vicente del Bosque que Lima dirige en Parcelles Assainies. “Jugamos con la camiseta de España porque es la única de la que disponemos para todos los jugadores en los partidos. El embajador nos dijo que hacerlo era bueno para la imagen de España”.

Llaman a sus jugadores “los españoles” por la indumentar­ia “y por la manera de jugar”, matiza el entrenador. Lo hace en perfecto castellano. Consiguió lengua y ciudadanía. “Soy español, tengo pasaporte. Precisamen­te por ese motivo es por el que el gobierno me niega unas subvencion­es para la escuela, que tanta falta me hacen”. Al parecer, explica Lima, las leyes en Senegal impiden subvencion­ar a un extranjero.

En la Escuela de Fútbol Vicente del Bosque de Dakar hay niños para todas las categorías. Se entrenan en su campo de tierra chicos que van de los 9 a los 17 años. A los niños no se les cobra nada. “El problema es que no estamos en ninguna liga. Solo jugamos torneos. Sería fantástico que algún equipo nos invitara a un torneo en España”, afirma entre risas el entrenador.

Pero de inmediato se pone serio. Prepara el discurso.

“Dejamos perder muchas oportunida­des para jugar porque no tenemos transporte. Necesitamo­s un autobús de 60 plazas o de tantas como sea posible. El autobús es nuestro mayor problema actualment­e. Me temo que si no lo consigo, tendré que dejarlo”.

Explica Lima que una decisión de esa naturaleza dejaría a varios chicos en una comprometi­da situación. “Piensa –me dice– que muchos de los jugadores de la escuela tienen padres drogadicto­s o expresidia­rios”.

“Tengo un niño de la calle acogido en mi casa desde 2011. Es un buen zurdo. Se llama Alioune Salle. Luego, entreno a otro cuyo padre murió seis meses más tarde. Es como Dani Alves. Y Buba es como Xavi en el medio campo. Tengo chavales que, si jugaran un torneo internacio­nal, los equipos se los quedarían”. Pero dice que no pueden jugar ni los regionales porque los traslados son muy complicado­s.

Reaparece el problema del tan preciso autobús. El dinero que recibe de España y de su hermano no es suficiente. “¿Qué será de los chavales?”, se pregunta.

Lima conoce bien la calle. Por eso no la quiere para sus pupilos. Aunque militó en categorías juveniles como las del Atlético de Madrid y del Real Madrid y cabría suponer que su estatus mejoró, supo lo que era enfrentars­e a la venta ambulante de camisetas y pulseras por el metro de la capital española y tener un encontrona­zo con un grupo de cabezas rapadas en la zona de Moncloa. “Unos me pegaron una noche. Decidí no volver más por allí”, recuerda Lima. “Además, en aquellos años no había tantos negros en Madrid y la policía te paraba cada dos por tres”.

Luego llegaron los días en los que pasó del Atlético al Real Madrid y su retorno al Atlético en mitad de unas turbulenci­as judiciales por el caso Gil –se dijo que había irregulari­dades en su contrato– que acabaron por dejarle fuera de juego.

Tras el reciente Mundial de Fútbol volví a hablar con Lima. Se lamentó del papel de España en la fase final. Pero disculpó al equipo: “Un cambio de entrenador a 48 horas de debutar daña al vestuario psicológic­amente, pero para mí siguen siendo los que mejor juegan del mundo. Por cierto, Enrique, si al final escribes algo, no te olvides de poner lo del autobús, por favor”.

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ENRIQUE FIGUEREDO Lima Diop M’Bengue sostiene en brazos a un hijo y a un sobrino en su casa del barrio de Parcelles Assainies, en Dakar
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LA VANGUARDIA Lima, con un niño a su espalda, dirige un entrenamie­nto en el campo de la escuela de fútbol
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