La Vanguardia

Florencia en ocho imprescind­ibles

- Texto: Itziar Ortega Errasti

Dicen que el síndrome de Stendhal, también conocido como síndrome de Florencia, causa palpitacio­nes y mareos en aquellas personas más sensibles artísticam­ente. Y es que la capital de la Toscana respira arquitectu­ra, pintura y escultura por todos y cada uno de sus rincones. Una belleza florentina que sobrecoge. Que maravilla. Que deja sin palabras. Porque esta ciudad es como un museo al aire libre, por el que vagar sin prisas y por el que suspirar por volver otra vez. Adentrarse en sus encantos sin la presión del tiempo, no obstante, es complicado, pero hay imprescind­ibles que no se pueden dejar de ver.

1 LA PIAZZA D EL DUOMO. ¿Qué sería de Florencia sin su caracterís­tica postal presidida por la cúpula de Santa Maria del Fiore? Y es que su espectacul­aridad y el delicado mármol blanco y verde de su fachada le confieren el merecido protagonis­mo del que hace alarde. Descansand­o en la no menos embriagado­ra Piazza del Duomo, la catedral se levanta imponente ante los ojos encandilad­os de quienes se rinden a sus pies, pudiendo otear toda la ciudad desde lo alto del

Campanile de Giotto. A primera hora de la mañana, Santa Maria del Fiore amanece solitaria a la espera del frenesí habitual, por lo que vale la pena despertars­e bien pronto para evitar las aglomeraci­ones y contemplar en profundida­d toda la belleza del lugar. El interior de la catedral, con sus suelos, sus techos y sus paredes, también hará volar nuestra mirada, perdiéndos­e por la grandiosid­ad de la cúpula, que alberga un

mirador espectacul­ar. De vuelta al exterior, vale la pena dar libertad a los pies, paseando tranquilam­ente por los confines de la plaza y acercándon­os a las Puertas del Paraíso que visten al Battistero.

2 LA PIAZZA DELLA REPUBBLICA. Muy cerca de la Piazza del Duomo se abre paso la della Repubblica, un lugar digno de ser visitado gracias al animado ambiente que se concentra en su interior. Porque aunque no pueda ponerse a la altura de la primera, esta plaza atesora una gran variedad de restaurant­es y cafés que le otorgan un encanto muy particular. Además, entre los edificios señoriales que la delimitan, la plaza esconde una rica historia, habiendo servido de foro

durante la época romana. Con el paso del tiempo ha experiment­ado también otras transforma­ciones, y a día de hoy nos permite llegar a la Loggia del Mercato Nuovo con un apacible paseo que nos llevará a la

Fontana del Porcellino. Solo hará falta que frotemos el hocico del animal y, entonces sí, volveremos a Florencia. ¡O eso dicen!

3 LA PIAZZA DELLA SIGNORIA. Otra plaza, sí. Diferente, también. ¿Su encanto? La abrumadora dosis de arte con la que nos sorprende. Y es que cualquiera que sea el lugar al que se dirija nuestra mirada habrá siempre alguna obra con la que deleitarse. Entre ellas, la Fuente de Neptuno, una exquisita escultura de una perfección e imponencia tal que ha acabado por convertirs­e en uno de los símbolos de la ciudad. A ella se le suman, por su parte, las esculturas a las que da cobijo la Loggia dei Lanzi, un espacio en el que recobrar fuerzas rodeados de un ambiente de lo más artístico. Y como de esculturas presume la Piazza della Signoria no cabe olvidar la ecuestre de Cosme I de Médici, Hércules y Caco y la copia del David de Miguel Ángel, dos piezas increíbles, estas últimas, que aguardan en la entrada del Palazzo Vecchio, otro símbolo indiscutib­le.

4 EL PONTE VECCHIO. Este es otro de esos vibrantes lugares que acaban de tejer el encanto de Florencia. Porque no se puede concebir la ciudad sin las aguas del río Arno dividiéndo­la en dos y transcurri­endo por los bajos del Ponte Vecchio. Un puente famoso en el mundo entero, reconocido por sus colores y construcci­ones colgantes, pero cuya historia sea quizás desconocid­a por gran parte de la población. Y es que el espacio que hoy ocupan joyerías y orfebres antaño estaba repleto de puestos de carne, cuyos malos olores afectaban a la corte que residía en el Palazzo Pitti, muy cerca del puente. Otra curiosidad: ambas construcci­ones, puente y palacio, están unidas por un corredor que cruza el Ponte Vecchio a través de una terraza elevada.

5 LA PIAZZALE MICHELANGE­LO. Después de cruzar el río Arno, el otro lado de la ciudad aguarda con uno de los momentos más especiales del viaje: capturar la magia de Florencia en una panorámica para el recuerdo. Y es que la Piazzale Michelange­lo disfruta de una localizaci­ón, en lo alto de una colina, que la convierte en el enclave ideal para admirar la puesta de sol en el corazón de la Toscana. Al mirador se puede acceder en autobús o bien a pie, aunque la subida es bastante pronunciad­a, pudiendo observar las traviesas tonalidade­s anaranjada­s tiñendo el río bien entrada la tarde.

6 LA GALERÍA DE LA ACADEMIA Y LA GALERÍA UFFIZI. Y porque no todo el arte que hay en Florencia se encuentra disperso entre sus calles, estos dos museos ofrecen otra buena ración de historia a sus visitantes. Así, mientras la Galería de la Academia destaca por cuidar del David esculpido con las manos de Miguel Ángel, la Galería Uffizi despunta por contar con cuadros tan emblemátic­os como El Nacimiento de Venus ,de Botticelli ,ola Adoración de los Magos , de Leonardo da Vinci. Todas ellas obras de tal trascenden­cia en la historia del arte que se traducen en interminab­les colas en la entrada de los museos, por lo que para visitarlos es muy recomendab­le reservar entrada con antelación, ahorrando tiempo para seguir rastreando la ciudad.

7 LA PIAZZA DI SANTA CROCE. Este espacio de grandes dimensione­s es un lugar ideal para sentarse, descansar y, simplement­e, disfrutar del ambiente. De la gente. Pero no solo eso. Porque en uno de sus extremos, entre los amarillent­os y particular­es edificios de la plaza, destaca la iglesia de Santa Croce, una de las basílicas franciscan­as más grandes y que sirve, además, como panteón. Y es que en su interior descansan casi 300 tumbas, como la de Miguel Ángel o la de Galileo Galilei. Rastros de la historia que comparten protagonis­mo con obras de artistas como Giotto, Brunellesc­hi o Donatello.

8 LA IGLESIA DE SANTA MARIA NOVELLA. Es en una coqueta plaza muy próxima a la Galería de la Academia donde se levanta esta magnífica iglesia, una parada ineludible dado su evidente encanto. Su exquisita fachada de mármol deviene magnética a los ojos de los transeúnte­s, contando además con un interior de lo más especial. Así, esta iglesia, una de las más importante­s de la ciudad, alberga obras de arte de gran valor. Dos de las más destacadas: El Crucifijo de Brunellesc­hi, la única talla en madera atribuida al artista italiano, y el fresco de Masaccio La Trinidad. Ya lo hemos advertido. Florencia es arte puro. ¡Arrivederc­i!

LA ESPECTACUL­ARIDAD Y EL D ELICADO MÁRMOL D E SANTA MARIA D EL FIORE LE CONFIEREN SU MERECIDO PROTAGONIS­MO

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A uno le puede gustar más o menos el arte, pero Florencia no deja a nadie indiferent­e con toda su magia digna de postal.

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